18 – Enero. Martes de la II semana del Tiempo Ordinario
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Sucedió que un sábado atravesaba
él un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando
espigas. Los fariseos le preguntan: «Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que
no está permitido?». Él les responde: «¿No habéis leído nunca lo que hizo
David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró
en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de
la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio
también a quienes estaban con él?». Y les decía: «El sábado se hizo para
el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es
señor también del sábado».
Comentario
Seguir a Jesús y compartir los
días con Él implicaba para los apóstoles pasar por algunos momentos de
estrecheces, porque “el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”
(Mateo 8,20). Sin embargo, esto no quiere decir que se sintieran agobiados u
oprimidos por las circunstancias, como vemos en la escena del Evangelio de la
Misa de hoy.
Los compañeros de Jesús pasan por
unos sembrados poblados de espigas que parecen ofrecer a los caminantes sus
granos de trigo. Con espontaneidad, los apóstoles aceptan lo que la naturaleza
les da, y arrancan sin mayor reparo las espigas, distrayendo quizá el hambre
que podrían tener en esos momentos. Los discípulos no se plantean mayores
problemas, porque saben que están junto al Maestro y lo realizan todo bajo su
mirada. Es fácil imaginar la alegría de Jesús al ver cómo los suyos se sentían
libres y sabían disfrutar con cosas sencillas.
Los fariseos, en cambio, no se
mueven bajo la mirada del Señor, sino bajo la sombra de la ley. La ley a la que
ellos acuden es simplemente humana y la aplican sin atender a las necesidades
concretas de las personas. Se transforma así en una carga opresiva. Por eso,
Jesús intenta levantar un poco la mirada de los fariseos, les pone el ejemplo
de la libertad con que actuaba muchos años atrás el rey David y les recuerda
que “el Hijo del Hombre es señor hasta del sábado” (v. 28).
Estar con Cristo lleva a moverse
con una profunda libertad interior. Él nos hace valorar en su justa medida
nuestras opiniones e ideas sobre cómo tendríamos que vivir uno u otro aspecto
de nuestra fe. Y nos pone siempre ante los ojos la primacía de las necesidades
reales de los demás.
Rodolfo Valdés
Fuente: Opus Dei





