22 – Septiembre. Miércoles de la XXV semana del Tiempo Ordinario
Misioneros católicos digitales MDC |
Evangelio
según san Lucas 9, 1-6
Habiendo
convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de
demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino
de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el
camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas
cada uno. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel
sitio. Y si algunos no os reciben, al salir de aquel pueblo sacudíos el
polvo de vuestros pies, como testimonio contra ellos». Se pusieron en
camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en
todas partes.
Comentario
Jesús hace
partícipes a los doce de su misma misión. Cuando los escogió los había llamado
“apóstoles” (cf. Lucas 6,13), que significa enviados, pues los iba a
enviar a realizar lo que él mismo hizo desde el inicio de su vida pública:
curar a los enfermos, expulsar demonios, predicar el reino de Dios. Eran tareas
que sobrepasaban con mucho las posibilidades humanas de aquellos doce hombres,
la mayoría de ellos pescadores, sin una especial preparación. Pero nos
sorprende la solicitud con la que responden. Sin apenas equipaje, sin
provisiones, se lanzan convencidos de que allí donde vayan y sean bien
recibidos, no les faltará nada necesario para su sustento. Saben que Dios les
será providente, porque se han fiado del maestro, no de sus propias fuerzas.
Aquellos primeros doce empiezan a sentir sed por la salvación de
las almas, la misma que tiene Jesús. Para eso vino al mundo. “Por nosotros y
por nuestra salvación, bajó del Cielo”, confesamos en el Credo. Ese afán que
nutren los apóstoles es bien distinto del mero deseo de triunfar. Es más, saben
que habrán de estar preparados ante los posibles fracasos en su misión, y no
tener miedo de dar también allí un claro testimonio, para que aquellos
habitantes que les hayan rechazado nunca puedan decir que nadie les dijo nada
sobre la buena nueva del reino de Dios. ¿Quién sabe si ese “testimonio contra
ellos” al final dará también su fruto? “¡Has fracasado! –Nosotros no fracasamos
nunca. –Pusiste del todo tu confianza en Dios. –No perdonaste, luego, ningún
medio humano. Convéncete de esta verdad: el éxito tuyo –ahora y en esto– era
fracasar. –Da gracias al Señor y ¡a comenzar de nuevo!” (San Josemaría, Camino,
n. 404).
En la Iglesia
del siglo XXI Jesús no deja de escoger y enviar a nuevos apóstoles, para que,
allí donde estén, fiados por completo en su palabra, y participando de la misma
sed de almas de Dios, curen a los enfermos del alma y empapen los corazones con
la doctrina salvadora de Cristo.
Josep
Boira
Fuente: Opus
Dei