«La causa de Isabel la Católica está terminada. Solo estamos esperando el momento en que el Papa vea la oportunidad de su beatificación», afirma el responsable de su proceso
| Escultura de Isabel la Católica junto al palacio episcopal de Alcalá de Henares. Foto: María Pazos Carretero |
La causa de
canonización de la reina Isabel la Católica se encuentra ya en Roma y «está
esperando el momento en que el Papa vea la oportunidad de su beatificación.
Solo falta eso», afirma José Luis Rubio Willen, responsable de su proceso.
El recorrido
de la reina española hacia los altares comenzó cuando en 1957 una mujer
argentina pidió a Pío XII la apertura del proceso. La causa se abrió diez años
después en Valladolid, la diócesis donde falleció, y desde entonces ha ido
acumulando en más de 20 tomos tanto la documentación histórica como multitud de
favores y hasta el milagro que permitiría su futura beatificación.
Desde
entonces, y a la espera del placet del Papa, la Comisión
Isabel la Católica sigue promoviendo su culto entre los fieles. «Hemos
difundido estampas y editado libros y vídeos, y hemos realizado simposios para
darla a conocer más. Nuestro objetivo es que la gente la vea santa, la venere y
se acoja a su intercesión», dice Rubio Willen, que afirma que su propia conversión es obra de la reina.
Poco a poco,
siguen llegando favores, como el que el año pasado se envió a Roma: el de un
joven con cáncer de pulmón que, cuando iba a ser operado, los médicos
descubrieron que no tenía ningún órgano afectado.
Si la causa
tiene próximamente un feliz desenlace, «se va beatificar la reina más grande de
la historia universal –defiende Rubio Willen–. No hay ninguna otra mujer como
ella, y eso que ha habido otras reinas santas. Con Isabel cambió la historia y
se entró en la época moderna. Ella cambió los mapas que había entonces y su
misión pasó a ser llevar a América la evangelización».
Para el
responsable de su proceso, la reina española es la muestra de que «se puede
hacer compatible la pasión cristiana con la política». Además, «ella nunca
trabajó para sí misma y engrandecerse, sino para engrandecer a todos sus
súbditos, incluidos los indios, a los que quiso equiparar en derechos los
españoles». En lo eclesiástico, su importancia es «capital», pues «realizó una
reforma del clero secular y de la vida consagrada que la hicieron precursora
del Concilio de Trento».
Con todo ello,
Rubio Willen señala en qué la pueden imitar los cristianos de hoy: «Ella
siempre fue ella misma y fue con la verdad por delante. No tenía una doble
vida, fue una mujer de una sola pieza».
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y
Omega





