Dos bombas cuelgan en la basílica como testigos mudos del acontecimiento, que algunos atribuyen a una intervención divina
Carlos corzo-Adam Jones-(CC BY-SA 3.0)-composed |
Era la madrugada del 3 de agosto
de 1936 y un bombardero Fokker F-VII del ejército republicano español, lanza
cuatro misiles sobre la basílica de la Virgen del Pilar en Zaragoza.
Una cae en una de las calles
cerca de la basílica donde quedó incrustada de pie en el pavimento, haciendo
saltar los adoquines, y creando en el suelo la forma de una cruz.
Otra bomba cayó en la Plaza del
Pilar y dos en el techo del templo, dejando dos huecos bien visibles y
derramando explosivo por todo el fondo de la bóveda.
Una de estas bombas destruyó en
parte un importante marco dorado del mural de Goya en el Coreto de la Iglesia.
Sin embargo, un experto de
artillería realizó un informe en el que declaraba que las bombas estaban
diseñadas para explotar por encima de los 500 metros, y como varias personas
atestiguaron, el bombardero sobrevolaba la ciudad a una altura de 150 metros.
De todas maneras, los daños
fueron realmente poco considerables, tanto que se conservan aún los dos
boquetes que dejaron las bombas, sin ser tapados en reformas sucesivas.
También se pueden ver dos de las
cuatro bombas, totalmente intactas, muy cerca de la Santa Capilla, junto con
las banderas de hispanoamericanas de Méjico, Haití, Costa Rica, Perú y El
Salvador, por ser la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad.
Maria
Paola Daud
Fuente: Aleteia