Pensamos que hay oraciones sin respuesta, pero es que la respuesta no es la que queremos
MaryPat
y su esposo Tom se casaron hace 20 años y viven en Boston. Ella trabaja como
consultora educativa y él en un banco. Como matrimonio comparten muchas cosas, la fe lo primero de todo,
y apoyados en ella han sido incontables las horas de oración y las visitas a
los médicos para poder llegar a tener hijos. Sin embargo, para ellos, su
vocación matrimonial y familiar no deja de ser una curiosa intervención de Dios
en su vida como narra MaryPat, en donde las “oraciones sin respuesta” por tener hijos, se convirtieron en
la paradoja de tener cuatro… pero adoptados.
“Doy gracias a Dios por las oraciones
sin respuesta”. Así comienza MaryPat su testimonio que recoge una web católica
de la conferencia episcopal
norteamericana. “Durante
años oramos mucho para concebir un hijo, pero ni imaginábamos siquiera el
gozo traería el plan de Dios para nosotros por no poder tener hijos”.
Esperando un hijo
Tom y MaryPat se conocieron bien. Su
noviazgo comenzó en la universidad y se casaron un año después de acabarla. Y entre las conversaciones de
aquellos novios no faltó la existencia de la endometriosis grave que padecía
MaryPat y que podría dificultar la concepción. Y durante los primeros cinco
años de matrimonio “nos aferramos a la esperanza de concebir, solo que intentar
concebir fue intentar navegar por el mundo de los tratamientos de fertilidad y sus implicaciones morales”. Y
lamentablemente descubrieron que “la mayoría de los tratamientos de fertilidad
estaban en oposición a las enseñanzas morales de la Iglesia”. Así que esta
pareja católica en sus oraciones por ser fértiles también se añadía la nota de
querer “ser fieles a las enseñanzas de la Iglesia”, por lo que comenzaron a
explorar la adopción.
El proceso
de adopción
El proceso de adopción no es sencillo:
“Durante al menos un año, asistimos a múltiples sesiones de información de
programas de adopción administrados por el estado, programas de agencias
privadas e incluso nos reunimos con un consultor de adopción”. Y debido a que
deseaban un bebé recién nacido, descartaron los programas internacionales.
Gracias a la ayuda de una compañera de
trabajo, MaryPat concertó una reunión con la misma agencia privada que uso la
compañera y “rápidamente compilamos la gran cantidad de papeleo que la agencia
requería: al final de este proceso, creo que la agencia sabía más sobre
nosotros que nuestros propios padres”.
Contrariamente a lo que muestran las
películas “en las que una mujer de aspecto severo entraba a casa para una
inspección de guante blanco, nada podría estar más lejos de la verdad”. “Los trabajadores sociales con los
que nos reunimos estaban allí para evaluar nuestros motivos e idoneidad para
convertirnos en padres adoptivos. Al mismo tiempo, su objetivo también era
tratar de ayudarnos a prepararnos para el proceso, las experiencias y
posiblemente incluso los desafíos que la adopción podría traer a nuestras
vidas”.
El corazón
de los padres
Aunque el proceso de emparejamiento
puede variar según la agencia, muchas agencias privadas dan a los padres
biológicos la oportunidad de seleccionar a los padres adoptivos de su bebé. Así
que, continua MaryPat, “preparamos
un álbum de fotos que dio una idea de quiénes éramos y escribimos una carta a
los padres biológicos para que la incluyeran en el álbum. Luego, la agencia
envió álbumes a los padres biológicos para que pudieran elegir una familia
adoptiva para su hijo”.
“Solo puedo especular -explica
MaryPat-, pero creo que recibir la llamada de una agencia que dice que ha sido
seleccionado por sus padres biológicos y que se ha hecho la compatibilidad es
algo sinónimo de recibir la tan codiciada llamada del consultorio del médico
que dice que su análisis de sangre fue realmente positivo por un embarazo”. Para
quienes han vivido esta experiencia se aplica la expresión de MaryPat: “Un hijo biológico crece en el
vientre de la madre, pero un hijo adoptado crece en el corazón de los padres”.
