Explica por qué ha pasado de tener 600 fieles en Benín a 8 en España
Juan Pablo López Mendía lamenta el ascenso del yihadismo pero tiene esperanza en la Iglesia africana: es alegre y coherente. |
“El mayor epicentro
de la actividad yihadista”. Así se refería el último Anuario del Terrorismo
Yihadista a los países del Sahel que, junto con Afganistán, concentran el
72% de las víctimas mortales de los atentados. Nigeria, Burkina Faso, Malí,
Camerún, Níger... Rodeado por todos ellos está Benín, un antiguo y
pequeño oasis de paz que Juan Pablo López Mendía conoce a la perfección y
que, cada vez más, sufre los estragos de la violencia islamista.
Durante 21 años, el
sacerdote ha transmitido el Evangelio en el país centroafricano, educado a la
población y ha sido testigo de grandes y frecuentes conversiones. Cuenta
a Religión en Libertad que, frente al miedo que
propugnan otras doctrinas, solo hay una alternativa: “Vivir la alegría de la fe
y transmitir la paz de Cristo”.
Sintió una llamada de Cristo a la misión: "Me pidió que lo dejara todo"
Se podría decir que el
riojano Juan Pablo López Mendía tiene el espíritu misionero en sus genes.
“Desde pequeño lo viví en familia. Tenía una tía que era hermana blanca
-Misioneras de Nuestra Señora de África, fundadas en 1869- en Burkina y Mali.
Mi padre nos sentaba a todos y le escribíamos. Era sugerente preguntar
por sitios que ni conocías ni sabías como se llamaban”, explica.
En mitad de la carrera
de Medicina, dejó sus estudios y entró al seminario de Logroño. “Había un
grupo de misioneros que me ayudó a decantarme por la misión. Yo quería ir a
América, y cuando mi antiguo formador me propuso África, lo rechacé: nueva
lengua, calores, mosquitos… Pero al final pudo él. En una oración me
dormí, y al despertar, sentí que el Señor me pedía que lo dejara todo”. Tras ordenarse
en 1988, marchó a Benín, donde permaneció 21 años.
Transmitir el Evangelio entre peligros y ritos desconocidos
Los datos oficiales
muestran que, a grandes rasgos, la población cristiana supone un 50% de
los benineses, seguido de un 30% de musulmanes y un 20% restante que
profesa la religión tradicional, animista y el vudú.
La realidad de la misión
de Mendía en el norte del país era opuesta. “Nosotros estábamos a 500
kilómetros del mar, donde los cristianos éramos el 5%. Había
una gran presencia del islam, en torno a un 70 o 75% y el 20 o 25%
restante profesaba la religión tradicional”.
Esta región, limítrofe
con Burkina Faso, también tiene una alta concentración de yihadistas que
viven al margen de la ley. Por eso sorprende la sencillez con la que
Mendía evangelizó aquella zona durante tantos años.
“Jesucristo si que ha
venido, y nos ha dicho que Él es Dios. El cristianismo no es una religión de
miedo: es `la paz con vosotros´. Y además, frente al enfrentamiento al que
nos lleva el miedo, el cristianismo es `amor a todos´”. Es por eso que en Benín
y en todo el mundo, “desde esa mentalidad, cabe nuestro anuncio de la buena
noticia de Jesucristo”.
El precio a pagar por la conversión: la ruptura familiar y separación
A lo largo de 21 años
como misionero, Mendía ha sido testigo de multitud de conversiones y
acercamientos a la fe. Una realidad con consecuencias inimaginables en
Occidente y que, sin embargo, se asume sin pensar en las repercusiones.
“Se produce una ruptura
familiar. Cuando una persona descubre a Jesucristo, les echan en
cara que sus familiares y antecesores no pertenecían a ese rito. Es una
ruptura, y siempre hay un rechazo”.
Cuenta el sacerdote que
la clave de la fe en África en general y en Benín en particular es la
coherencia y profundidad del que descubre a Cristo. “Cuando alguien quiere
bautizarse y conocer a Jesús, le lleva cinco años de catecumenado, viviendo
junto a una comunidad cristiana que verifica el cambio. Cuando sucede,
normalmente la familia del converso dice `tu ya no eres de nuestra sangre, nos
has rechazado´”.
Esto, continua el
misionero, supone la expulsión de su parte del hogar, de la propia casa
y la pérdida de la propiedad de sus tierras.
Además, los
catequistas, a quien se refiere como los “verdaderos evangelizadores”,
deben pasar nueve meses de formación en teología, liturgia o moral en
otra parte del país. “Se van con su mujer e hijos, y a su regreso, la
familia les dice que se marchen, que se han quedado sin nada”.
La fe en África: alegre, joven, profunda y coherente
Con todo, y habiendo
pasado incontables enfermedades, accidentes de coche, incomprensiones y
situaciones de riesgo, no duda en que “cada día, la alegría de la fe vivida
allí es impresionante”.
Cuenta el caso de
Abraham, un antiguo responsable de una comunidad coránica. “Acabó en uno de
nuestros pueblos y, sin siquiera estar bautizado, dijo que quería ser
sacerdote. Empezamos a acogerlo desde los 18 años y ahora es sacerdote”.
Otra figura que destaca
son los catequistas. Muchos de ellos son rechazados por sus propios
padres cuando piden ir al centro de formación. “Con el paso del tiempo, se
convierten en los verdaderos padres de toda la familia.
Por ello, destaca
que en África, “la forma de vivir la fe es mucho más profunda y
coherente”. El sacerdote ilustra su afirmación con un ejemplo. “He ido tres
semanas, fui a celebrar a las comunidades donde estuve. A las 9 de la mañana,
un martes lluvioso en época de trabajo de campo encontré 600 personas
esperándome. En España a veces tengo 8”.
“No es nada fácil,
pero se lanzan porque han descubierto a Jesús”, comenta. “Nosotros
tenemos una fe muy fácil”.
El yihadismo, un problema emergente en Benín
Recientemente, el
analista del Centro Africano de Estudios Estratégicos, Daniel Eizenga, alertaba
sobre “algunos esfuerzos del yihadismo por expandirse hasta el norte
de Benín o de Costa de Marfil”. Entre ellos, se encuentra el asesinato del provincial de los salesianos, el secuestro
del padre Arinze Madu en 2019 o la masacre de los
periodistas David Birain y Roberto Fraile en abril de 2021, entre
otros.
El misionero riojano
destaca que Benín ha pasado de ser “un pacífico oasis en medio
del caos que había alrededor, a que el yihadismo esté en pleno centro
del país”.
Recuerda que antes de
irse, Arabia Saudí financiaba y pagaba a todos los particulares que
construyesen mezquitas en sus propias tierras y residencias. Desde entonces, la
inseguridad ha aumentado de forma desproporcionada.
“Una célula yihadista
que descubrieron en nuestra zona estaba compuesta por diez personas, tres de
las cuales eran franceses que estaban formando a otros islamistas con
materiales mucho más sofisticados que el del propio gobierno”, afirma.
Destaca que, durante los
últimos años, los yihadistas ofrecen grandes sumas de dinero a la
población para unirse a sus filas. “Ocurre sistemáticamente. Se los llevan
fuera de Benín o a las zonas más islamizadas y desaparecen para no volver”.
La alegría y hablar de Cristo: soluciones para África, y también para
Occidente
Con todos estos
problemas, Juan Pablo Mendía destaca la salud, vigor y juventud de la
Iglesia en Benín.
“La clave está en
que la Iglesia es joven porque descubre que Dios es el camino que
hay que elegir. Es paz y felicidad y eso no lo dan otras opciones fundadas
sobre el miedo. Jesucristo es un verdadero liberador”.
Ahora, como sacerdote
diocesano en La Rioja, trabaja por encontrar la solución a las necesidades
propias de su diócesis y de la Iglesia en España.
La principal, afirma,
“es la alegría de la fe. Que nos la transmitamos en España. De
política y religión no se habla, y eso está mal. Como cristianos tenemos que
hablar y transmitir la fe. Llevamos dos años hablando del Covid, pero
¿y de Cristo?”, plantea.
José María Carrera
Fuente: ReL