Su sobrino, el sacerdote Javier Silva, clarifica algunos aspectos de este crucial episodio
Balduino y Fabiola eran personas devotas y de oración. |
Balduino fue el rey de los belgas durante
más de cuatro décadas tras llegar a la jefatura del Estado con tan sólo 20
años. Después se casaría con la española Fabiola de Mora y Aragón, noviazgo y
matrimonio en el que la Virgen María tuvo mucho que ver, tal y como
reconocieron los propios monarcas.
Su profunda fe y su conciencia siempre estuvieron en Balduino en
primer lugar. El resto, incluso el hecho de ser rey, iba por detrás del papel
que Dios desempeñaba en su vida. Esto queda de manifiesto en el libro publicado
recientemente El Rey Balduino. El legado de su vida (Libros
Libres).
El libro recupera los textos del cardenal Leon Joseph Suenens, el confidente espiritual del
monarca en sus últimos 35 años, publicados a la muerte del rey, ampliándolo con
cartas inéditas del monarca, cargadas de espiritualidad, y fotografías no
conocidas hasta ahora.
En una reciente entrevista en el programa Hay mucha gente buena de
Radio María con el sacerdote Javier Mairata, el padre Silva profundiza en
algunos aspectos de la vida de sus tíos que ejemplifican hasta qué punto Dios ocupaba el
primer lugar en su vida intentando guiarse en todo momento por su conciencia.
Dispuesto a ir al exilio y a
perder el trono
Y uno de los episodios más conocidos y llamativos de la vida de
Balduino fue su negativa
en 1990 a sancionar la ley del aborto en Bélgica. Para no hacerlo se
jugó literalmente el trono y declaró su incapacidad para así abdicar
temporalmente y no ser él el que firmara, y por tanto avalara, el aborto en su
país.
“Fue el momento más crucial de la vida del tío (Balduino), donde
se dio cuenta que en todo su itinerario Dios le puso el momento de tomar una decisión muy muy orada,
pero que le produjo un sentimiento terrible”, explica su sobrino
sacerdote.
Sin embargo, el padre Silva afirma que este asunto no se ha
enfocado tradicionalmente como es debido y que se atribuyó a su tío el haber buscado resquicios legales
para no firmar la ley pero seguir siendo rey. Pero la realidad -afirma el
sobrino- es que Balduino asumía el exilio y la renuncia definitiva al trono,
algo que finalmente no llegó a ocurrir por la intervención del gobierno belga.
“El rey era consciente de que había jurado la Constitución belga a
los 18 años y de que se había comprometido a cumplir y hacer cumplir la
Constitución, y que si rechazaba firmar esa ley estaba pudiendo entrar en una situación de perjuro y de falta a
su deber constitucional”, recuerda Javier Silva.
En este sentido, el sacerdote y sobrino del rey cuenta que los que
estuvieron cerca del monarca –como era su caso- “hemos podido percibir la intensidad de este terrible
sufrimiento, que fue desgarrador”.
De hecho, el sacerdote cuenta que cuando el rey tomó la decisión
de que no podía firmar una ley que “consideraba que era un asesinato de gente indefensa y
vulnerable”, lo hizo como persona no como creyente pues consideraba que
“era un acto criminal y una aberración”. Él lo veía claro, “y luego desde su
punto de vista espiritual –agrega su sobrino- fue ratificado en este
sentimiento”.
Es en este punto donde el padre Silva pone gran énfasis. Desvela
que cuando tomó la
decisión de no sancionar la ley no tenía prevista ninguna fórmula, y menos
la de pedir la incapacidad para dos días después volver a la jefatura del
Estado. “Cuando tomó la decisión fue con las maletas preparadas para salir exiliado del
país para el resto de su vida”, comparte el padre Javier.
“No tenía ningún plan de solución, a mí me parece muy importante
decirlo. La gente piensa en una treta, barnizarlo de esta manera. Y eso fue una labor del Gobierno,
pero que no fue elaborada ni planteada por el Rey”, añade.
Es más, su sobrino afirma que Balduino pensó: “yo en conciencia no
puedo firmar esta ley, así que renuncio, abdico al trono belga y estoy dispuesto a salir al
exilio en cuanto el primer ministro me lo ordene”.
La Eucaristía, la mayor
prioridad del día
Otro aspecto que destaca el sobrino de Balduino y Fabiola era el
amor por la Eucaristía que ambos sentían. “Era el momento de mayor prioridad,
era su alimento diario estuvieran donde estuvieran, ya fuera en el Polo Norte o
en el Polo Sur. Siempre
consiguieron que hubiera un sacerdote que celebrara”, comenta.
En consecuencia, explica el religioso de la Archidiócesis de
Mérida-Badajoz, “no concebían
su vida sin que cada día celebraran la Eucaristía y se alimentaran de
la Palabra de Dios”.
Otro hecho llamativo que citó el padre Silva fue el de la
necesidad del sacramento de la confesión por parte del Rey y para ello habló de
una experiencia personal. “En el día de mi ordenación sacerdotal estábamos en
casa de mi tía donde íbamos a comer con el cardenal Suenens y el cardenal
Suquía. Antes de empezar a comer me dijo que teníamos que vernos a solas. En un
despachito al que entramos cayó
de rodillas y me dijo: ‘quiero recibir el sacramento de la reconciliación, quiero
recibir esta gracia’”. Su tío fue a la primera persona a la que confesó.
Javier Lozano
Fuente: ReL