En agosto de 2000, nació su primera
hija, Katie. A diferencia de muchas parejas que han sido bendecidas con un
camino más directo hacia la paternidad, “nosotros no dimos nada por sentado con
nuestra bendición y luchamos
por nuestro turno para cambiarle el pañal (raro, ¿eh?), alimentarla y abrazarla”.
Adoptando de
nuevo
En mayo de 2002, en plena mudanza de
casa y de trabajo, un amigo les preguntó si se planteaban adoptar de nuevo:
“Sus preguntas parecieron encender un fuego en mí y me convertí en una ‘mujer
con una misión”. Y en junio Tom y MaryPat ya habían presentado su segunda
solicitud de adopción. En enero de 2003 “fuimos bendecidos con el nacimiento de nuestro segundo hijo
Meaghan”. MaryPat pudo acompañar a la madre biológica durante el parto.
Y por si la cosa no pareciera
suficiente, en diciembre de 2004, estos padres de dos hijos presentaron su
tercera solicitud para adopción. Entonces Katie tenía cuatro años “y cada vez
que le preguntamos si
pensaba que este tercer hijo sería un niño o una niña, ella respondió con
confianza: ‘¡Ambos!”. Quizá tuviera línea directa con Dios, porque el
tercer, Andrew, nació en Ohio en septiembre de 2005, pero vino acompañado de
una sorpresa inimaginable.
El día después de volver a casa,
MaryPat sintió que una niña venía en camino a su casa. La intuición no dejó de
sorprenderla y de desearla a la misma vez. ¿Cómo venir una segunda niña cuando
acababa de tener el tercer hijo? Una semana después, tuvo su respuesta.
Cuando Andrew tenía solo tres semanas, la agencia de adopción de la
primera hija les llamó para informarles que la madre biológica de Katie estaba
embarazada nuevamente y quería saber si estaban interesados en adoptar a este
niño que debía nacer en cuatro meses. “De repente comprendí mi extrañamente
cronometrada añoranza interior por otra chica y me reí entre dientes mientras
reflexionaba sobre la profecía infantil de Katie de ‘un niño y una niña”.
Entonces ella entendió cuál era el plan de Dios para su familia. Molly nació en
enero de 2006 y afortunadamente MaryPat pudo estar presente, una vez más, en el
nacimiento.
La vida en
familia adoptiva
Ya han pasado muchos años desde que
nació su cuarto hijo. Como explica esta madre “rara vez pienso en el hecho de
que se trata de niños adoptados: solo sé que son ‘nuestros hijos”. Ellos saben que son
adoptados y surge periódicamente en las conversaciones la extrañeza de la gente
cuando descubren esa realidad. Su adopción la viven con naturalidad y cada año
en el cumpleaños envían cartas y fotos a sus padres biológicos a través de la
agencia.
Los padres son conscientes de la
realidad: “No tengo ninguna duda de que en algún momento, algunos o incluso
todos nuestros hijos, buscarán una reunión con sus padres biológicos. Cuando
llegue ese momento, tendrán la edad y la madurez adecuadas para hacerlo”.
Hay momentos en los que simpático de
la vida y la extrañeza se mezclan: por ejemplo “cuando reflexionamos sobre las futuras bodas de nuestros hijos,
entendemos que existe una remota posibilidad de que sea posible que tengamos
que compartir el ‘banco de padres’ con sus padres biológicos...”. Pero
entonces, como explica esta madre, “recordamos que estas cuatro pequeñas
bendiciones solo nos fueron dadas para ‘tomar prestadas’ por un corto período
de tiempo, pero no nos pertenecen a nosotros ni a sus padres biológicos.
Pertenecen a Dios”.
Fernando de Navascués
Fuente: ReL