26 – Octubre. Martes de la XXX semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 13,
18-21
Decía, pues: «¿A qué es semejante
el reino de Dios o a qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza
que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los
pájaros del cielo anidaron en sus ramas». Y dijo de nuevo: «¿A qué
compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó
y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».
Comentario
La acción santificadora del
Espíritu Santo puede pasarnos inadvertida. El crecimiento de la vida interior
es paulatino. Dios cuenta con el tiempo, conoce nuestra fragilidad y las
dificultades que van a presentarse en nuestra vida, pero la gracia, su amor, es
constante. El bien es difusivo y así es la santidad. El Señor nos pone la
imagen de las aves del cielo, que vienen a posarse en las ramas de la semilla
de mostaza que se ha hecho árbol. Igual ocurre con los hijos de Dios, si
procuran ser fieles. Muchos acudirán a ampararse en el amor de Dios que se
manifiesta en sus vidas.
Dios actúa como el fermento en la
masa. Aplica a nuestra naturaleza caída los méritos infinitos de su Redención y
la transforma, la diviniza. Así hemos de actuar nosotros en medio del mundo:
ser fermento en la masa, santificando nuestras ocupaciones diarias,
aprovechando esas circunstancias para crecer en santidad y santificar a los
demás. La santidad consiste en amar. El fermento del amor hará emerger una
nueva civilización, una nueva cultura que alboree en el mundo, llevada a cabo
por los hijos de Dios, porque, como afirma el Apóstol: 'la creación espera
anhelante la manifestación de los hijos de Dios'[2].
[1] Is,
15
[2] Rom,
19
Miguel Ángel Torres-Dulce
Fuente: Opus Dei