Don Benito acaba de recibir un Galardón Alter Christus por su dedicación a los enfermos de COVID
| Don Benito Rodríguez, galardón Alter Christus por su dedicación a los enfermos de COVID |
Don Benito Rodríguez acaba de recibir uno de los Galardones Alter
Christus que entrega el Regnum Christi por su dedicación a los enfermos de
COVID durante la pandemia. Este sacerdote es capellán en el hospital Álvaro
Cunqueiro, de Vigo, donde optó por no abandonar a los enfermos de coronavirus y
atender también con su cariño al personal sanitario, que se encontraba aislado
de sus familias y sobrecargado. Toda una experiencia en la que los capellanes
de hospitales, que algunos políticos desean suprimir, han demostrado no solo
que son necesarios sino imprescindibles. En esta entrevista, entre otras cosas,
comparte cómo experimentó esta llamada a vivir junto a los enfermos durante el
confinamiento: “En la oración de la mañana sentí que era una solución quedarme
para que los capellanes no se contagiaran al mismo tiempo, alguno ya es mayor,
otros viven con sus padres”.
- ¿Cómo sintió la llamada a esta misión en los hospitales?
- Estoy contento de ser sacerdote. No busco lugar ni cargo, pero
es una responsabilidad estar atento a la voluntad de Dios. Recuerdo que llevaba
casi siete años de párroco, y al mismo tiempo un año de director espiritual del
Seminario menor, cuando el obispo me pidió que asumiera ser capellán por dos
meses para cumplir con el Convenio, pues uno se daba de baja. Y de dos meses a
20 años cubriendo un servicio de una vacante. Unos años después de ser nombrado
coordinador del servicio religioso y los últimos siete sigo también como
delegado diocesano de la Pastoral de la Salud. Siempre fui párroco. Una vez que
asumes el envío, te vas preparando mejor y aprendiendo de otros a responder más
y mejor servicio.
- ¿Por qué decidió quedarse
las 24 horas en el hospital durante la pandemia?
- Cuando el Gobierno decidió el Estado de alarma, ese viernes me
tocaba entrar de guardia en el hospital. En la oración de la mañana sentí que
era una solución quedarme para que los capellanes no se contagiaran al mismo
tiempo, alguno ya es mayor, otros viven con sus padres. Por tanto, sentí tanta
paz y confianza que le escribí un mensaje a todos y que no se preocuparan de
mí, que rezaran y guardemos las medidas sanitarias. Cuando también le informé
al obispo le dije que me quedaba en el campo de batalla, no tenía nada que
perder, y ojalá mi ofrenda diera frutos de más vocaciones, que me encomendara a
las oraciones porque no soy tan bueno y quiero ir al cielo, que no está vacío.
Que dejaba los libros parroquiales al día, las cuentas aprobadas y los
inventarios. No recuerdo lo que me dijo el obispo, acabé llorando, estaba
emocionado porque sentía mucha paz interior, un privilegiado…. Pasado un tiempo
buscaba un sacerdote, esperaba que alguno ingresara por otro motivo para
compartir y confesarme.
- En medio del dolor y
desconcierto, ¿qué palabras transmitía a los pacientes y al personal sanitario?
- ¿Palabras? Muchas. Soy charlatán y con humor quería despistar
para sacar hierro al asunto… evitaba decir ánimo sin verdad, me gustaba la
letra de la canción Resistiré, recordaba textos bíblicos de la liturgia diaria…
Pero la palabra más valiosa era la que no decía: mi alegría serena, confianza
en Dios y la ayuda de la Virgen… Me veían en todos los pasillos, iba a las
zonas COVID a rezar en la puerta, buscaba enfermos no COVID… Me dolía cómo el
miedo paralizaba y no solicitaban los servicios religiosos… Mi presencia ya era
un mensaje claro: no estás solo, no tengas miedo, solo Dios basta.
- ¿Dónde pudo ver a Cristo
durante ese tiempo?
- En el silencio contemplativo delante del Sagrario. Fueron muchas
horas, una tanda de ejercicios prolongados… organizarme, pues estaba convencido
que no iba a salir del hospital, en el caos no puede estar Dios, mejor lograr
un orden. Lo veía en los gestos de generosidad del personal a familiares y
pacientes. Me sonaba a Evangelio vivido el observar a los administrativos e
investigadores que seguían en sus laboratorios y puestos de atención al público
sin público presencial y muchas llamadas de teléfono. Impresionaba mucho y eran
vitamina F (fe) los encuentros con los creyentes coherentes, la paz y esperanza
que transmitían celebrar con calma los sacramentos y la intercesión por otros.
