Pidamos al sagrado Corazón la gracia de ser capaces de consolar
Aciprensa |
El Papa Francisco celebró en la
mañana de este viernes 5 de noviembre la Santa Misa en la Facultad de Medicina
y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, junto al Policlínico
Universitario Agostino Gemelli, con motivo del 60 aniversario de su
inauguración.
A continuación, el texto de la homilía del Papa Francisco:
“En el momento de conmemorar con
agradecimiento el regalo de esta Sede de la Universidad Católica, quisiera
compartir algunos pensamientos con motivo de su nombre. Está intitulada del
Sagrado Corazón de Jesús, al cual está dedicado este día, primer viernes del
mes. Contemplando el Corazón de Cristo podemos dejarnos guiar por tres
palabras: recuerdo, pasión y consuelo”.
“En las prisas de hoy, entre
miles de carreras y continuos afanes, estamos perdiendo la capacidad de
conmovernos y de experimentar la compasión, porque estamos perdiendo este
volver al corazón, es decir, el recuerdo, la memoria”.
“Sin memoria se pierden las
raíces, y sin raíces no se crece. Nos hace bien alimentar la memoria de quien
nos ha amado, sanado, aliviado”.
“Quisiera renovar hoy mi
‘gracias’ por los cuidados y el afecto que recibí aquí. Creo que en este tiempo
de pandemia nos hace bien hacer memoria también de los períodos de mayor
sufrimiento: no para entristecernos, sino para no olvidarnos y para orientarnos
en las decisiones hacia la luz de un pasado muy reciente”.
“Pero ¿cómo funciona nuestra
memoria? Simplificando, podemos decir que recordamos a alguien o algo cuando
nos toca el corazón, cuando se liga a un afecto particular o a una falta de
afecto”.
“Entonces, el Corazón de Jesús
cura nuestra memoria porque nos llega al afecto fundacional. La enraíza en una
base más sólida. Nos recuerda que, a pesar de cualquier cosa que nos suceda en
la vida, somos amados. Sí, somos seres amados, hijos que el Padre ama siempre
y, por lo tanto, hermanos por los que Corazón de Cristo palpita. Cada vez que
escuchamos al Corazón, nos descubrimos ‘enraizados y fundados en la caridad’,
como dijo el Apóstol Pablo en la primera Lectura”.
“Cultivando esta memoria, que se
refuerza cuando hablamos de tú a tú con el Señor, sobre todo cuando nos dejamos
mirar y amar por él en la adoración. Pero también podemos cultivar entre
nosotros el arte del recuerdo, haciendo tesoro de los rostros que encontramos”.
“Pienso en los días agotadores en
el hospital, en la universidad, en el trabajo. Nos arriesgamos a que todo pase
sin dejar huella o que nos quedemos sólo con la fatiga y el cansancio. Nos hace
bien, por la noche, hacer resumen de los rostros que hemos encontrado, de las
sonrisas que hemos recibido, de las buenas palabras”.
“Son recuerdos de amor y ayudan a
nuestra memoria a encontrarse a sí misma. Que nuestra memoria se encuentre a sí
misma. ¡Qué importantes son estos recuerdos en los hospitales! Pueden dar
sentido a la jornada de un enfermo. Una palabra fraterna, una sonrisa, una
caricia en el rostro: son recuerdos que se quedan dentro, que hacen bien al
corazón. ¡No olvidemos la terapia del recuerdo! Hace mucho bien”.
“Pasión es la segunda palabra.
Pasión. La primera es la memoria, recordar. La segunda es Pasión. El Corazón de
Cristo no es una devoción pía para sentir un poco de calor dentro, no es una
imagen tierna que suscita afecto. No es eso, no. Es un corazón apasionado,
basta leer el Evangelio, un corazón herido de amor, destrozado por nosotros en
la Cruz”.
