Me alegra mirar a Dios y ver todo lo que ha logrado en mi vida, necesito verlo y saber agradecer
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Hay días que amanecen vestidos de
gris. Entre el frío y las nubes que ocultan el sol. Para que el alma no sienta
el calor de Dios. O simplemente el frío se instale dentro de los huesos. Y
tiemble por dentro sintiendo que no soy dueño de mí mismo. Que una soledad fría
se me pegue a la piel. Y sonrío al escuchar la palabra de
Dios:
«Serás corona fúlgida en la mano
del Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Ya no te llamarán
«Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi predilecta», y a
tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un
esposo. Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus
constructores. Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios
contigo«.
Acabar con el desánimo. Espantar
el miedo y la ira que amenaza con erradicar la paz del alma. Soy
elegido, soy preferido, soy amado.
¡Dios me ama!
Esa noticia de Dios vuelve a
hacerse carne en mi alma. Es posible ser amado de una forma nueva.
Así me siento hoy al escuchar
a Dios dentro de mí. Sonrío. Dios acaba con mis pesares, termina con mis
vientos.
Y consigue que confíe en
mí, en Él, en su poder, en sus milagros. Tierra desposada con Dios es lo
que soy.
Una doncella amada por su amado.
Un alma encandilada, segura de un amor infinito. Y por eso me animo a cantar un
canto lleno de esperanza:
«Contad las maravillas del Señor
a todas las naciones. Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda
la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. Proclamad día tras día su
victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones».
Ver lo bueno y agradecerlo
Quiero proclamar que Dios es
grande, que me quiere y hace maravillas en mí. Me alegra mirar a Dios y ver
todo lo que ha logrado en mi vida.
Quiero saber agradecer por
todo lo que me ha permitido lograr en mi camino. En ocasiones me fijo sólo en
lo que me falta. Veo el vaso medio vacío.
No valoro las victorias del
pasado. Miro en menos el alcance de mi vida al compararme con otros.
Minimizo mi generosidad al ver la
entrega de muchos. Infravaloro mi belleza al contemplar otras obras de
arte. Y no doy gracias porque siempre la vida podría ser mejor.
Cuando cuesta descubrir el sol
tras las nubes
Veo el color gris de los cielos y
no veo el sol agazapado en las nubes. Miro la oscuridad de la noche y paso por
alto el brillo de las estrellas.
Veo el dolor en el mundo y no
logro agradecer por las almas que apaciguan el dolor del que llora.
No veo el bien que hago ante el
mal que realizo. ¿Cómo se vence el mal a golpes de actos buenos?
Es como querer contener el mar
para que no choque con las rocas del acantilado. Es como ponerle un freno al
viento para que no sople en mi cara.
Es tan poco lo que puedo hacer en
este lapso de tiempo que disfruto en mis pasos… Tan poco lo que consigo
escribir entre miles de palabras calladas…
Es tanto el silencio que cubren
las palabras no inventadas, nunca oídas, no soñadas. Es tan vasta la mies y tan
pocos los que luchan por amar, por hacer el bien, por soñar…
Es tan cruel el final de esta
vida breve, que me duele el alma. Y siento dentro de mí toda la intensidad de
la impotencia.
Dios es mi Padre
Pero me levanto en este día
gris y rompo con mis manos la oscuridad que me turba. La lanzo lejos de mí
para que no nuble mi ánimo.
Soy capaz de alabar a Dios por su
grandeza. Soy esposo de ese Dios que me ama, soy su hijo, soy su amado.
Elegido sin méritos. Escogido entre
muchos. Perseguido cuando huyo. Sostenido antes de caer.
Así me gusta ver a ese Dios que
me mira con ojos llenos de misericordia. Me hace sentir que me prefiere por
encima de todos.
Tengo una misión única
Hay diversidad de caminos en
medio de la vida, diversidad de dones, eso me salva:
«Hay diversidad de carismas, pero
un mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y
otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le ha concedido hacer
milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus.
A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y
único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él
quiere».
Llevo dentro de mí el don que
Dios me regala. La fuerza del Espíritu dentro de mi vida. Tengo una misión,
una tarea.
No me comparo para que mis
días no se enturbien. No vivo comparando talentos porque todos valen lo mismo.
Tiene un sentido vivir entregando
la vida y sabiendo que lo que haga repercute en el cielo.
El poder es de Dios
Me gusta mirar la paz de
los niños. Y contemplar los gritos de los que piden justicia. Me gusta sentir
que el mundo está en llamas.
Y sólo Dios podrá calmarlo
con miradas llenas de ternura y esperanza. Y envía a sus obreros en
medio de la vida.
A cada uno le da un talento, un
don, una misión concreta.
Y sabe que no podrán llegar
lejos. Sólo podrán alivianar los dolores, calmar las ansias, detener
temporalmente las lluvias y lograr que el mal arrecie con menos fuerza.
Lo pueden hacer los que
dicen que sí con alegría a la misión confiada, sea grande o pequeña, poco
importa.
A mí sólo me queda levantarme
convencido de que lo que hago es obra de Dios, no mérito mío.
Que lo que consigo es don
suyo y no ganancia. Que lo que escribo es sólo su voz en torpes palabras.
Y me dejo hacer en sus manos,
como el barro, sostener como el viento, amansar como el fuego. Es su poder
en mí el que hace milagros. Se calman todos mis miedos.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia





