El Papa Francisco realizó este jueves 7 de octubre un contundente llamado a la paz y reclamó “menos armas y más comida” en un mundo que asiste a la violencia y a la guerra “como si fuera un juego”
El Papa Francisco pronuncia su discurso en el encuentro interreligioso. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
El Santo Padre hizo este llamado
durante un encuentro interreligioso por la paz celebrado junto al Coliseo de
Roma. Al encuentro asistieron líderes religiosos como el Patriarca Ecuménico de
Constantinopla, Bartolomé I; el Catholicos de los Armenio, Karekine II; el Gran
Imán de Al Azhar, Ahmad Al-Tayyeb; o el rabino Pinchas Goldschmidt, presidente
de la Conferencia de Rabinos europeos.
En el evento, organizado por la
Comunidad de Sant’Egidio, participó también la Canciller alemana, Angela
Merkel, quien mantuvo un encuentro horas antes con el Santo Padre en el Palacio
Apostólico del Vaticano.
Señaló que “el dolor de los otros
no nos urge. Y ni siquiera el dolor de los que han caído, de los migrantes, de
los niños atrapados en las guerras, privados de la despreocupación de una
infancia de juegos”.
“Pero con la vida de los pueblos
y de los niños no se puede jugar”, advirtió el Papa. “No podemos permanecer
indiferentes. Por el contrario, es necesario empatizar y reconocer la humanidad
común a la que pertenecemos, con sus fatigas, sus luchas y sus fragilidades”.
El Santo Padre llamó a “construir
compasión” en una “sociedad globalizada, que hace del dolor un espectáculo,
pero no lo compadece”. “Sentir con el otro, hacer propios sus sufrimientos,
reconocer su rostro. Esta es la verdadera valentía, la valentía de la
compasión, que nos lleva a ir más allá de la vida tranquila, más allá del no es
asunto mío y del no me pertenece, para no dejar que la vida de los pueblos se
reduzca a un juego entre los poderosos”.
El Papa hizo hincapié en que “la
vida de los pueblos no es un juego, es cosa seria y nos concierne a todos; no
se puede dejar en manos de los intereses de unos pocos o a merced de pasiones
sectarias y nacionalistas”.
Denunció que la guerra “se burla
de la vida humana. Es la violencia, es el trágico y cada vez más prolífico
comercio de las armas, el que se mueve a menudo en las sombras, alimentado de
ríos subterráneos de dinero”.
Citando la Encíclica Fratelli
tutti reafirmó que “la guerra es un fracaso de la política y de la humanidad,
una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal”.
Insistió, asimismo, en que es
responsabilidad de los creyentes “ayudar a extirpar el odio de los corazones y
condenar toda forma de violencia. Con palabras claras, exhortamos a deponer las
armas, a reducir los gastos militares para proveer a las necesidades
humanitarias y a convertir los instrumentos de muerte en instrumentos de vida.
Que no sean palabras vacías”, pidió.
“Menos armas y más comida, menos
hipocresía y más transparencia, más vacunas distribuidas equitativamente y
menos fusiles vendidos neciamente. Los tiempos nos piden que seamos voz de
tantos creyentes, personas sencillas e inermes cansadas de la violencia, para
que quienes tienen responsabilidades por el bien común no sólo se comprometan a
condenar las guerras y el terrorismo, sino también a crear las condiciones para
que no se extiendan”.
“Para que los pueblos sean
hermanos, la oración debe subir al cielo incesantemente y una palabra no puede
dejar de resonar en la tierra: paz”, explicó. Para seguir ese camino, afirmó,
es necesario “que purifiquemos el corazón constantemente”.
“La paz no es principalmente un
acuerdo que se negocia o un valor del que se habla, sino una actitud del
corazón. Nace de la justicia, crece en la fraternidad, vive de la gratuidad”.
A continuación, se dirigió a los
demás líderes religiosos y les rogó, “en nombre de la paz, que en toda
tradición religiosa desactivemos la tentación fundamentalista, cualquier
insinuación a hacer del hermano un enemigo”.
Fuente: ACI Prensa