4 – Diciembre. Sábado de la I semana de Adviento
Boosco.org |
Evangelio
según san Mateo 9, 35 - 10, 1. 5a. 6-8
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis.
Comentario
Recorriendo
todas las ciudades y aldeas, Jesús se da cuenta de que hay muchos enfermos por
curar y muchos oídos sedientos de escuchar el Evangelio del Reino. Nos dice
Mateo que, al ver a toda la gente, el Señor se “llenó de compasión” y, con
entrañas de misericordia, expresa el deseo de compartir este sentimiento con
otros corazones. “Rogad al señor que envíe obreros a su mies”, personas que
puedan ayudarle a cargar con el peso de las almas.
Cuando leemos
estas palabras tal vez pensemos, en primer lugar, en la necesidad de que haya
vocaciones a una entrega total en el sacerdocio, el celibato o a la vida
consagrada; mientras nosotros colaboraremos como podamos.
Es verdad que,
llamando a los Doce, Jesús transmite una potestad especial para algunas tareas
determinadas y necesarias para la vida de la Iglesia, como la celebración de
los sacramentos.
Pero es a
todos los bautizados a quienes el Señor nos pide que participemos en la misión
de llevar el Evangelio con nuestra vida hasta los confines de la tierra. “Si
luchamos diariamente por alcanzar la santidad cada uno en su propio estado
dentro del mundo y en el ejercicio de la propia profesión, en nuestra vida
ordinaria, me atrevo a asegurar que también a nosotros el Señor nos hará
instrumentos capaces de obrar milagros y, si fuera preciso, de los más
extraordinarios”. (San Josemaría, Amigos de Dios n.262)
Podemos pedir
a Dios que nos conceda una mirada sobre el mundo y sobre las personas a la
medida de sus ojos misericordiosos. Así, nos llenaremos de una santa compasión
hacia aquellos que están “maltratados y abatidos” y podremos acercarles el amor
de Dios por ellos.
Giovanni
Vassallo
Fuente: Opus
Dei