26 – Enero. Miércoles. Santos Timoteo y Tito, obispos
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Evangelio según san Marcos 4,
1-20
Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar.
Les enseñaba muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos: «Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando se
quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las
parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino de
Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que
“por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se
conviertan y sean perdonados”». Y añadió: «¿No entendéis esta parábola?
¿Pues cómo vais a conocer todas las demás?
El sembrador siembra la palabra. Hay unos
que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la
escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros
que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la
palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son
inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra,
enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos
son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción
de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y
se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra
buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del
sesenta o del ciento por uno».
Comentario
Celebramos hoy la fiesta de estos
dos discípulos de Pablo: Timoteo y Tito. A Tito le exhorta, cómo no, a predicar
el evangelio: “Cuanto a ti, habla lo que es conforme a la sana doctrinada”. Lo
doctrinal, siempre está presente en las cartas de San Pablo. En esta, que
dirige a Timoteo, todas sus expresiones doctrinales están matizadas por su
corazón, por el gran cariño que le tiene. “Sin cesar hago memoria de ti en mis
oraciones noche y día, deseoso de verte, acordándome de tus lágrimas, para
llenarme de gozo”.
Le recuerda también que fue él
quien le impuso las manos para recibir el sacerdocio, y le exhorta a que no
deje apagar sino a que reavive los dones necesarios recibidos de parte de Dios
para vivirlo bien. Entre otros dones, le regaló un espíritu de fortaleza, de
amor y de templanza para que no viva atemorizado y con miedo. Apoyándose en el
“poder recibido de Dios”, no tiene que avergonzarse ni de Pablo ni, por
supuesto, del Señor Jesús. Y predicar el evangelio, la mejor noticia que puede
ofrecer a sus destinatarios.
Conectando estas palabras de
Pablo dirigidas a Timoteo con la parábola del sembrador del evangelio de hoy,
vemos que la vida real de los sembradores del evangelio es más dura que la de
los sembradores de la semilla. Por sembrar el evangelio San Pablo está
encarcelado, y recuerda a Timoteo que tiene que soportar los trabajos por causa
del evangelio… pero ellos vivieron con entusiasmo su labor de sembradores de la
buena noticia, “por la gracia que nos fue dada desde la eternidad en Cristo
Jesús”. No pueden callarse, tienen que seguir predicando, les suceda lo que les
suceda, no solo porque Jesús se lo ha pedido, sino porque es la mejor noticia
que se puede ofrecer a cualquier persona para que viva su vida son gozo, con
sentido, son esperanza.
En esta fiesta de Timoteo y Tito
hemos insistido en los sembradores, pero la parábola evangélica insiste más en
los que reciben la semilla sembrada. De ellos va a depender principalmente que
dé frutos y no quede estéril. Esa es nuestra tarea: hacer germinar en nosotros
el recibido regalo del evangelio.
Fuente: Dominicos