Benedicto XVI la proclamó Doctora de la Iglesia en 2012. Era botánica, mística, compositora...
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Hildegarda
de Bingen (1098-1179) fue monja benedictina, mística, teóloga,
fundadora, escritora, experta en farmacia, cosmóloga, compositora, botánica,
médico… y mantuvo una relación epistolar con papas, obispos, reyes y
emperadores. Y si les tenía que reprochar algo, lo hacía
sin reparos.
San Pablo Ediciones tiene un volumen en el que se recogen algunas
de las particulares experiencias místicas de esta mujer, a la que la autora
Cristina Siccardi llama esencialmente “mística y científica”.
El misticismo de santa Hildegarda no es de éxtasis, sino que
“permanece siempre en su propia realidad, aun cuando lo sobrenatural irrumpe en
su vida”, dice la autora.
Cuando Benedicto XVI dedicó varias catequesis a figuras femeninas
de la Iglesia, el primer modelo que escogió fue precisamente Hildegarda.
Los estudiosos coinciden en que no era una
niña normal. Ya desde pequeña, “veía más allá de lo sensiblemente visible”. Y
ella misma lo dice, en su obra Scivias:
“Desde
que era niña, concretamente desde que tenía cinco años de edad, y aún hoy,
siempre he experimentado misteriosamente en mi interior la fuerza y el misterio
de esas ocultas y misteriosas facultades visivas”.
En Vida y visiones de Hildegard
von Bingen, de la editorial Siruela, Victoria Cirlot, profesora de
Literatura Medieval en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, resalta que
Hildegarda es “una de las figuras más fascinantes y multifacéticas del
Occidente europeo”.
Una particularidad de su personalidad es
que “no se dejaba intimidar por el reproche”, pero tampoco “se dejaba desviar
por las alabanzas”.
En otro texto de ese mismo volumen se
recoge esta experiencia de visión:
“A
los tres años vi una luz tal, que mi alma tembló, pero debido a mi niñez
nada pude proferir acerca de esto. A los ocho años fui ofrecida a Dios para la
vida espiritual, y hasta los quince vi mucho y explicaba algo de un modo muy
simple”.
Entró de niña a la vida religiosa, y no
revelaba a sus compañeras de clausura sus visiones. Lo contará, más
tarde, al monje Guiberto de Gembloux. También lo comentó a Jutta de Sponheim,
maestra de oración y trabajos manuales.
Y esta fama trascendió. Estuvo acompañada
de personas a las que compartía sus revelaciones, revelaciones
que empieza a escribir a partir de 1141.
Hildegarda vivió en Disibodenberg 30 años
dedicada a la vida benedictina. Su impacto fue notable a varios niveles, y su
influencia muy destacable y admirada.
Rasgos de esta doctora de la Iglesia,
según Siccardi, son por una parte que era “extremadamente racional”, y que “no
busca nunca atajos ni se engaña”. Es una persona que “examina y analiza los
problemas”.
Era una persona “muy equilibrada” que
lograba mantener la misma fuerza de ánimo tanto en los tiempos de alegría como
en los de sufrimiento”.
Hildegarda es autora de Liber
Scivias, Liber vitae meritorum y Liber divinorum
operum. Pero también escribió decenas de composiciones litúrgicas.
Entre su faceta de escritora destacan
también las epístolas que escribió al papa Eugenio III o a Bernardo de Claraval.
En la iglesia alemana de Eibingen se
conservan sus reliquias.
El 17 de septiembre de 1179 la
abadesa Hildegarda murió acompañada por sus hermanas en Ruperstsberg, un
monasterio que hoy ya no existe. Fue, sin duda, la mujer más potente de
la Baja Edad Media.
Miriam Díez Bosch
Fuente: Aleteia