¿Es posible una felicidad diferente a la soñada en un principio? Siempre se puede volver a comenzar, y Dios no se baja de mi barca
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La
vida matrimonial es el reflejo del amor de Dios. El amor que Dios me tiene y
que se hace carne.
Las dinámicas del amor que he vivido
en mi familia son las que luego reflejo en mi vida personal.
Por eso son tan importantes esos años de niñez y adolescencia
donde aprendo a amar.
Hay muchas personas inmaduras en su forma de amar. Viven
mendigando amor y confrontándose con los demás, en una lucha permanente.
No ser capaz de amar de forma madura
lleva al fracaso en mis relaciones personales.
Cuando compito por ser más. Cuando busco que me reconozcan siempre. cuando pretendo imponer mi voluntad en todo lo que hago. Cuando exijo comportamientos y actitudes que el otro no puede realizar.
¿Existe el amor para siempre?
Jesús me pide que ame para siempre, que no me
canse de amar, que no me ponga límites:
«Por la dureza
de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. En casa, los discípulos
volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: Si uno repudia a su mujer
y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su
marido y se casa con otro, comete adulterio».
¿Es posible amar para siempre y en
todo lugar a una misma persona? ¡Hay tantos matrimonios que fracasan!
Hay muchos amores que comenzaron bien y con el paso del tiempo
languidecieron y murieron.
¿De quién es la culpa? Mejor no buscar culpables. Simplemente
no fue todo como uno esperaba.
Lo ideal es el amor eterno
El fracaso del amor es una experiencia
dolorosa que marca para siempre. Todo amor lleva en su interior el deseo de la
plenitud y la eternidad.
Uno sueña con un amor perfecto. Y piensa que va a ser capaz de
vivirlo. Luego la vida es dura. Las personas cambian. Las circunstancias son
adversas y las cruces jalonan el camino. Comenta el papa Francisco en la
exhortación Amoris
Laetitia:
«Las familias
alcanzan poco a poco, con la gracia del Espíritu Santo, su santidad a través de
la vida matrimonial, participando también en el misterio de la cruz
de Cristo, que transforma
las dificultades y sufrimientos en una ofrenda de amor«.
La cruz de Cristo transforma mi amor y lo hace santo. Lo eleva por
encima del barro y me permite tocar el cielo.
La importancia del perdón
Creo que el amor matrimonial no se mantiene sin el perdón.
¿Es posible perdonar siempre?
¿Cómo puedo pedir perdón una y otra vez sin que parezca que no le
doy valor a ese gesto? Quiero pedir perdón y perdonar. Es el único camino, la reconciliación.
Comenta el papa Francisco:
«La
experiencia muestra que, con una ayuda adecuada y con la acción de
reconciliación de la gracia, un gran porcentaje de crisis matrimoniales se
superan de manera satisfactoria«.
Tendré que pedir ayuda si no sé
perdonar, si no sé pasar por alto las debilidades de mi cónyuge, si no sé amar
hasta el extremo sin importarme las renuncias.
Sin perdón el amor no dura siempre y el rencor
debilita el amor. Me pone en guardia y me aleja de
la persona amada. También me hace desconfiar y dejo de
creer en que las cosas pueden cambiar.
Perdonarme a mí mismo y perdonar las ofensas y creer en la bondad
del otro, en sus buenas intenciones.
El amor es frágil. Es como esa flor que se abre en un ambiente
sano y bueno y cuando se introduce la desconfianza se cierra por temor.
La desconfianza echa a perder el amor.
Volver a empezar
Quiero creer en el amor para siempre. Pero también entiendo que
haya matrimonios que fracasan y no siguen adelante.
¿Qué pasa entonces con mi vida cuando creía que esa aventura iba a
durar eternamente? Volver a comenzar, rehacer la propia vida, es una tarea
inmensa.
El corazón se siente frágil para caminar en soledad cuando ese no
era el sueño primero.
Muchas veces el final del sueño no lo busqué yo, me vino impuesto.
¿Cómo puedo llegar a perdonar el fracaso, la culpa propia o del otro?
¿Es posible una felicidad diferente a la soñada en un principio? Siempre se
puede volver a comenzar. Y Dios no se baja de mi barca por
muy doloroso que todo sea.
Cuesta asumir el fracaso y entender que las razones son dolorosas. Volver a
creer en el amor después de haber vivido la desilusión es un camino para el
resto de mi vida.
Dios siempre estará contigo
Pero es posible mirar a Dios y pensar que Él sí cree en
mí. Aun cuando sienta que he tenido mucho que ver en el
fracaso vivido. En la experiencia dolorosa de la separación.
Acepto las cosas como son, no trato de fingir que no tengo ninguna
responsabilidad. Asumo mi inmadurez y descubro lo que he
aprendido.
Puedo volver a amar. No me juzgan
los hombres, sólo Dios. La vida es larga y las experiencias dolorosas se
guardan para siempre.
Porque Dios quiso que mi amor fuera eterno. Y
yo con mi debilidad trunqué su sueño, mi propio sueño. Por eso al comenzar pedí
tanto su protección:
«Que el Señor
nos bendiga todos los días de nuestra vida. Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. Esta es la bendición
del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga. Que veas a los hijos de
tus hijos».
Es la bendición que siempre pido. Muchas veces el pecado y la
debilidad marcan mi vida. Y no es posible todo lo soñado. Pero Dios no
deja de bendecir mis pasos y confiar en mí.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia