El director del Observatorio Vaticano debate con algunos colegas ateos
Guy Consolmagno, astrónomo de fama internacional, y hermano jesuita, habla de la bella relación entre ciencia y fe |
El hermano jesuita Guy Consolmagno es
doctor en Ciencias Planetarias y director del Observatorio Vaticano. Es una de
las grandes personalidades divulgativas de su campo y en 2014 fue galardonado
con la Medalla Carl Sagan de
la Sociedad Astronómica Americana.
En una Masterclass online para futuros líderes este jesuita habló de su propia relación entre ciencia y fe,
e incluso las dudas que ha experimentado en su vida sobre el papel de la
ciencia.
Este astrónomo participó en este evento cuyo título era “El futuro del hombre, la economía
y el universo” y en el que también intervinieron expertos en el ámbito
de la ciencia, la filosofía o la economía, siendo algunos de ellos también
ateos.
El hermano Consolmagno señaló que una vez perdió su fe en la ciencia. Antes de
convertirse en jesuita había trabajado como becario postdoctoral en el
prestigioso MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) cuando de repente
sintió que la ciencia ya no valía la pena.
“Así que dejé la ciencia y
entré en el Cuerpo de Paz (agencia federal independiente de EEUU)
en 1983”, cuenta. Sirvió en Kenia enseñando astronomía y física en la
Universidad de Nariobi y llevando un pequeño telescopio a pequeñas aldeas de
este país.
Tal y como recoge Catholic
News Service, Consolmagno afirmó que al percatarse de que todos
mostraban el mismo entusiasmo e interés mirando de noche las estrellas se dio
cuenta de que “no importaba si estaban en aldeas remotas, o si eran estudiantes
de universidad o sus amigos en América, pues como humanos todos tenemos la misma curiosidad y el mismo
deleite, porque no vivimos sólo de pan”.
“Lo que nos
hace humanos es esta curiosidad, este no estar satisfechos con la
respuesta”, añadió este astrónomo jesuita, recalcando que esta es precisamente
la clave para hacer ciencia.
Por otro lado, este científico jesuita explicó que aunque muchos
científicos no son creyentes, “todos
creemos en la verdad” y “buscamos la alegría de hacer ciencia”.
En su opinión, la
ciencia se basa en la creencia de que el universo físico no es un sueño o
una ilusión, sino que es real y se puede estudiar.
Dios y la creación
Consolmagno dijo a los jóvenes que le escuchaban y al resto de
ponentes que esta creencia es compatible con su fe en Dios, quien “creó el universo
deliberadamente, paso a paso de una manera lógica”, diciendo durante todo
este proceso: “es bueno”.
De hecho, el astrónomo enseñó que el Génesis no es la ciencia de
la creación, sino la
historia de cómo Dios “elige deliberadamente tener entidades como nosotros que
somos conscientes de nosotros mismos”.
En su intervención quiso destacar que el punto culminante es el
séptimo día, un día de descanso y reflexión, y cuando –agregó- “podemos hacer los descubrimientos”,
hacer las preguntas pertinentes y disfrutar de la discusión.
Por otro lado, este hermano jesuita confesó que lo que le permite
tener fe en la ciencia, como la confianza de una teoría en particular o la
creencia de que está en el camino correcto, son “las mismas herramientas que podemos aplicar a nuestra fe en
Dios”.
Para ello, Consolmagno puso varios ejemplos. Las personas pueden admitir que se han equivocado y
darse cuenta de que sucedían más cosas de las que pensaban; pueden igualmente
ver que una solución se puede aplicar a una gran cantidad de problemas y que
estas mismas soluciones se descubren una y otra vez o tienen éxito para muchas
otras personas en otros lugares.
"Señales de la
presencia de Dios"
“Eso me da
confianza de que estoy haciendo algo que es correcto”, dijo.
Siguiendo con su argumentación, agregó que al final la ciencia, y
más específicamente la astronomía, su campo de especialización, es una
conversación abierta y en evolución “entre personas pensantes, sentimentales,
emocionales pero racionales que miran
el universo en busca de comprensión, alegría y belleza”.
“El amor, el gozo y la verdad son señales de la presencia de Dios”, afirmó este jesuita.
Mientras el jesuita hablaba otro de los ponentes, el físico
cuántico y también artista, Andrzej Dragan, autodenominado ateo, le dijo al
astrónomo que él no tenía fe en la ciencia “porque la ciencia no necesita mi fe en absoluto porque el
principio fundamental de la ciencia es dudar y cuestionar todo”.
Citando incluso el Evangelio de Mateo, Dragan dijo que el
evangelista tenía razón cuando dejó escrito que la gente juzgara algo por sus
frutos: “esto es
suficiente”.
Sin embargo, Consolmagno le respondió explicándole que la duda es
parte de la fe. “Si
estuvieras seguro, entonces no necesitarías la fe”, recalcó el
jesuita. Existen dudas, sí, “pero tenemos la creencia de que podemos
resolver esas dudas y aprender algo más, esa es la fe que necesitamos, y ni
siquiera estoy hablando de una fe en Dios, estoy hablando de una fe en el
proceso”.
Por otro lado, especificó que si la gente juzgara la dignidad de
algo sólo por sus frutos se podría argumentar fácilmente, por ejemplo, que los
frutos provocados por la bomba atómica podrían justificar no hacer ciencia en
absoluto.
De este modo, cree que esta visión basada únicamente en la funcionalidad no inspira a
las personas “a mirar más allá ni permite apreciar la alegría que
sentimos cuando miramos allí”.
J.L.
Fuente: ReL