No necesito fotografiar o contar todo lo que he hecho para que alguien lo recuerde, Dios lo ve
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Parece
que si algo no hace ruido no existe.
Un árbol cae en el bosque y hace ruido. Lo escucho, lo veo caído y
existe. Mil árboles crecen en silencio. No veo su crecimiento, no noto los
cambios. Es como si no crecieran.
Si no tengo foto de un momento
especial en mi vida es como si no hubiera ocurrido.
Intento retener todos mis momentos, todas mis experiencias. Guardo
los recuerdos como
algo sagrado.
Si no hay foto es como si no existiera. Pero mi recuerdo, el del
corazón, hace posible que siga existiendo, aun sin poder verlo plasmado en una
foto.
El silencio también tiene un valor
Si no
hablo y doy mi opinión en un encuentro es como si no hubiera estado presente. No
tengo nada que decir, pero sí escucho.
Escuchar es importante, pero lo que queda es lo que alguien dijo,
lo que gritó, lo que pidió. Mi escucha silenciosa no queda registrada en
ninguna parte. Nadie toma nota de mis silencios, nadie los anota.
Así de duro puede ser vivir esta vida. No quiero olvidar lo que
asegura Gregorio de Nisa:
«Gracias al
silencio, aprendemos el arte de hablar».
Cardenal Robert Sarah, La fuerza del silencio,
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¿Lo que no está en las redes
sociales no existe?
Cuanto más
sepa escuchar hablaré con más verdad y más prudencia.
Me puede gustar lo que haces, puedo
amar lo que vives, puedo agradecerte por lo que me entregas, pero si no te lo
digo, si no lo expreso, si no lo manifiesto con voz audible, es como si tu
entrega no valiera la pena o como si nunca hubiera sucedido.
Es duro el
silencio que se guarda. Son duras las omisiones cuando
dejo de hacerle un bien a mi hermano.
Tengo claro que la conversación que no
queda grabada, parece que nunca tuvo lugar.
El encuentro que decidió mi vida, ese
que sucedió en la intimidad de mi cuarto, si yo lo olvido, al no estar
registrado en ninguna parte, es como si no existiera.
Existo cuando
aparezco en la foto, en el video. No existo cuando callo y
no se me ve por ningún lado.
Mi silencio en
las redes sociales es prueba de mi inexistencia.
Afán por aparecer
La ausencia de palabras en mi alma puede ser síntoma de mi pudor,
de mi vergüenza o puede deberse a mi miedo a decir lo que pienso.
No hacer ruido y pasar desapercibido por esta
vida no está de moda. Me dicen que haga ruido, que grite, que diga lo que
pienso.
Me animan a no ser cobarde y decir mi punto de vista, y manifestar
así mi forma de vida.
Quiero existir en este mundo en el que
se valora todo lo que se ve, lo que se lee, lo que se oye.
Si no te digo lo que hice puede que el mundo lo olvide. Si no te
escribo lo que siento puede que muera el sentimiento sin ser conocido.
Un gran descubrimiento
El amor que nadie conoce es como si no existiera, pero existe. Es que resulta que lo
oculto existe, ese es el gran descubrimiento del que mira la vida
con el corazón.
Hay vidas entregadas en silencio, muertes silenciosas, gestos de
amor heroico que nadie ve.
No necesito contarte todo lo que he
hecho para que alguien lo recuerde. Dios lo ve. Y con eso me
basta.
¿O no es suficiente?
Sí, lo es, lo que de verdad cambia el mundo son gestos
ocultos de los que nadie habla.
No hace falta contar todo lo que hago. No es
necesario decir que amo para estar amando. No por verme en una
foto estuve en ese sitio.
Mi anonimato tiene un valor grande. El silencio vale mucho. No la omisión, porque
supone no hacer lo que deseo, lo que vale.
No hace falta difundirlo todo
Son mis obras ocultas las que existen
aunque no hable de ellas. No necesito que me agradezcan todo lo que
he hecho.
Y no es necesario que el mundo sepa lo
bueno y caritativo que soy. Mi generosidad puede permanecer callada y no pasa
nada. El
bien ya está hecho.
No tengo que
saber todo lo que haces ni dónde estás en cada momento. Y no por no
saberlo puedo pensar que haces algo malo.
No saber algo no es tan malo, me da
paz. La ignorancia, dice el dicho, es atrevida.
Porque el que no sabe las posibles
consecuencias de sus actos es más audaz que aquel que conoce lo que le puede
pasar.
El poder de lo oculto
Permanecer oculto salvando el mundo tiene más valor que hacerlo
dando voces.
No valen más los tres años de vida pública de Jesús que esos treinta
años oculto en Nazaret en los que vivió amando oculto, en
silencio.
Todo tiene el mismo valor. Lo que se
ve y se hace público. Lo que se guarda en alma como un tesoro privado.
No por no contar algo deja de tener valor. Y no necesariamente mi
vida guardada es menos valiosa que mis gestos públicos. Vale todo lo mismo y
todo importa.
Estoy construyendo el reino de Jesús con mis palabras, con mis
silencios, con mis gestos conocidos y con las obras de amor silenciosas que voy
viviendo.
El ruido no es lo importante, sino el
gesto de enterrar la semilla bajo la tierra y dejar que
crezca sin hacer mucho ruido.
Lo que no sé sigue siendo importante. Y lo que no cuento nunca voy
a olvidarlo.
El amor que vivo es real, aunque otros no lo sepan. El amor que
doy sin que se note. O mi vida partida sin que otros lo valoren.
Amar doliendo muy dentro, sin gritar por ello. Acompañar al que
sufre aunque nadie lo sepa.
Que nadie tenga que saber lo que he entregado. No tiene valor
la vida sólo cuando se ve.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia





