27 – Febrero. Jueves de la III semana del Tiempo Ordinario
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Marcos 4,
21-25
Les decía: «¿Se trae la lámpara
para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el
candelero? No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay
nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que
oiga». Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que
uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le
dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».
Comentario
Después de haber hablado del
sembrador que salió a sembrar, de la semilla que “cayó en tierra buena, y
comenzó a dar fruto” y de aquella que, en cambio, cayendo en tierra dura,
pedregosa y entre espinos, no dio ningún fruto, Jesús nos habla de la lámpara que
se pone en el candelero y de la medida que utilizamos para medir.
El cristiano ha recibido la luz
de Cristo, luz que vino al mundo para disipar las tinieblas de nuestros
corazones. Por eso mismo, todo cristiano es un testigo de esa luz.
Todos debemos vernos bajo esa
luz: no estamos sometidos a la tiniebla de nuestras miserias, pecados, debilidades,
torpezas; tampoco a la tiniebla que nos rodea en forma de enfermedad, fracasos,
humillaciones, faltas de agradecimiento, olvidos, etc.
Somos hijos de la luz, los hijos
amados de Dios, que nos cuida, nos salva, nos espera siempre.
Y quiere que seamos testigos de
esa luz: que, a través de nuestro cuidado, de nuestro trabajo, de nuestro saber
esperar, perdonar y consolar, llevemos la luz de Dios a tantos corazones que
están en tinieblas.
Y todo ello, sin medida, con
magnanimidad, porque somos hijos de un Padre magnánimo.
El corazón de un cristiano es,
así, un corazón abierto, que no se cierra al propio egoísmo. Es un corazón que
no se pone límites: no cuida hasta cierto punto, no perdona hasta un
determinado momento, no espera mirando el reloj.
Es un corazón que desea tener el
corazón de Jesucristo, un corazón que se da sin medida.
Luis Cruz
Fuente: Opus Dei





