6.10.21

EVANGELIO DEL DÍA

6 – Octubre. Miércoles de la XXVII semana del Tiempo Ordinario

Misioneros digitales católicos MDC

Evangelio según san Lucas 11, 1-4

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”». 

Comentario

Lucas evangelista nos dice que Jesús oraba con frecuencia. Lo hacía a menudo en lugares apartados y tranquilos. Y eso llamaba mucho la atención a los discípulos. Hay diferentes formas de dirigirse a Dios: como Creador, como Soberano, como Juez. Pero aquellos hombres que rodeaban y escuchaban a Jesús querían tener con Dios un trato similar al que veían en su Maestro, el trato confiado de un hijo con su padre.

Esto nos puede ayudar a considerar que las personas que nos rodean también podrían encontrar en nosotros maestros de oración si se sintiesen atraídos por nuestra forma de rezar. Los cristianos, de hecho, estamos llamados a ser transmisores de una tradición de oración cuyo inicio está en Jesús mismo y que ha sido hecha vida, a lo largo de más de dos mil años, por muchísimas personas que han tratado filialmente a Dios Padre.

La palabra “Padre” viene seguida, en la versión de Mateo, por “nuestro”. A Dios nos dirigimos personalmente, pero con la conciencia de que la persona vive y crece en el seno de una familia. Nadie camina solo. Nadie crece solo. Nuestra primera compañía es, lógicamente, la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo. Por eso, en el Padrenuestro expresamos el deseo de que todos reconozcan la santidad de Dios, le acojan como Padre y permitan a Cristo reinar en sus corazones, para que el amor sea motor de todos los deseos, pensamientos y obras.

No se puede tratar a Dios como Padre ignorando que tenemos hermanos. El amor a Dios y al prójimo van siempre juntos. Por eso, en el corazón de nuestra oración está también la petición del alimento que nos permite caminar y crecer como personas y que nos posibilita crecer en la comunión con los demás: acogiendo, perdonando, orando por ellos, acercándolos a Dios. Nuestro trato con el Padre incluye una expresión de abandono y confianza ante las dificultades y los ataques del enemigo: no permitas que caigamos en la tentación, no permitas que te cambiemos por nada, no permitas que pongamos a nada por encima de Ti.

Juan Luis Caballero

Fuente: Opus Dei


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