“Hemos escuchado cómo el
Evangelio nos habla: ‘Una lanza le golpeó en el costado y al instante surgió
sangre y agua’. Atravesado, se entrega; muerto, da la vida. El Sagrado Corazón
es el icono de la Pasión: nos muestra la ternura visceral de Dios, su pasión
amorosa por nosotros y, al mismo tiempo, coronado por la cruz y rodeado de
espinas, hace ver cuánto sufrimiento ha costado nuestra salvación. En la
ternura y en el dolor, el Corazón revela cuál es la pasión de Dios: el hombre,
nosotros”.
“¿Y cuál es el estilo de Dios?:
cercanía, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios: cercanía, compasión y
ternura”.
“¿Qué nos sugiere esto? Que, si
queremos de verdad amar a Dios, debemos apasionarnos del hombre, de todo
hombre, sobre todo de aquel que vive la condición en la que el Corazón de Jesús
se ha manifestado: el dolor, el abandono, el descarte. Sobre todo, esta cultura
del descarte que vivimos hoy”.
“Cuando servimos al que sufre,
consolamos y alegramos al Corazón de Cristo. Un pasaje del Evangelio nos
impacta. El evangelista Juan, precisamente en el momento en el que describe el
costado traspasado, de donde surge sangre y agua, da testimonio para que
creamos”.
“San Juan escribe que en aquel
momento se produce el testimonio. Porque el Corazón destrozado de Dios es
elocuente. Habla sin palabras, porque es misericordia en estado puro, amor que
es herido y que da la vida. Es Dios con la cercanía, la compasión y la
ternura”.
“¡Cuántas palabras decimos de
Dios sin dejar que transpire amor! Pero el amor habla por sí mismo, no habla de
sí. Pidamos la gracia de apasionarnos del hombre que sufre, de apasionarnos del
servicio, porque la Iglesia, antes que tener palabras que decir, custodia un
corazón que late de amor. Antes de hablar, que aprenda a custodiar el corazón
de amor”.
“La tercera palabra es consuelo.
La prima era memoria, la segunda pasión, la tercera consuelo. Indica una fuerza
que no viene de nosotros, sino que está con nosotros. De ahí viene la fuerza.
Jesús, el Dios con nosotros, nos da esta fuerza, su Corazón da valentía en la
adversidad. Muchas incertezas nos asustan: en este tiempo de pandemia nos hemos
descubierto más pequeños y frágiles”.
“A pesar de tantos progresos
maravillosos, se ve también en el campo médico: cuántas enfermedades raras y
desconocidas. Cuando encuentro en las Audiencias personas, sobre todo niños,
niñas y pregunto que de qué está enfermo, me responden: ‘De una enfermedad
rara’. Cuántas hay hoy”.
“Cuánto cansancio para perseguir
patologías, en las estructuras sanitarias, en una sanidad que sea de verdad
como debe ser, para todos. Podemos desanimarnos. Por esto necesitamos consuelo.
El Corazón de Jesús late por nosotros rimando siempre estas palabras: ‘¡Ánimo!
¡No tengas miedo!’. Ánimo, hermana, ánimo, hermano, no desfallezcas, el Señor
tu Dios es más grande que todos tus males, te toma de la mano y te acaricia. Es
cercano a ti, es compasivo, es tierno. Él es tu consuelo”.
“Si miramos la realidad a partir
de la grandeza de su Corazón, la perspectiva cambia, cambia nuestro
conocimiento de la vida porque, como nos ha recordado San Pablo, conocemos ‘el
amor de Cristo que supera todo conocimiento’. Animémonos con esta certeza, con
este consuelo de Dios”.
“Y pidamos al sagrado Corazón la
gracia de ser capaces, a su vez, de consolar. Es una gracia que se pide
mientras nos comprometemos con valentía a abrirnos, a ayudarnos, a llevar los
unos los pesos de los otros. Vale también para el futuro de la santidad, en
particular de la santidad ‘católica’: compartir, ayudarse, andar adelante
juntos”.
“Que Jesús abra los corazones de
quienes se preocupan por los enfermos con colaboración y cohesión. A tu
Corazón, Señor, encomendamos la vocación del cuidado: haz que se sienta querida
toda persona que se acerque a nosotros en la necesidad”.
Fuente: ACI Prensa