19 – Enero. Miércoles de la II semana del Tiempo Ordinario
| Misioneros digitales católicos MDC |
Entró otra vez
en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo
estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo. Entonces
le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en
medio». Y a ellos les pregunta: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo
bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?». Ellos
callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su
corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». La extendió y su mano quedó
restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los
herodianos para acabar con él.
Comentario
Son contadas
las ocasiones en las que los evangelistas dejan ver alguna reacción de enojo de
Jesucristo. Él, que es todo pureza y santidad, acogía sin ningún reparo a los
pecadores que se le acercaban, sin dar muestras de acritud o dureza. Sin
embargo, parece que Jesús simplemente perdía la paciencia con aquellos fariseos
que miraban con lupa todo lo que hacía para encontrar algún indicio de que
estuviera rompiendo la ley.
¿Qué tenía el
pecado de estos fariseos para provocar la ira de Jesús? Dice el Evangelio que
al Señor le dolía “la ceguera de sus corazones”. Es el endurecimiento, la
obstinación de no querer aceptar las explicaciones sobre el sentido auténtico
de la ley, lo que tanto duele a Cristo. Se trata de una ceguera ante la acción
de la misericordia de Dios, que desborda los límites que los fariseos le
querían imponer a través de una regulación excesiva de la práctica religiosa.
Esa ira de
Cristo manifestaba al mismo tiempo su ternura: Él sufría al ver que se
rechazaba el maravilloso don de la misericordia. Por eso, no es una reacción
que haga menos amable la figura de Jesús sino, al contrario, la hace aún más
atractiva. Si Cristo se siente herido ante el rechazo del regalo de su
misericordia, ¡cuánta mayor alegría le daremos si sabemos acogerla con
agradecimiento! Una alegría que se multiplica cuando el Señor ve que nosotros
aprendemos a mirar también con compasión a los demás, sin poner condiciones a
la acción de su misericordia.
Rodolfo
Valdés
Fuente: Opus
Dei





