Me vuelvo demasiado mundano en el contacto con la tierra y muy poco de Dios alejándome del cielo, ¿cómo alcanzaré el amor que la Biblia propone?
| Pol Sole | Shutterstock |
Jesús
quiere que sea compasivo. La Biblia explica cómo es el corazón de Dios, el de
Jesús mismo:
Jesús me pide que sea como su Padre celestial:
Espero amor pero yo no amo
La medida que use la usarán conmigo. Mi forma de ser compasivo la
tendrán al mirarme.
Quiero que me traten de una forma pero yo no trato de la misma
manera a mis hermanos.
Espero que se porten bien conmigo, con
generosidad, pero yo no soy generoso con el resto. Me guardo
mis cosas. Mi medida es escasa, tacaña.
Espero que me regalen muchas cosas pero yo no regalo. Abro mis
manos parar recibir, pero yo no entrego.
Pido compasión
La compasión es una actitud que marca mi
vida para siempre. Es un don que me regala Dios y hace que mi vida sea
diferente. Así fue con los santos:
«Desde aquel
instante se grabó en el alma de Francisco la compasión del Crucificado».
Tomás de Celano, Vida segunda de San
Francisco
Si soy compasivo no podré pasar de largo ante el que
sufre. Percibiré el dolor en los corazones que me
encuentro.
No seré inmune ante el sufrimiento que observo. Me detendré
ante el que me necesita.
Perdonaré con misericordia las
ofensas. No llevaré cuentas del mal recibido. Me abriré a mirar con
misericordia al que no hace lo que yo espero y deseo. Al que no se comporta de
acuerdo con mi forma de pensar.
Los compasivos cambian el mundo con su mirada.
Soy del mundo
La intransigencia y la intolerancia me
vuelven rígido y duro. Nada me conmueve.
No quiero perdonar al que no actúa con justicia. No quiero
detenerme ante el que me necesita.
Y es que este mundo pugna por volver mi corazón inmune al dolor,
indiferente, exigente.
Me acostumbro a las muertes, a las injusticias, a los robos, a los
insultos a mi alrededor.
Me vuelvo tolerante con la injusticia que
observo. Lo acepto todo como parte de la vida en este mundo.
Me vuelvo demasiado mundano en el contacto
con la tierra y muy poco de Dios alejándome del cielo.
Una imagen de Jesús
Dice la Biblia:
«Nosotros, que somos imagen del
hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial».
Si soy compasivo, generoso, misericordioso, seré una imagen débil
y herida del hombre celestial, de Jesús que pasó haciendo el bien y curando a
los enfermos y oprimidos.
Hace falta un milagro para poder
llegar a compartir,
para perdonar al
que me hace daño, para dar más de lo que recibo sin hacer cuentas, para no
angustiarme al ver que el amor no es simétrico en mis vínculos.
Dar sin esperar
Esa asimetría del amor me incomoda. Quisiera
dar mucho y recibir mucho. O si doy poco recibir mucho más de lo que entrego.
Me gustaría que me amaran con la misma medida con la que yo amo,
aunque esta no esté colmada.
Pero no es así, la medida que me dan no es la mía. El amor es
asimétrico, es desigual. Recibo menos de lo que espero y me indigno.
Quiero que me amen más, que lo hagan de forma incondicional, que
me quieran pasando por alto mis debilidades e incoherencias. Que me busquen
aunque yo no los busque a ellos.
Quisiera recibir un amor colmado para no tener que vivir
mendigando. Pero no lo recibo y la rabia brota en mi
corazón.
Dios puede hacer un milagro en mí
¿Cómo podré hacer vida en mi corazón todo lo que hoy Jesús me
pide? Me parece imposible.
Y lo imposible sólo puede llegar a ser posible si un milagro
sucede en mí. Es lo que le pido a Jesús. Que como a san Francisco se me grabe
el amor compasivo del Crucificado.
Me quiero abrir a esa mirada misericordiosa y compasiva de Dios en
mi vida. He tocado la gracia y quiero dar mucho sin esperar nada.
Sin turbarme cada vez que reciba piedras en lugar de abrazos. Sin
dejar de amar aunque no me amen con la misma medida.
No quiero aburrirme, no quiero
cansarme de amar siempre más, de buscar al que me exige y perdonar al que me
hace daño.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia





