La región italiana de Apulia ha dado uno de los santos exorcistas más conocidos de la historia reciente: Padre Pío
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| Roberto Binetti | Shutterstock |
El padre Matteo d’Agnone
permaneció durante mucho tiempo en la sombra. Primero, porque era monje y,
sobre todo, porque en su orden el Padre Pío era mucho más conocido. Sin
embargo, igual que el místico estigmatizado, el padre Matteo combatió por la
luz en su misión de sacerdote exorcista
La región italiana de Apulia ha
dado uno de los santos exorcistas más conocidos de la historia reciente: Padre
Pío. Sin embargo, en el siglo XVI, dejó huella otro sacerdote, capuchino y
exorcista también: el padre Matteo d’Agnone. A lo largo de toda su vida,
habría exorcizado en
nombre del Señor a más de 650 desdichados atormentados en diverso grado
por las malicias del demonio.
Luego, decidió asumir el hábito
franciscano y convertirse en sacerdote, comprometiéndose en la Orden de los
hermanos menores capuchinos. Esta rama de la Orden de san Francisco de Asís
solamente existía desde hacía treinta años. Allí recibió el nombre de Matteo,
cuya etimología significa “don de Dios”.
Instrumento del Señor
Cierto tiempo antes de su
ordenación en 1587, su carisma de exorcista ya salió a relucir. Mientras otros
sacerdotes realizaban un exorcismo sobre una mujer poseída, el demonio que la
apresaba fue repelido por la presencia de Matteo, quien, en efecto, cultivaba una
hermosa gracia de humildad que hizo huir al espíritu maligno.
Tras ordenarse en Bolonia, el
padre Matteo fue enviado a la provincia de Foggia, donde ejerció con fe su
servicio de sacerdote. Fue un predicador que llevó la Buena Nueva a todos y un
poderoso taumaturgo. El sacerdote se distinguió también por su
devoción hacia la Virgen María. Defendió incluso su Asunción varios siglos antes de la proclamación de
este dogma por el papa Pío XII.
A lo largo de toda su vida, el
padre Matteo cargó con la cruz de la enfermedad sin dejar nunca de dar gracias
a Dios y de ofrecer sus penas por la salvación de las almas. Finalmente,
murió el 16 de octubre de 1616.
Reconocido Siervo de Dios, su
causa de beatificación sigue en estudio. Sin embargo, aquellos que lo invoquen
pueden contar ya con su poderosa intercesión en la lucha contra el mal. En su
libro Mon Expérience d’exorciste (“mi experiencia como
exorcista”), el sacerdote capuchino Cipriano de Meo, vicepostulador de la
causa de canonización del padre Matteo, cuenta cómo le apoyaron la
intercesión del padre Matteo y de Padre Pío.
Un ministerio de entrega
Según el Catecismo,se habla de
exorcismo “cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de
Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del
Maligno”.
En su forma simple, el exorcismo
se practica en cada bautismo para pedir a Dios que arranque definitivamente al
futuro bautizado del “poder de las tinieblas a través de la pasión de
su Hijo y su resurrección”.
El don de la gracia, la respuesta
de Dios a esta oración, sostiene al bautizado toda su vida. En efecto, el
bautizado deberá tomar parte durante el resto de sus días en el combate contra
el mal, contra las “mentiras” del mal y “resistirse a Satán”. Fortalecido por
el Espíritu Santo, el cristiano se convierte en vencedor del Adversario, como
Cristo, su salvador.
El Catecismo distingue entre
exorcismo y exorcismo solemne. Este último, también llamado “el gran
exorcismo”, solo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del
obispo.
Bret
Thoman, OFS
Fuente: Aleteia






