24 – Agosto. Martes. San Bartolomé, apóstol
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Evangelio según san Juan 1, 45-51
Felipe encuentra a Natanael y le
dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos
encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret». Natanael le replicó: «¿De
Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: «Ven y verás». Vio
Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de
verdad, en quien no hay engaño». Natanael le contesta: «¿De qué me
conoces?». Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas
debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo
de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho
que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le
añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles
de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Comentario
Entre los primeros discípulos de
Jesús, según nos cuenta San Juan, había algunos amigos y hermanos de los que el
Maestro había llamado personalmente. Andrés le presenta a su hermano Pedro y
Felipe le lleva a Natanael, tradicionalmente identificado con el apóstol
Bartolomé.
En un simpático intercambio de
palabras, delante de un Natanael escéptico sobre la posibilidad de que el
Mesías viniese de un pueblo tan oscuro como Nazaret, Felipe consigue organizar
un encuentro con Jesús.
La insistencia de Felipe, “Ven y
verás”, que tiene sentido solo en una perspectiva de amistad y de mutua
confianza, lleva a la conversión del nuevo discípulo.
Como Natanael, todos necesitamos
de una experiencia viva de Jesús. Aunque normalmente la vida cristiana comience
con el anuncio que nos llega a través de uno o varios testigos, es importante
llegar pronto a una relación personal con Jesús.
La franqueza de Natanael lleva al
Señor a alabar en voz alta a ese hombre “en quien no hay doblez”, y abre un
diálogo que acaba por conquistar el corazón del nuevo discípulo.
Jesús conoce la vida íntima de
Natanael, quizá una oración dirigida a Dios debajo de una higuera. El estar
debajo de la higuera recuerda una expresión que se encuentra varias veces en el
Antiguo Testamento para indicar una situación de tranquilidad: “Cada cual se
sentaba bajo su parra y bajo su higuera. Y no había quien les inquietara” (1
Mac 14,12).
No sabemos qué estilo de vida
llevaba Natanael antes de esa llamada que le cambió la vida. Podemos imaginar,
como se ve en su actitud sincera y un poco desilusionada, que estuviese
esperando ese encuentro pero sin buscarlo con suficiente ilusión.
La llamada de Bartolomé nos
recuerda la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas apareciendo
precisamente donde no lo esperábamos, a veces en nuestra tranquilidad, debajo
de una higuera. Si nos dejamos conquistar por Jesús, llegaremos a ver “cosas
mayores” en nuestra vida y en la vida de los demás.
Giovanni Vassallo
Fuente: Opus Dei






