Con una Misa multitudinaria, con más de 50 mil asistentes, celebrada junto al Santuario Nacional de Šaštín, el Papa Francisco concluyó la agenda de su viaje apostólico a Eslovaquia, que inició el pasado 12 de septiembre
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| El Papa Francisco durante la Misa. Foto: Vatican Media / Captura de pantalla |
Una Misa en la que el Santo Padre pidió no olvidar
que “no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida”.
El Pontífice llegó a Šaštín en la mañana de este
miércoles 15 de septiembre tras despedirse en la Nunciatura Apostólico en
Bratislava del personal que le acompañó en estos días. Šaštín es una ciudad de
algo menos de 5 mil habitantes, situada a 71 kilómetros de la capital eslovaca.
El Santo Padre se trasladó al Santuario Nacional de
Šaštín, también conocida como Basílica de los Siete Dolores, donde mantuvo un
momento de oración con los obispos eslovacos antes de dar comienzo a la
celebración eucarística.
La imagen de la Virgen de los Siete Dolores tiene una
historia de curaciones milagrosas. Se han estudiado hasta 726 casos.
En su homilía, centrada en la importancia de María en
la historia de la salvación, el Papa Francisco recordó que “María es la Madre
que nos da al Hijo Jesús. Por eso la amamos y la veneramos. Y el pueblo
eslovaco acude con fe y devoción a este Santuario nacional de Šaštín, porque
sabe que es Ella la que nos da a Jesús”.
Destacó que “María es el camino que nos introduce en
el Corazón de Cristo, que ha dado la vida por amor a nosotros”.
“Podemos mirar a María como modelo de la fe”, sugirió.
De esa manera “reconocemos tres características de la fe: el camino, la
profecía y la compasión”.
El camino
En primer lugar, “la fe de María es una fe que se pone
en camino. La joven de Nazaret, apenas recibido el anuncio del Ángel, ‘se fue
rápidamente a la región montañosa’ para ir a visitar y ayudar a Isabel, su
prima. No consideró un privilegio el haber sido llamada a convertirse en Madre
del Salvador, no perdió la alegría sencilla de su humildad por haber recibido
la visita del Ángel, no se quedó quieta contemplándose a sí misma entre las
cuatro paredes de su casa”.
Por el contrario, “vivió el don recibido como una
misión a cumplir, sintió la exigencia de abrir la puerta y salir de su casa”.
“Por eso María se puso en camino”, hizo hincapié.
El Papa destacó que María “a la comodidad de la rutina
prefirió las incertidumbres del viaje; a la estabilidad de la casa, el
cansancio del camino; a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo
de una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro”.
De esa manera, “la Virgen es modelo de la fe de este
pueblo eslovaco, una fe que se pone en camino”.
“Caminando, ustedes vencen la tentación de una fe
estática, que se contenta con cualquier rito o tradición antigua, y en cambio
salen de ustedes mismos, llevan en la mochila las alegrías y los dolores, y
hacen de la vida una peregrinación de amor hacia Dios y los hermanos”.
La profecía
“La fe de María también es una fe profética”, afirmó
el Papa Francisco. “Con su misma vida, la joven de Nazaret es profecía de la
obra de Dios en la historia, de su obrar misericordioso que invierte la lógica
del mundo, elevando a los humildes y dispersando a los soberbios”.
Explicó que “María es la Hija de Sion anunciada por
los profetas de Israel, la Virgen que concebirá al Dios con nosotros, el
Emmanuel. Como Virgen Inmaculada, María es icono de nuestra vocación. Como
Ella, estamos llamados a ser santos e irreprochables en el amor, siendo imagen
de Cristo”.
“La profecía de Israel culmina en María, porque Ella
lleva en el seno a Jesús, la Palabra de Dios hecha carne. Él realiza plena y
definitivamente el designio de Dios”. “No olvidemos esto: no se puede
reducir la fe a azúcar que endulza la vida”.
En ese sentido, “Jesús es signo de contradicción. Ha
venido para llevar luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y
obligándolas a rendirse. Por eso las tinieblas luchan siempre contra Él”.
La compasión
Por último, “María es la Madre de la compasión. Su fe
es compasiva”. Destacó que “el sufrimiento del Hijo agonizante, que cargaba sobre
sí los pecados y los padecimientos de la humanidad, la atravesó también a Ella.
Jesús desgarrado en la carne, hombre de dolores desfigurado por el mal; María
desgarrada en el alma, Madre compasiva que recoge nuestras lágrimas y al mismo
tiempo nos consuela, señalándonos la victoria definitiva en Cristo”.
“María Dolorosa al pie de la cruz simplemente
permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma,
no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta es
la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz”.
Aseguró que “también nosotros, mirando a la Virgen
Madre Dolorosa, nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace
comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a
cargar cruces pesadas sobre sus hombros”.
“Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que
penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe,
con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y
riega los surcos de la historia con la salvación”, concluyó su homilía el Papa
Francisco.
Por Miguel Pérez Pichel
Fuente: ACI Prensa






