El demonio realiza "acciones extraordinarias". Conozcamos qué es lo que la Iglesia engloba bajo este concepto y los exorcistas bien conocen
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Es
habitual encontrar en los medios de comunicación informaciones confusas sobre
las muestras concretas de lo que la Iglesia engloba bajo el concepto de la
“acción extraordinaria” del demonio. Por eso es bueno aclarar las cosas en un
terreno aparentemente tan oscuro y resbaladizo, basándonos en la tradición de
la Iglesia y en la experiencia de los exorcistas.
La acción
del maligno en el mundo
Obviamente, partimos de la creencia católica en la existencia de
los demonios o diablos (sí, en plural), a los que el Catecismo llama “espíritus
creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino” (n. 392).
Se trata de unos seres que aparecen repetidas veces en la Biblia, y con los que
luchó el mismo Jesús, tal como lo atestiguan los evangelios, que lo presentan
haciendo exorcismos –y ordenando a sus discípulos que también exorcicen en su
nombre–.
Y continúa diciendo: “aunque Satán actúe en el mundo por odio
contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños –de
naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física– en cada
hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que
con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo” (n. 395).
En este marco es donde hay que entender la acción extraordinaria
del diablo, siempre con vistas a hacer daño al ser humano, apartarlo de Dios y
conducirlo a la condenación. Veamos cómo clasifica y explica estas acciones la
Iglesia desde hace siglos.
La infestación
Para la Teología, la infestación es la acción extraordinaria del
demonio sobre un lugar, un objeto o un animal, principalmente, aunque también
pueda afectar a personas.
Uno puede preguntarse qué sentido tiene esto cuando afecta a
elementos inanimados (lugares y objetos) o animales. El objetivo del diablo
siempre es el mismo: perturbar al ser humano, molestarlo, llevarlo al desánimo
y a la desesperación.
La historia de la Iglesia nos da variados ejemplos de infestación
que afecta directamente a personas, sobre todo si miramos a las vidas de
algunos santos, que sufrieron episodios de infestación externa (voces o
visiones perturbadoras, por ejemplo) o interna (imaginaciones o sensaciones sin
causa aparente).
La obsesión
Se llama obsesión diabólica al fenómeno por el cual una tentación
llega a tal grado en una persona que, podríamos decir, la “atrapa” por
completo.
Quien la sufre, a pesar de que va contra su voluntad, experimenta
dolores fuertes –también corporales–, pensamientos obsesivos, arrebatos de odio
o ira, desesperación, ideaciones suicidas, etc.
La vejación
Otro tipo de acción extraordinaria del demonio es la vejación
diabólica, un ataque directo del demonio a la salud de la persona o a su
bienestar en sentido amplio. El caso de Job, relatado con todo detalle en el
libro bíblico que lleva su nombre, es paradigmático.
Y, una vez más, la historia de la Iglesia nos da muestras de
santos que han sufrido las vejaciones diabólicas en su itinerario biográfico.
Baste pensar en ejemplos antiguos como San Antonio Abad o más recientes como
San Juan María Vianney (el Santo Cura de Ars) o San Pío de Pietrelcina.
La posesión
Y llegamos, por fin, a la acción más fuerte y contundente que
puede ejercer el demonio sobre una persona: la posesión. Tal como la describía
Corrado Balducci, lo que hace el diablo es dominar el cuerpo de la persona,
dominando indirectamente su espíritu con el fin de anular sus facultades
superiores.
De esta forma, quien está poseído por el demonio se encuentra, de
repente, utilizado por él como un mero instrumento. Aunque es bueno recordar
que el demonio no puede tocar el alma de la persona, esto es algo que Dios no
permite.
La posesión es algo que encontramos en varias ocasiones en los
evangelios, que precede a la acción exorcística de Jesucristo y que fundamenta
la labor de la Iglesia, que continúa practicando el exorcismo por obediencia al
mandato de Jesús.
Pero… ¡lo más importante!
No podemos terminar este repaso sin recordar que lo verdaderamente
importante para las personas es estar atentas a la acción ordinaria del
demonio, que no ha aparecido en la lista, únicamente dedicada a la acción
extraordinaria.
¿Y cuál es la “labor cotidiana” del diablo con respecto a las
personas? La tentación, que intenta apartarnos en cada momento de Dios. Mucho
más peligrosa que cualquier posesión, vejación, obsesión o infestación.
La tentación, si es secundada por el hombre, conduce al pecado, y
éste a la separación de Dios, a la muerte eterna. Por eso en la oración más
importante de los cristianos –la que enseñó Jesús–, se repite siempre: “no nos
dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.
Luis Santamaría
Fuente: Aleteia






