19.1.22

EVANGELIO DEL DÍA

19 – Enero. Miércoles de la II semana del Tiempo Ordinario

Misioneros digitales católicos MDC

Evangelio según san Marcos 3, 1-6

Entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo. Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les pregunta: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?». Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». La extendió y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

Comentario

Son contadas las ocasiones en las que los evangelistas dejan ver alguna reacción de enojo de Jesucristo. Él, que es todo pureza y santidad, acogía sin ningún reparo a los pecadores que se le acercaban, sin dar muestras de acritud o dureza. Sin embargo, parece que Jesús simplemente perdía la paciencia con aquellos fariseos que miraban con lupa todo lo que hacía para encontrar algún indicio de que estuviera rompiendo la ley.

¿Qué tenía el pecado de estos fariseos para provocar la ira de Jesús? Dice el Evangelio que al Señor le dolía “la ceguera de sus corazones”. Es el endurecimiento, la obstinación de no querer aceptar las explicaciones sobre el sentido auténtico de la ley, lo que tanto duele a Cristo. Se trata de una ceguera ante la acción de la misericordia de Dios, que desborda los límites que los fariseos le querían imponer a través de una regulación excesiva de la práctica religiosa.

Esa ira de Cristo manifestaba al mismo tiempo su ternura: Él sufría al ver que se rechazaba el maravilloso don de la misericordia. Por eso, no es una reacción que haga menos amable la figura de Jesús sino, al contrario, la hace aún más atractiva. Si Cristo se siente herido ante el rechazo del regalo de su misericordia, ¡cuánta mayor alegría le daremos si sabemos acogerla con agradecimiento! Una alegría que se multiplica cuando el Señor ve que nosotros aprendemos a mirar también con compasión a los demás, sin poner condiciones a la acción de su misericordia.

Rodolfo Valdés 

Fuente: Opus Dei

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