Comienzan a darse movimientos para revitalizar el tejido católico en la vida pública. Distintos adjetivos para un mismo sustantivo. ¿Cómo aunar todas las sensibilidades?
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Algo se está moviendo en el
ambiente católico español. En los últimos meses se están multiplicando los
manifiestos y las declaraciones que abogan por una mayor presencia pública de
los católicos.
¿Se está dando comienzo a una
batalla cultural? ¿Estamos en el comienzo de algo más importante? Las campanas
comienzan a sonar: ¿Se está tocando a rebato?
El 23 Congreso Católicos y Vida Pública de este año, celebrado
en noviembre marca claramente una alerta ante lo que, según explican en un
manifiesto, se está dando en España: “los perjuicios, especialmente sangrantes
en materia de defensa de la vida -aborto y eutanasia- y de defensa de la
familia, que han de ser consideradas cuestiones prioritarias”.
«Ultimamente se está dando mucha
importancia al tema de si se utiliza la palabra batalla o no se utiliza la
palabra batalla. Es indudable que estamos en una sociedad donde los valores
cristianos se están cuestionando diariamente y donde lo que se trata es de
sacar el catolicismo dentro de la presencia de la sociedad y sus principios».
En su manifiesto, titulado “ante
la dictadura de la corrección política” califican la situación actual de “nuevo
totalitarismo líquido o blando que no golpea, pero sí ahoga o asfixia”.
Ofrecen 25 puntos que podrían ser
la base de un movimiento creciente: la defensa de las libertades: “ejercer la fascinante defensa de la Verdad, de la Bondad y de
la Belleza”.
Poco menos de un mes después de
este manifiesto y auspiciado por figuras cercanas a la Acdp (organizadora del
Congreso Católicos y Vida Pública) nace la plataforma Neos.
En ella, explicaba el rector de
la Universidad Católica de Valencia, se quiere: «ofrecer a la sociedad una
propuesta antropológica y cultural basada en los fundamentos cristianos y
cimentada sobre los conceptos de persona, verdad y bien común, que se
constituya en alternativa al relativismo que trata de imponer la moda dominante
y que conduce a la destrucción del orden social».
Participan figuras como Jaime
Mayor Oreja, María San Gil y Alfonso Bullón de Mendoza. El discurso es claro:
«Los primeros cristianos, que vivían en una sociedad hostil, nos enseñan el
camino a seguir: no asimilar la cultura dominante – ellos no lo hicieron – sino
vivir en medio de la sociedad e influir en la cultura desde la coherencia de
vida – ellos así lo hicieron –; en definitiva, vivieron como cristianos en un
mundo que no lo era».
«Es hora de ponerse al servicio
de España y de Europa para que ambas recobren lo mejor de su herencia»,
afirmaban.
La Conferencia Episcopal Española
también ha movido ficha. Sevilla acogía la XLIII Semana Social de España con un
tema parecido «la regeneración de la vida pública», pero con distintos
ponentes, acentos y sensibilidades. Aunque el diagnóstico pueda ser muy
parecido, lejos quedan las palabras defensa, sociedad hostil o cultura
dominante.
Su presidente Jesús Avezuela
marcaba la línea en la conferencia inaugural: «un lugar privilegiado donde
poder reflexionar acerca del papel de los católicos y de lo que podemos aportar
– como individuos y como Iglesia – a la vida pública, entendida en un sentido
amplio».
Este sentido amplio es el que
hace de este evento, organizado por la Conferencia Episcopal Española algo
distinto. No se busca ocupar los espacios, sino como diría Papa Francisco
«iniciar procesos». En los talleres del primer día, basado en un trabajo previo
en todas las diócesis españolas se dejó muy claro que la presencia siempre
tiene que ser «con carácter constructivo».
Interesante el debate político
entre Sol Cruz-Guzmán (PP) y Carlos García de Andoaín, ahora en la pastoral de
la diócesis de Bilbao y siempre vinculado a los cristianos socialistas. La
primera pidió que «la Iglesia sea catalizadora de las opiniones diversas en el
espectro político» y el segundo más diálogo «porque a los valores prepolíticos
no se puede llegar desde una verdad, sino desde el acuerdo entre distintos».
Y a pie de calle, como siempre
Caritas. Una voz indispensable en la presencia pública. Donde muchos españoles
conocen lo que es ser católico. Es la imagen de la Iglesia para los pobres, los
inmigrantes, los que sufren.
Natalia Peiró secretaria general
de Cáritas lo explicaba: «El valor de los cristianos para la vida pública es
nuestro valor y nuestro compromiso, con esa coherencia de vida de tantas
personas anónimas desde su vida privada» porque, apuntó, «el compromiso y el
encuentro con el otro, como dice el Papa, es lo que nos lleva a la regeneración
de la vida pública».
La cercanía y el testimonio son
su gran herramienta. «En Cáritas una ventaja es que las decisiones muchas veces
se toman en la primera línea, entre quienes están en contacto con el otro, con
el que sufre, con los que están en el encuentro cercano».
El trabajo que se está llevando a
cabo y los movimientos que se están produciendo se enmarcan dentro del plan de
trabajo 2021-2025 de la Conferencia Episcopal. La intención es promover la
presencia misionera en la vida pública. Ya se realizó un Congreso de Laicos,
buscando una Iglesia en Salida.
Alguno puede pensar que no hay
nada nuevo y que la Iglesia lleva trabajando en la presencia pública del
Evangelio desde que San Pablo llamó a hablarle a los gentiles. Es posible que
esté en lo cierto.
Pero, no hay duda de que ahora
mismo en la sociedad católica española algo se está moviendo, algo se está
barruntando. Lo reconoce el secretario general de la Conferencia Episcopal
Española, monseñor Luis Argüello: «algo se mueve entre los católicos españoles
a la hora de encarnar la DSI y vivir la caridad política».
Lo queda es ver que pasa con ese
adjetivo. Ver si alguno toma preponderancia o si hay voluntad de coordinar y la
sinodalidad gana el partido. Si eso no sucede, nada será sustantivo.
Álvaro Real
Fuente: Aleteia





