Deseo que me ames sin ponerme a prueba cada día, que no esperes tanto de mí que no te lo pueda dar
ChameleonsEye | Shutterstock |
Hay
personas que se preguntan siempre: «¿Qué me puedes ofrecer? ¿Qué vas a hacer
por mí?». Y los demás las decepcionan. Viven siempre
quejándose de lo que el otro no les da.
Si haces lo que ellas desean, resulta que te has portado bien y
mereces su aplauso, su cariño. Pero si no lo haces, eres la peor persona y no
mereces nada.
Cuando vivo así, viendo en los demás la obligación de cuidarme y
pensar en resolver mis problemas, cuando los demás tienen que portarse bien
conmigo, nunca estaré en paz del todo.
Siempre habrá algo que no harán, una omisión,
una ausencia, un silencio inoportuno, un desaire, una palabra dicha fuera de
lugar, una falta de interés, un adiós en el momento menos oportuno.
No querrán ayudarme porque puede que no me interese su ayuda y no querrán
recibir mi desprecio.
Les asustará que pueda malinterpretar sus actos, sus palabras, sus
omisiones, su lenguaje no verbal. Tendrán miedo de decepcionarme.
No esperes más de lo que debes
La vida no se puede medir de esa
manera, como si el amor siempre estuviera a prueba.
No quiero que me mires con lupa en todo lo que hago. Ni que juzgues
mis intenciones cada vez que me acerco. No quiero que me
digas que me he portado bien, temo el día que no lo haga.
Es cierto que le exijo a la vida mucho y al amor una
incondicionalidad que sólo el amor de Dios posee. Eso es lo que sueño.
Deseo que me ames sin ponerme a prueba
cada día.Que no esperes tanto de mí que no te lo pueda dar.
Que
no me examines en mi fidelidad desconfiando de mis
intenciones. Decía el Papa Francisco:
«Si no nos reconciliamos
con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque
siempre seremos prisioneros
de nuestras expectativas y de las consiguientes decepciones».
Papa Francisco, Carta apostólica S. José, Patris Corde
Las expectativas que me creo pueden hacerme daño. Y las
decepciones no me dejan creer y me llenan de amargura.
Una mejor manera de amar
Creo que la pregunta que me debo hacer en la vida es otra:
¿Qué
necesitas que haga por ti? ¿Qué te preocupa, qué te duele, qué te falta, qué
sueñas, qué te interesa, qué deseas? ¿Cuáles son tus miedos, tus anhelos más
íntimos? ¿Qué quieres que no me pides? ¿Qué puedo hacer por ti ahora mismo,
cada día, siempre?
Te miro pensando que es posible amar
de esa forma. Amar sin exigir, amar sin pedir, amar dándome y
deseando complacer los deseos de la persona amada.
No pongo mi felicidad en el centro. No
pretendo ser consolado sino consolar. Ser amado sino
amar. Ser abrazado sino abrazar. Ser comprendido sino comprender. Ser buscado
sino buscar.
No quiero ser pasivo en mi amor. Deseo esa proactividad del
que se pone en camino al encuentro del tú.
No me decepcionas nunca porque no te exijo aquello que no me
puedes dar. No
vivo examinando tu conducta, midiendo tus pasos, escrutando tus
deseos y planes ocultos.
Acepto que tu amor será siempre el mismo, sin ponerlo a prueba
cada día. Sé que no cambiarás por la mañana. La solidez de lo que sientes por
mí es la base de mi vida.
El tesoro de la confianza
Me gustan esas personas que son así, sencillas,
firmes, fieles. Lo que hoy piensan mañana lo mantienen.
Lo que hoy creen es el mismo credo que tuvieron antes. No cambian
de ánimo con cada borrasca. No cambian de camino cuando afloran dificultades.
Son incondicionales en sus propósitos. No
ponen condiciones al amor ni a la vida. Son ellos mismos siempre y no se
desdicen porque nunca prometen lo que no pueden dar.
Así de sencilla es la vida de los que amo, de los que me aman. Y
no quiero entrar en discusiones oscuras que no me alegran el alma.
No quiero que la duda y la sospecha se
asienten en mi vida. No dudo de ti, no desconfío.
Soy honesto contigo, no te oculto nada.
Parece sencillo pero no lo es tanto. La confianza se construye
en días de esfuerzo. Y se esfuma ante el primer contratiempo. Se rompe en mil
pedazos ese sueño que había construido.
Y tengo miedo de que se acabe todo lo que era tan sólido. Es tan frágil
ese amor colocado como ofrenda ante tus ojos… Es tan frágil mi sí dado con toda
el alma…
Amar y ya
Soy capaz de lo mejor y también, en mi debilidad, de lo peor. No
puedo llegar tan lejos como tú esperas o como yo deseo.
Pero puedo hacerte sentir especialmente amada si te dejas.
No me preguntes tanto a qué altura me encuentro.
Déjame hacer el camino desde mi pobreza. Respétame en lo más
hondo. Te
amo en tu verdad.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia