De sus cartas, de Crónicas de Narnia, de sus ensayos teológicos, con Jesús en el centro
C.S.Lewis |
C.S.Lewis, el popular autor de Crónicas de Narnia y de Mero Cristianismo, contemplaba con
asombro religioso y maravilla la Navidad cristiana, mientras le agobiaba
sobremanera la Navidad consumista.
En un artículo de 1957 titulado "Lo
que la Navidad significa para mí", dejó claro que "la
idea de que no sólo todos los amigos sino todos los conocidos deberían darse
regalos unos a otros, o al menos enviarse postales, es bastante moderna y nos
la han impuesto los tenderos".
En una carta personal explicó que él no
enviaba postales y que no hacía regalos, excepto a niños.
Sin embargo, la Navidad sí le inspiraba
profundamente a nivel espiritual.
Escribió al menos dos poemas sobre Navidad: "La
Natividad" y "El cambio de la marea". Repetía
que el nacimiento de Jesús fue "el evento central de la historia en la
Tierra" y que la Encarnación, que Dios se hiciera niño, tomando la
debilidad de la carne humana, era "el Gran Milagro". Y trató de
expresarlo en varios de sus libros, tanto en el ciclo de cuentos de Narnia como
en sus reflexiones teológicas. Lo mostramos aquí con una selección de 10
frases.
1. "Una vez en nuestro mundo, un establo tuvo
algo dentro que era más grande que todo nuestro mundo"
Lo leemos en La Última Batalla, el libro
final de las Crónicas de Narnia, cuando lo que parecen luchas entre facciones
desembocan en un final cósmico. Cae el escenario del mundo, y se revela la
grandeza de su Autor, escondido bajo lo humilde.
2. “El Hijo de Dios se hizo hombre para permitir a los
hombres llegar a ser hijos de Dios"
Lo escribe así en su libro clásico de presentación de
la creencia cristiana, Mero cristianismo, que nació como unas
charlas radiofónicas durante la Segunda Guerra Mundial. En realidad es un eco
de lo que dicen los teólogos clásicos, incluso en el Catecismo de la Iglesia
Católica en el párrafo 460. "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para
hacernos Dios", decía San Atanasio de Alejandría en De
Incarnatione, 54. "El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos
partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que,
habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres", proclamaba
Santo Tomás de Aquino, como se lee en la festividad del Corpus.
3. "En la historia cristiana, Dios desciende para
re-ascender. Él baja. De las alturas del Ser Absoluto, baja al tiempo y al
espacio, abajo, con la humanidad”
Lo escribió en Los milagros, libro de
1947, revisado en 1960. En él criticaba los dogmas del naturalismo (la doctrina
que pontifica que sólo existe lo que se rige por las leyes de la naturaleza,
materia y energía). La Encarnación era para él la entrada del Autor del mundo,
desde fuera del mundo, hacia dentro del mundo.
4. "El Ser Eterno, que todo lo sabe y que creó el
universo entero, se hizo no sólo un hombre sino, antes, un bebé, y antes de
eso, un feto dentro del cuerpo de una mujer... Si quieres reflexionar sobre
ello, piensa si te gustaría convertirte en una babosa o un cangrejo".
Es otra de sus reflexiones en Mero
cristianismo, libro dirigido a personas que no han pensado mucho antes en
la fe. Recuerda que la Encarnación implica un abajamiento en dignidad. En otras
obras como Cartas del diablo a su sobrino recuerda que podría
ser que los demonios, seres de puro espíritu e intelecto, se hubieran rebelado
contra Dios precisamente por desprecio a la carne y la materia, y a la idea de
que Dios mismo se encarnara, o de que creara a los hombres, espíritus
encarnados.
5. "Dios podría, si así lo hubiera querido,
haberse encarnado en un hombre de nervios de acero, el tipo de estoico que no
deja que se le escape ni un suspiro. En su gran humildad, Él escogió encarnarse
en un hombre de sensibilidad delicada, que sollozó en la tumba de Lázaro y sudó
sangre en Getsemaní"
Esta frase la usó en una carta de su correspondencia
personal, insistiendo en la necesidad de aceptar la plena humanidad de Cristo,
también con sensibilidad y sentimientos.
6. "Algunos dibujos de Papá Noel en nuestro mundo
le hacen parecer sólo alegre y risueño. Pero ahora que los niños se paraban a
mirarlo en la realidad, no lo veían así. Era tan grande, y tan alegre y tan
real, que todos se quedaron bastante quietos. Sentían alegría, pero también
solemnidad".