También en las conversaciones espontáneas, saludos diarios que creaban
familiaridad, buen ambiente en el personal… me veían como el que estaba e,
incluso, despertaba curiosidad por mi talante y ponían interés por mí si
necesitaba cosas a nivel personal. Ubi caritas…
- ¿Cómo es la labor de un
capellán en el hospital? ¿Por qué cree que es importante la presencia de este
para los pacientes?
- Es ser presencia samaritana en nombre de Cristo y de la Iglesia.
El objetivo es conocer y tratar con escucha empática a las personas enfermas,
familiares y sanitarios. Hacer presente y lograr familiaridad, confianza. Por
eso empezamos la guardia poniendo en oración nuestra disponibilidad de servicio
para escuchar, orar, celebrar la Eucaristía diaria y los sacramentos de la
curación (Penitencia y Unción de enfermos), alguna vez bautizar a neonatos,
hacer las visitas solicitadas y otras para presentar nuestro servicio de atención
religiosa.
» En el hospital estamos en contacto con los servicios sociales,
además de presentes en encuentros formativos, despedidas de personal que se
jubila y en las graduaciones de los MIR. Es importante la presencia porque es
un derecho fundamental de los enfermos y personas impedidas, un derecho humano
que se debe garantizar y facilitar a toda persona que lo demanda y al menos que
se le ofrezca. En la soledad del hospital la cabeza anda más que los pies, y el
corazón se inquieta buscando paz también para esta etapa final de esta vida. No
importa la edad, sino la apertura al Espíritu. En España tenemos regulado este
derecho-deber regulado en unos Convenios de trabajo asistencial religioso en
cada Comunidad Autónoma. Insisto: es necesario que se demande y se denuncie
cuando no se facilite este servicio.
- ¿Qué nos ha enseñado la
pandemia para vivir nuestra fe?
- Muchas cosas. Lo primero recuperar una visión providencial: todo
es gracia, no estamos solos, sin el Señor poco podemos. ¿Dónde hemos dejado a
Dios que ya no influye y configura el modo de actuar coherente? La soberbia es
un camino de muerte. También nos ha enseñado a redescubrir la ley natural para
vivir felices en un orden moral básico: un orden establecido por Dios que
ahorra “que te quede mal cuerpo cuando actúas contra natura”.
» Por supuesto, a valorar la familia y a cada uno de sus miembros
cooperando a la buena convivencia cuidando los vínculos internos y los
comunitarios. Nadie vive solo, nos necesitamos.
» A esto hay que añadir el deseo de formarse más y leer para
evitar fanatismos, supersticiones, ocurrencias pías. Hay que vivir de
esperanza. No todo esta perdido, hay señales de algo grande en personas que han
perseverado pasando de la queja al agradecimiento. Aprender orar orando en los
límites.
» Y finalmente el retorno a la comunidad concreta buscando la
Palabra como luz para las decisiones en el camino; los sacramentos vistos como
encuentros necesarios para creer y ver; la caridad como expresión de la fe en
la vía publica sin protagonismos.
- Los jóvenes, usted que es
delegado de juventud de la diócesis de Vigo, ¿qué lectura han sacado de la
pandemia?
- Fui delegado de juventud un tiempo, ahora no. Algunos jóvenes
han desarrollado diversión alternativa al botellón: grupos de amistad y
servicio a los demás. Otros se han mantenido en su individualismo hedonista y
sin compromiso que no moderan sus pasiones de hacer la fiesta rompiendo las
normas, no reconocen la autoridad policial ni sanitaria. Aumenta el vacío del
alma por construirse la vida sin referencias que ayuden a madurar y
responsabilizarse de su libertad en el actuar bien y mal asumiendo las
consecuencias.
- ¿Nos puede recomendar un
pasaje del Evangelio?
- Recomiendo tres. Por un lado el buen samaritano: encontrarse de
improvisto y reaccionar sin pasar de largo, la necesidad nos llama, exige una
respuesta adecuada y generosa.
» Por otro lado, la pasión según san Lucas: la que cuenta el
dialogo con Dimas, invitando a a ser libre para optar por Cristo y gozar de su
respuesta promesa.
» Y finalmente el pasaje de Bartimeo que grita cada vez más fuerte
por Jesús y los que le acompañan lo mandan callar e impiden acercarse, pero qué
alegría da que escuchando a Jesús nosotros nos convertimos en puente,
acercadores a Jesús y compartimos la gracia siempre nueva de seguirle en la
vida.
Clara Mollá
Fuente: ReL





