27 – Octubre. Miércoles de la XXX semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio
según san Lucas 13, 22-30
Y pasaba por
ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le
preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y
no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os
quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os
dirá: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y
bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os dirá:
“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Allí
será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a
Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis
arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y
se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán
primeros, y primeros que serán últimos».
Comentario
Para hablarnos
del Reino de los Cielos y de nuestro destino eterno, el Señor se sirvió más de
una vez de la metáfora del banquete. Era una imagen muy sugestiva para la
mentalidad de los orientales, en concreto de los semitas. Lo hizo sobre todo en
la famosa parábola de los invitados al festín, con su invitación no menos
famosa a “obliga a entrar” (“compelle intrare”; cfr. Lucas 14, 15 ss.), es
decir a convencer a los recalcitrantes que hagan lo necesario para ocupar la
plaza que Dios les reserva en la sala del banquete.
En el texto de
hoy, encontramos la misma idea, con algunos matices propios. El principal es,
probablemente, el carácter definitivo del tema, puesto que, si la puerta se
cierra por nuestra culpa, ya nadie podrá abrirla. La afirmación de que la
puerta es “angosta” subraya aún más la radicalidad del asunto. En la vida,
podemos fracasar en muchos casos, pero nuestra santidad, es decir la salvación
eterna, es esencial, por lo que de ningún modo podemos fallar.
El propósito
que podríamos sacar de la meditación de este pasaje es sin duda la necesidad de
vivir con mayor celo y dedicación nuestra misión de apóstoles, que nos
corresponde en cuanto cristianos. Hemos de proponernos, de manera positiva pero
firme, que los que nos rodean se tomen en serio su vida, piensen en su destino
eterno y traten de vivir según las enseñanzas de nuestro Señor, tal y como la
Iglesia nos las expone. Sólo así darán a sus vidas el sentido oportuno.
Alphonse Vidal
Fuente: Opus
Dei