24.2.22

EL CUARTO DE SIGLO DE UN OBISPO TRABAJADOR, CERCANO Y BROMISTA

De Santander a Madrid, pasando por Orense, Asturias y Valencia. La vida episcopal del cardenal Osoro ha dotado a la Iglesia de un rostro sencillo y amable

Ordenación de Osoro en Orense. Foto: Iñaki Osorio

José Manuel Osoro recuerda perfectamente el día en que su hermano Carlos le dijo que le iban a hacer obispo. «Estábamos en el coche, en la estación. No sé si porque se iba o porque acababa de llegar. Entonces me dijo que todavía no era público, pero que lo habían nombrado obispo de Orense», rememora en conversación con Alfa y Omega. Ante la noticia, el hermano del hoy arzobispo de Madrid habla de alegría. La suya y la de su madre. «La mujer ya estaba enferma, pero lo vivió todo con mucho orgullo». José Manuel también destaca la capacidad de escucha de Carlos. «A todos nos gusta que nos atiendan cuando hablamos de nuestros problemas, ideas, y a él eso se le da muy bien y lo ha puesto en práctica toda su vida», concluye José Manuel Osoro, que anima a su hermano a «seguir en la misma línea» desarrollada durante ministerio episcopal.

Este comenzó el 22 de febrero de 1997, cuando fue ordenado como obispo en la catedral de San Martín de Orense, hace ahora 25 años. Una celebración que «fue muy emocionante», asegura Jorge Estévez, delegado –entonces y ahora– de Medios de Comunicación de la diócesis gallega. «Lo que más nos llamó la atención fue la cercanía, la espontaneidad, la libertad del nuevo obispo para hacer, para decir, para acercarse a un niño y besarlo, para ir hacia un grupo de personas y contarles no sé qué. Trajo un aire nuevo que iba renovando todo y aportaba ilusión y esperanza».

Según Estévez, el nuevo obispo «no daba la impresión de ser novato». No en vano había sido vicario general en su diócesis natal, Santander. «Sabía qué se traía entre manos y lo que quería hacer», a pesar de que «él siempre dice que quiere mucho a Orense porque aquí le enseñamos a ser obispo».

Por todo ello, «al poco tiempo, se empezó a comentar en los ambientes eclesiales que valía tanto que nos iba a durar poco», asegura el delegado, que describe su estilo episcopal como «muy cercano y plagado de detalles». En este sentido, Jorge Estévez recuerda emocionado «el abrazo que le dio a mi padre a los pocos días de llegar a la diócesis. “Es que los papás de mis curas son un poco mi papá, que ya no está con nosotros”».

Osoro pasó cinco años en Orense hasta que en 2002 fue nombrado arzobispo de Oviedo. Allí se encontró con José Antonio González Montoto, al que le unía una amistad gracias a la labor de ambos en la pastoral juvenil. «Él había montado el club juvenil La Pajarera y yo peregrinaba a Covadonga con los jóvenes», asegura el hoy delegado del Clero de Asturias, que ha acompañado a Osoro en todas sus tomas de posesión.

De los siete años que el prelado cántabro pasó en Oviedo, Montoto destaca «la vinculación que tuvo con Covandonga» –donde llegó a crear un Instituto Mariológico–, «todo lo que hizo por la Institución Teresiana y lo mucho que potenció el apostolado laical». Con este bagaje, y «el trato cercanísimo que siempre brindó a unos y otros», hizo que «la gente lo adorara», a pesar de que, en ocasiones, «el querer llegar a todos le hacía llegar tarde a otros compromisos». Su recuerdo sigue «muy vivo en Asturias», afirma el sacerdote.

Antes de recalar en Madrid en 2014, Carlos Osoro fue designado como arzobispo de Valencia en 2009, donde se ganó el mote de «el peregrino», como lo llamó el Papa Francisco. «Tenía tendencia a que le subiera el azúcar y siempre que podíamos nos íbamos andando a visitar las parroquias», explica Álvaro Almenar, que fue su secretario personal en aquella época. «Se metió a Valencia en el corazón. La trabajó mucho». De hecho, «el ritmo era fortísimo. Yo me iba muchas noches a la una de la madrugada y él seguía todavía un rato más», asegura, al mismo tiempo que revela un aspecto poco conocido del prelado: «Es un auténtico bromista. Muchas veces cogíamos el teléfono y llamábamos a sacerdotes y amigos haciéndonos pasar por algún personaje conocido».

«Efectivamente, el titular sería ese: le gustan las picardías», confirma el obispo electo de Calahorra y La Calzada-Logroño, y durante años obispo auxiliar de Madrid, Santos Montoya, que considera a Osoro su maestro en el oficio. De él, destaca «su capacidad de trabajo y su sencillez de vida, huyendo de todo exceso protocolario, además de su ilusión por querer llegar a todos, sin escorarse a un lado o al otro», concluye Montoya.

José Calderero de Aldecoa

Fuente: Alfa y Omega


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