La misericordia solo es posible en la imperfección, la falta en sí misma es generativa
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Es la
propia dinámica de la vida la que nos enseña que el otro nunca puede
convertirse en nuestra propiedad. El otro nunca me pertenece.
Las relaciones a menudo se debilitan y mueren porque ansiosamente
tratamos de acaparar, pero el mismo intento de poseer acaba
destruyendo todo lo que está a su paso.
Podemos vivir en una relación auténtica solo cuando aceptamos que el otro es un
regalo y no una propiedad.
Todo es don
Jesús es el don por excelencia, Él viene a
nosotros en su encarnación, pero después vuelve a su Padre.
La libertad en el
amor es una dinámica difícil de aceptar y de vivir.
Jesús educa a sus discípulos en esta libertad desde el principio,
Él les pide un corazón libre para entrar en una forma más madura en la relación
con Él y con los demás: se hace un niño imperfecto y pobre para derrumbar nuestras
expectativas de perfección; “fracasa” en la Cruz y
luego, antes de ascender al cielo, le dice a María Magdalena que no lo
frene, es decir, que no se detenga en su idea de una relación
todavía animada por el deseo de posesión.
Fuimos creados para estar dentro de un don continuo. Estamos inmersos en el
amor que no admite amos.
La invitación consiste en aprender a vivir el amor en la lógica del
agradecimiento en estos 3 lugares:
Sabemos bien por nuestra experiencia que las relaciones se rompen
y mueren cuando nos esforzamos por alcanzar la perfección.
Siempre que queremos hacer de una relación el producto de la idea
perfecta que tenemos en mente, es el preludio de la crisis.
El amor solo es posible en la
imperfección.La falta en sí misma es generativa: nuestro
cuerpo vive porque está continuamente movido por la necesidad, es decir, por la
falta de algo y el esfuerzo por conseguirlo es lo que nos mueve a salir de
nuestra comodidad.
La imperfección es el empuje hacia el amor. Implica el
reconocimiento de que no puedo solo, de que soy insuficiente.
Este reconocimiento me mueve a acoger la gracia y a dar según mi propia capacidad.
Los propios discípulos descubren su imperfección en el fracaso: son hombres capaces de traicionar, hombres débiles que
se alejan por miedo. Sin embargo, es a ellos a los que Jesús confía la
misión de anunciar el amor pleno, el amor trinitario, es decir, el amor que no
acaba en el juego entre tú y yo, yo y tú, sino el amor que sabe cómo salir de
cierres intimistas para entregarse continuamente a los demás.
Es cuando fracasan nuestros amores cerrados y egoístas cuando
aprendemos a abrirnos a al don de un amor que da vida.
Y finalmente en la imperfección y en el fracaso
descubrimos que Jesús está con nosotros. Siempre.
En medio están todos los eventos extraños, hermosos, dolorosos o agotadores de
nuestra vida, pero cada momento se mantiene dentro de esta gran verdad: al
principio y al final de nuestra vida Dios está con nosotros todos los días.
Él está, Él se queda, Él permanece, pero no nos pertenece.
Aunque caminemos por cañadas oscuras y no veamos nada, siempre
podemos ver quién camina con nosotros.
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia