23.9.21

AFECTADO POR ICTUS: LA VIRGEN DE LORETO VINO A VERME Y ME SALVÓ

La vida de Fabrizio pende de un hilo. Tras la operación, su esposa reza y lo unge con aceite de la Santa Casa de Loreto... "Esa noche María Santísima vino a mi cama. (...) no solo me salvó de la muerte, sino que quería que la viera"

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En el último número de la publicación Il Messaggio della Santa Casa di Loreto hay un hermoso testimonio firmado por un matrimonio, Fabrizio y Maria Rita Musino. En él, el esposo cuenta la dramática historia de su enfermedad, en cuyo momento más crítico intervino el poder salvador de María.

Es el 13 de junio de 2019 cuando Fabrizio, músico, estando solo en la casa de su madre, siente un violento dolor en la cabeza.

Apenas tiene tiempo de avisar por teléfono a su esposa, médico, antes de entrar en un estado semicomatoso.

Un derrame cerebral severo en el cerebro

Maria Rita, que llega inmediatamente, se da cuenta de que se enfrenta a un infarto cerebral grave.

Llama a urgencias y lleva a Fabrizio, con la ayuda de una ambulancia, al servicio de neurocirugía del Policlínico Gemelli de Roma.

Se realiza una intervención de urgencia para detener el sangrado en curso y drenar la sangre derramada que, de permanecer en el interior del cráneo, podía ocasionar graves daños neurológicos.

El paciente, cuya vida corre un gran peligro, vuelve al contacto con el mundo después de tres días en la unidad de cuidados intensivos.

Tiene un dolor severo en el cuello, que siente extremadamente rígido, náuseas y vómitos, pero afortunadamente puede mover brazos y piernas.

Al borde de la muerte

Desafortunadamente, se produjo una infección urinaria debido a la sonda, que se complicó con septicemia: la fiebre es muy alta y no cede a la terapia con antibióticos y antipiréticos.

Recuerdo esa tarde que quise rezar. Junto a mi esposa, que solo pudo entrar a la habitación por unos minutos, con mil precauciones y vistiendo una bata desechable. Rezamos un Ave María, y entre las lágrimas de ambos intercambiamos nuestros votos matrimoniales … «en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte nos separe». Entonces mi esposa ungió mi frente con el aceite de la Santa Casa de Loreto, recitando las oraciones oportunas al Señor, me dio un beso y se fue.


«Esa noche María Santísima, vino a mi cabecera»

Fabrizio tiene miedo de afrontar la noche en esas difíciles condiciones, pero en cierto momento siente que ya no está solo.

Esa noche, la gran Madre de Dios, María Santísima, se acercó a mi lecho. No estaba durmiendo, estoy seguro, no soy adicto a las drogas y no tomaba drogas que pudieran hacerme alucinar. De repente tuve la intuición de poder percibir lo Trascendente. La distancia que nos separa de lo que está fuera de la realidad objetiva es mínima. Lo que está fuera de nuestra experiencia sensible está realmente en la habitación contigua. Recuerdo que sentí una gran paz y un fuerte sentimiento de amor, esa paz, ese amor, esa armonía que se respira en un ambiente familiar.


Una aparición

Es en este momento cuando Fabricio ve aparecer a la Virgen, con un vestido majestuoso y la gracia de su figura, sosteniendo al Niño Jesús en sus brazos, que llega a los pies de su cama y le sonríe sin decir nada.

Llevaba la dalmática como en la iconografía de la Virgen de Loreto, y estaba cubierta por un velo negro, que sin embargo revelaba el brillo de las gemas del vestido, su bello rostro lleno de gracia.

Instantáneamente todo el dolor cesa: el paciente permanece mudo, impregnado sólo de una sensación de bienestar y serenidad que le hacen hundirse en un sueño reparador, «como un niño en los brazos de su Madre».

María quería que la viera

En los días siguientes, los medicamentos eliminan la infección y comienza el proceso de curación.

Fabrizio hoy reflexiona sobre cuántas personas, consagradas y laicas, han rezado por él: en Loreto donde han sido peregrinos con su esposa muchas veces, en Italia y en todo el mundo donde conoce a numerosos músicos y maestros.

Fue la fuerza de esa oración unánime lo que hizo que la Virgen acudiera en su rescate.

Se creó una verdadera cadena de oración, una voz unánime que, creo, llegó al cielo, y fue tan fuerte, poderosa, tan sentida, que muy probablemente conmovió a la Santísima Virgen, que no solo me salvó de la muerte, sino que quería que la viera.


Nueva vida

Esta extraordinaria experiencia de renacimiento físico y espiritual ha cambiado por completo la perspectiva con la que Fabrizio vive y afronta la existencia.

Hoy me siento verdaderamente una persona nueva, renacida en Cristo Jesús. Habiendo visto la muerte de cerca, pero sobre todo habiendo comprendido lo que nos espera en la eternidad después de esta existencia, todo adquiere un valor relativo. Se nos ha dado una vida terrena y es nuestro deber vivirla de la mejor manera posible, es decir, como una alabanza al Padre Todopoderoso, tratando de poner en práctica las enseñanzas del Santo Evangelio todos los días, siempre volviendo la mirada a la patria celestial donde nos espera nuestra Madre en la comunión de los santos.

(Ibídem)

Silvia Lucchetti

Fuente: Aleteia


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