17 – Septiembre. Viernes de la XXIV semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Lucas 8, 1-3
Después de esto iba él caminando
de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena
Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y por algunas mujeres,
que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la
Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa,
un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus
bienes.
Comentario
Los Doce y las mujeres
acompañaban al Señor, de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, proclamando y
anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios: Dios está enamorado de su
creación y de cada uno de los hombres y mujeres de este mundo.
Y Él sigue acompañándonos cada
día, cada minuto de nuestra vida, incapaz de separarse de nosotros.
Nosotros: pobres y llenos de
miserias, pero curados por las manos misericordiosas de Jesús, protegidos por
su mirada tierna, animados por su voz amable.
Nosotros: ricos y llenos de
gloria, de la riqueza y gloria del Hijo de Dios.
Y así nuestros bienes -nuestro
trabajo, nuestros talentos y virtudes, nuestras ilusiones y proyectos, nuestra
familia, nuestros amigos- son la materia sobre la que Cristo realiza la
redención.
El ejemplo de este grupo de
mujeres fieles, que sirven a Jesús con sus bienes, que no le dejarán solo en
los peores momentos, son una llamada a nuestra fidelidad.
Nuestra ilusión ha de ser la de
servir a Dios y a los demás con generosidad, con visión sobrenatural: servir
incluso al que no agradece el servicio que se le presta, aunque esta actitud
choque con los criterios humanos. Nos basta entender que cada detalle de cariño
hacia los demás es un servicio a Jesucristo; a través de nuestro servicio Él
entra en los corazones de los que están a nuestro lado.
Luis Cruz
Fuente: Opus Dei