6 – Octubre. Miércoles de la XXVII semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 11, 1-4
Una vez que estaba Jesús orando
en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor,
enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando
oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos
cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque
también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en
tentación”».
Comentario
Lucas evangelista nos dice que
Jesús oraba con frecuencia. Lo hacía a menudo en lugares apartados y
tranquilos. Y eso llamaba mucho la atención a los discípulos. Hay diferentes
formas de dirigirse a Dios: como Creador, como Soberano, como Juez. Pero
aquellos hombres que rodeaban y escuchaban a Jesús querían tener con Dios un
trato similar al que veían en su Maestro, el trato confiado de un hijo con su
padre.
La palabra “Padre” viene seguida,
en la versión de Mateo, por “nuestro”. A Dios nos dirigimos personalmente, pero
con la conciencia de que la persona vive y crece en el seno de una familia.
Nadie camina solo. Nadie crece solo. Nuestra primera compañía es, lógicamente,
la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo. Por eso, en el Padrenuestro
expresamos el deseo de que todos reconozcan la santidad de Dios, le acojan como
Padre y permitan a Cristo reinar en sus corazones, para que el amor sea motor
de todos los deseos, pensamientos y obras.
No se puede tratar a Dios como
Padre ignorando que tenemos hermanos. El amor a Dios y al prójimo van siempre
juntos. Por eso, en el corazón de nuestra oración está también la petición del
alimento que nos permite caminar y crecer como personas y que nos posibilita
crecer en la comunión con los demás: acogiendo, perdonando, orando por ellos,
acercándolos a Dios. Nuestro trato con el Padre incluye una expresión de
abandono y confianza ante las dificultades y los ataques del enemigo: no permitas
que caigamos en la tentación, no permitas que te cambiemos por nada, no
permitas que pongamos a nada por encima de Ti.
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus Dei