El Papa Francisco reconoció que los meses en que la pandemia de coronavirus obligó a suspender las Misas con fieles evidenció problemas que ya se venían observando desde hacía tiempo, particularmente en Italia, y que tienen que ver con el contexto de cambio de época
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| El Papa Francisco en una imagen de archivo. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
Sin embargo, el Pontífice también
señaló que “el tiempo de privaciones permitió advertir la importancia de
la divina liturgia para la vida de los cristianos”.
En un mensaje enviado por el
Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, de parte del Papa
Francisco a los participantes en la Semana Litúrgica Nacional de Italia, que se
abre este lunes 23 de agosto en la ciudad de Cremona, el Santo Padre explicó
que la Misa es una realidad irrenunciable para los cristianos.
“La reunión semanal en nombre del
Señor, que desde los orígenes los cristianos han considerado una realidad
irrenunciable e indisolublemente legada a su identidad, se interrumpió
abruptamente durante la fase más aguda de la propagación de la pandemia”,
indicó.
“Ha sido una espera dura y que ha
causado sufrimiento, iluminada por el misterio de la Cruz del Señor y fecunda
por las muchas obras de caridad, de amor fraterno y de servicio a las personas
que más han sufrido las consecuencias de la emergencia sanitaria”.
Aseguró que “la triste
experiencia del ‘ayuno’ litúrgico del año pasado resaltó los beneficios del
largo camino recorrido desde el Concilio Vaticano II sobre el camino trazado
por la Constitución Sacrosanctum Concilium. El tiempo de privaciones
permitió advertir la importancia de la divina liturgia para la vida de los
cristianos”.
En ese sentido, la mentó que “la
liturgia suspendida durante el largo período de confinamiento y la dificultad
de retomarla a continuación han confirmado lo que ya se observaba en las
asambleas dominicales de la península italiana: un alarmante indicio en fase
avanzada de cambio de época”.
“Observamos cómo en la vida real
de las personas ha cambiado la misma percepción del tiempo y, en consecuencia,
del mismo domingo, del espacio, con recaídas sobre el modo de ser y de sentirse
comunidad, pueblo, familia y de la relación con un territorio”.
“La asamblea dominical se
encuentra así descompensada tanto por la presencia generacional como por la
falta de homogeneidad cultural y por la fatiga de encontrar una integración
armónica en la vida parroquial que sea de verdad culmen de toda su actividad y
fuente de dinamismo misionero para llevar el Evangelio de la misericordia a las
periferias geográficas y existenciales”.
El Santo Padre deseó que “la
Semana Litúrgica Nacional, con sus propuestas de reflexión y momentos de
celebración, pueda individuar y sugerir algunas líneas de pastoral litúrgica
para ofrecer a las parroquias, para que el domingo, la asamblea eucarística,
los ministros, el rito, emerjan de la marginalidad hacia el cual parece que se
precipitan inexorablemente y recuperen la centralidad en la fe y en la
espiritualidad de los creyentes”.
Fuente: ACI Prensa