Así es como ven los niños Pevensie a Papá Noel en
medio de sus aventuras invernales en Narnia, donde una bruja malvada ha
cubierto de nieve y ventiscas la tierra. "Siempre es invierno, pero
nunca Navidad", dicen, contundentes, los narnianos que sufren su tiranía.
Pero con la aparición de Papá Noel, todo cambia. Como el León Áslan, como el
río, como el mar, como Júpiter, hay en él algo a la vez solemne y jovial. Hay
alegría en el Niño Dios, pero también reconocimiento de su realeza y poderío.
7. "Mi hermano escuchó a una mujer en el autobús
decir, cuando el bus pasaba junto a una iglesia con un pesebre fuera: 'quieren
meter la religión en todo, fíjese, ahora ¡incluso en la Navidad!'"
Lewis escribió esto en una carta personal en los años
50 o 60; ¿qué habría escuchado en nuestros días? En una encuesta inglesa de 2012, nueve de cada diez
encuestados sabían que María puso a Jesús en un pesebre, pero sólo uno de cada
diez sabía que los Reyes Magos viajaron desde Oriente siguiendo una estrella
hasta Jerusalén (en Inglaterra saben poco de los Reyes Magos).
8. "Y entonces gritó: '¡Feliz Navidad,
larga vida al verdadero Rey!' Y él y el reno desaparecieron de la
vista antes de que nadie se diera cuenta"
Este grito de Papá Noel en el primer libro de Narnia
es hoy tan subversivo como la rebelión de los niños Pevensie y
los narnianos contra la tiranía de la Bruja Blanca. Celebrar la Navidad
implica celebrar también la realeza del Niño. Al reconocer a nuestro
verdadero Señor, podemos alzarnos y desafiar a los falsos señores y tiranuelos
que nos intentan oprimir, adormecer y esclavizar.
En la película la alusión es mucho más débil:
"Larga vida a Áslan, y feliz Navidad"; Áslan es el verdadero rey de
Narnia. Pero la película no se atreve a decir, como Papá Noel en el
libro: "larga vida al verdadero Rey"
9. "Fue hermoso en dos o tres noches seguidas en
los Días Santos ver a Venus y Iove (Júpiter), brillando el uno al otro, con la
Luna justo entre ellos: Majestad y Amor enlazados por la Virginidad, ¿qué
podría ser más apropiado?"
Este párrafo de una carta personal refleja su interés
por la simbología literaria de los planetas, que toma de la tradición medieval
que él estudiaba y que usó en su Trilogía de Ransom o Trilogía del Espacio,
pero también, más sutil, en Narnia, como estudió Michael Ward, antiguo clérigo anglicano, hoy
católico.
10. "Encontramos en nuestro Libro [anglicano] de
Oración que el Salmo 110 es uno de los designados para el Día de Navidad. Quizá
al principio esto nos sorprenda. No hay nada en él sobre paz y buena voluntad,
nada que remotamente nos sugiera al establo de Belén... La noticia no es 'paz y
buena voluntad' sino: "cuidado, ¡ya viene!"
Lewis escribió esto en sus “Reflexiones sobre los
salmos". Efectivamente, es un salmo que probablemente inquietó al
cruel rey Herodes el Grande, siempre buscando conspiradores contra él
("quebrantará a los reyes en el día de su ira"):
Cuando se reza con el Salmo, salen sus significados
navideños. "Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu
poder" se prefigura, paradójicamente, en los pastores que
llevan sus regalos al Niño.
"La hermosura de la santidad", "el seno
de la aurora", "el rocío de tu juventud", apuntan al Niño, su hermosura infantil que
promete un amanecer de bien y belleza.
Como sucede a menudo en Lewis y también en Chesterton
y Tolkien, lo aparentemente pequeño y débil es en realidad fuerte y
transformador. Ésa es, una y otra vez, una de las enseñanzas perennes
de la Navidad, una temporada que inspiró con fuerza a los tres grandes
escritores.
(La selección de los textos de Lewis parte de una
selección previa de Jennifer Graham y Lois M. Collins en Deseret News)
(Este es un artículo de hemeroteca;
fue publicado originariamente en ReL el 24-12-2020)
Pablo J. Ginés
Fuente: ReL