19 – Noviembre. Viernes de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 19,
45-48
Después entró en el templo y se
puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: “Mi casa será
casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”». Todos
los días enseñaba en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los
escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no
sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.
Comentario
Jesús, el atrevido, el osado, que
entra en el atrio del templo, comienza con diatribas, palabras, insultos y
gestos contra los cambistas, a expulsar a mercaderes, que lo han convertido en
una “cueva de ladrones”. Los pobres, compradores expectantes de aquel gesto
profético, debieron quedar perplejos y en su interior le aplaudirían porque
nadie hasta entonces, desde los profetas, se había atrevido a tal acción
denunciadora. No era extraño que los sacerdotes buscasen cómo deshacerse de
Jesús y acabar con Él de una vez por todas. Pero el pueblo sencillo estaba
pendiente de Él, escuchándolo.
Ya decía el suizo Henry F. Amiel:
“Tu cuerpo es templo de la naturaleza y del espíritu divino. Consérvalo sano;
respétalo; estúdialo, concédele sus derechos”. ¡Cuánto maltrato, cuánta muerte,
de los templos vivos de Dios se produce cada día en los demás, de una y mil
formas!
Curiosamente vemos a Jesús
yendo muchas veces al Templo, en él predica y ora, pero nunca le vemos
ofreciendo sacrificios ni ofrendas. Él bien sabía que cada uno somos Templos
vivos de Dios, que de vez en cuando necesita reparación, limpieza interior,
espacio para la acogida del Dios Padre y de los demás. Él se sabe a sí mismo
como Templo vivo de Dios, que un día, por este y otros muchos gestos,
destruirán y que su Padre Dios restaurará, resucitará.
Pero la tentación sigue ahí.
Convertir los templos, el nuestro propio también, en lugar de negocio,
regresando así a los rituales del Antiguo Testamento. Debemos esforzarnos por
luchar, hasta superarla, tal tentación.
Fuente: Dominicos





