Vivir en la tierra y al mismo tiempo en el cielo, probar la salvación estando en el mundo
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Jesús quiere que me salve con el mundo, porque en su cruz
todo el mundo ha sido ya redimido.
Quiere que ame a los hombres en este
mundo. Quiere que me vincule con el corazón en paz. Decía el
padre José Kentenich:
«Me está
permitido vincularme a personas y a cosas. A bienes y posesiones, a poder y
prestigio. Me está permitido vincularme a ello. Es sano y normal que así sea.
Debo reconocer realmente el sentido de las cosas, experimentarlo de forma sana,
es decir, experimentar el proceso de vinculación. Pero debo
experimentar también el proceso orgánico de traspaso«.
King, Herbert. King Nº 2 El Poder del
Amor
Soy capaz de vivir apegado al mundo y al
mismo tiempo libre de
sus esclavitudes. Apegado a su verdad que me hace libre y rechazando esas
mentiras que me esclavizan.
Libre de mentiras
No soy más cuando más tengo, mis
posesiones no me hacen libre ni feliz. Tampoco soy más feliz cuando me siento poderoso.
El poder no me salva, muchas veces es una carga que me hunde en la
ansiedad y en el stress.
No quiero perder lo que poseo. El poder es tentador. Por eso no
quiero aferrarme al cargo que tengo o a los bienes que poseo.
Ni el poder ni los bienes me hacen
feliz. Son medios para una felicidad mayor, para un amor
más grande.
Apegado a la verdad
Por eso me vinculo con libertad y
lo pongo todo a disposición de los hombres. Los entrego con paz en el alma cuando los
voy a perder.
No me ofusco pretendiendo retener lo que quieren quitarme. Todo es don,
gratuidad.
Vivir así me da paz. Mi reino tampoco es de este mundo. Por eso
vivo en el presente sabiendo que todo es pasajero.
Y al mismo tiempo no dudo de la promesa que Dios me hace:
«Jesucristo
nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en
un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre».
Las raíces y las alas me llevan a
Dios
Soy parte de su reino. Nada de lo que sucede se pierde.
Todo importa, todo vale. Vivo con raíces que me atan a la tierra. Y con grandes
alas en mi espalda que me elevan al cielo.
Esa forma de vivir es la que deseo. Vivir anclado y
desapegado. Vivir en la tierra y en el cielo.
Con amor concreto y limitado a lo que me rodea, a todos a los que
amo. Y con un amor muy hondo a Dios que me llamará un día para estar a su lado.
Mi reino no es de este mundo. Y al mismo tiempo comienza en el
presente y en este mundo concreto que ahora habito.
Todo tendrá un sentido en el plan de Dios que desconozco. Sólo
quiero ser fiel en los pasos que doy por esta vida. Sin amarguras, sin penas,
sin angustias.
Como Jesús
A Jesús lo condenan después de haber amado a todos. Yo sigo sus
pasos y siento que mi camino es también el suyo.
Cuando recibo halagos no me siento más valioso. Cuando me critican
no me siento peor. Trato a los dos como impostores. Y sigo amando
en el presente.
Jesús en su vida sólo hizo el bien. Amó a los suyos. Perdonó los
pecados. Curó enfermedades.
Comió con pecadores y publicanos. Predicó un camino de salvación,
palabras llenas de vida y esperanza.
Amó en lo humano los corazones rotos. No condenó a nadie, sólo
perdonó al que estaba lejos de Dios.
Salvó a los perdidos. Orientó por el buen camino a los que no
creían en nada. Fue un motivo de esperanza para los desesperanzados.
Testigo de la verdad
Pero parece que eso no basta. Muchos ven en Jesús
un peligro. Sus palabras, sus afirmaciones, sus gestos
rebeldes.
Parece un desestabilizador. Mejor acabar con Él. No ha hecho nada
grave, pero es
una amenaza.
Los fariseos, los escribas, están bien como están. No quieren
perder la posición que tienen, su poder.
Les ha llamado Jesús sepulcros blanqueados. Como si ellos no
fueran depositarios de la verdad de Dios. No pueden tolerarlo.
Deciden entonces acabar con Él. Mejor así, que muera un
justo por el bien de todos.
Mi corazón se entristece. Su muerte me violenta. Jesús ha venido a
rescatarme de mis esclavitudes y de mis mentiras:
«Para esto he
venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad
escucha mi voz».
Es testigo de la verdad. De la
plenitud a la que me llama. Eso mismo es lo que yo quiero ser.
Jesús no quiere que me aparte del mundo, quiere que viva en él
siendo yo distinto. Quiere que me salve estando en el mundo y al mismo tiempo
siendo del cielo.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia