El Jubileo ha sido siempre un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social en la vida de la Iglesia
| El papa Francisco abre la puerta santa de la catedral de Bangui, en el jubileo extraordiario de la Misericordia.29.11.2015 |
El Santo Padre
ha enviado una Carta a Monseñor Rino Fisichella, Presidente del Pontificio
Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Dicasterio al cual se le
confía la organización del Jubileo de 2025, y la responsabilidad de encontrar
las maneras apropiadas para que el Año Santo se prepare y se celebre con fe
intensa, esperanza viva y caridad operante.
“El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de
esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos
como urgente”, lo escribe el Papa Francisco en su Carta dirigida a Monseñor
Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la
Nueva Evangelización, Dicasterio al cual se le confía la organización del
Jubileo ordinario del año 2025, que tiene como lema “Peregrinos de la
Esperanza”.
El
Jubileo un don especial de gracia
En su Misiva – firmada en San Juan de Letrán, el 11 de febrero de 2022, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes – el Santo Padre recuerda que, el Jubileo ha sido siempre un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social en la vida de la Iglesia. “Desde que Bonifacio VIII instituyó el primer Año Santo en 1300 —con cadencia de cien años, que después pasó a ser según el modelo bíblico, de cincuenta años y ulteriormente fijado en veinticinco—, el pueblo fiel de Dios ha vivido esta celebración como un don especial de gracia, caracterizado por el perdón de los pecados y, en particular, por la indulgencia, expresión plena de la misericordia de Dios”.
“Los fieles, generalmente al final de una larga peregrinación, acceden al tesoro espiritual de la Iglesia atravesando la Puerta Santa y venerando las reliquias de los Apóstoles Pedro y Pablo conservadas en las basílicas romanas… Dando testimonio vivo de su fe perdurable”
Vivir el Año Santo en todo su significado pastoral
Asimismo, el Papa
Francisco señala que, el Gran Jubileo del año 2000 introdujo la Iglesia en el
tercer milenio de su historia. San Juan Pablo II lo había esperado y deseado
tanto, con la esperanza de que todos los cristianos, superadas sus divisiones
históricas, pudieran celebrar juntos los dos mil años del nacimiento de
Jesucristo, Salvador de la humanidad. “Ahora que nos acercamos a los
primeros veinticinco años del siglo XXI – afirma el Pontífice – estamos
llamados a poner en marcha una preparación que permita al pueblo cristiano
vivir el Año Santo en todo su significado pastoral”.
“En
este sentido una etapa importante ha sido el Jubileo Extraordinario de la
Misericordia, que nos ha permitido redescubrir toda la fuerza y la ternura del
amor misericordioso del Padre, para que a su vez podamos ser sus testigos”
Dos
años de sufrimientos y limitaciones
Sin embargo, el
Santo Padre recuerda que, en los dos últimos años no ha habido país que no haya
sido afectado por la inesperada epidemia que, además de hacernos ver el drama
de morir en soledad, la incertidumbre y la fugacidad de la existencia, ha
cambiado también nuestro estilo de vida. Como cristianos, señala el Papa, hemos
pasado juntos con nuestros hermanos y hermanas los mismos sufrimientos y
limitaciones. Nuestras iglesias han sido cerradas, así como las escuelas,
fábricas, oficinas, tiendas y espacios recreativos. Todos hemos visto limitadas
algunas libertades y la pandemia, además del dolor, ha despertado a veces la
duda, el miedo y el desconcierto en nuestras almas. Los hombres y mujeres de
ciencia, con gran rapidez, han encontrado un primer remedio que permite poco a
poco volver a la vida cotidiana.
“Confiamos
plenamente en que la epidemia pueda ser superada y el mundo recupere sus ritmos
de relaciones personales y de vida social. Esto será más fácil de alcanzar en
la medida en que se actúe de forma solidaria, para que las poblaciones más
desfavorecidas no queden desatendidas, sino que se pueda compartir con todos
los descubrimientos de la ciencia y los medicamentos necesarios”
El
Jubileo puede ayudar a restablecer la esperanza
De ahí deriva la
invitación del Papa Francisco a “mantener encendida la llama de la esperanza
que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la
fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y
amplitud de miras”. Por ello, afirma el Pontífice, el próximo Jubileo puede
ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un
nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esa razón elegí el
lema Peregrinos de la Esperanza. Todo esto será posible si somos capaces de
recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante
la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres,
jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna. Pienso especialmente en los
numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras.
“Ojalá
que las voces de los pobres sean escuchadas en este tiempo de preparación al
Jubileo que, según el mandato bíblico, devuelve a cada uno el acceso a los
frutos de la tierra: «podrán comer todo lo que la tierra produzca durante su
descanso, tú, tu esclavo, tu esclava y tu jornalero, así como el huésped que
resida contigo; y también el ganado y los animales que estén en la tierra,
podrán comer todos sus productos» (Lv 25,6-7)”
No
descuidemos el cuidado de nuestra Casa común
Por lo tanto, el
Obispo de Roma indica que, la dimensión espiritual del Jubileo, que nos invita
a la conversión, debe unirse a estos aspectos fundamentales de la vida social,
para formar un conjunto coherente. Sintiéndonos todos peregrinos en la tierra en
la que el Señor nos ha puesto para que la cultivemos y la cuidemos (cf. Gn
2,15), no descuidemos, a lo largo del camino, la contemplación de la belleza de
la creación y el cuidado de nuestra casa común. Espero que el próximo Año
Jubilar se celebre y se viva también con esta intención.
“De
hecho, un número cada vez mayor de personas, incluidos muchos jóvenes y
adolescentes, reconocen que el cuidado de la creación es expresión esencial de
la fe en Dios y de la obediencia a su voluntad”
Fe intensa, esperanza viva y caridad operante
Así, el Papa
Francisco confía a Monseñor Fisichella la responsabilidad de encontrar las
maneras apropiadas para que el Año Santo se prepare y se celebre con fe
intensa, esperanza viva y caridad operante. El Dicasterio que promueve la nueva
evangelización sabrá hacer de este momento de gracia una etapa significativa
para la pastoral de las Iglesias particulares, tanto latinas como orientales,
que en estos años están llamadas a intensificar su compromiso sinodal. En esta
perspectiva, la peregrinación hacia el Jubileo podrá fortificar y manifestar el
camino común que la Iglesia está llamada a recorrer para ser cada vez más
claramente signo e instrumento de unidad en la armonía de la diversidad. Será
importante ayudar a redescubrir las exigencias de la llamada universal a la
participación responsable, con la valorización de los carismas y ministerios
que el Espíritu Santo no cesa de conceder para la edificación de la única
Iglesia.
“Las
cuatro Constituciones del Concilio Ecuménico Vaticano II, junto con el
Magisterio de estos decenios, seguirán orientando y guiando al santo pueblo de
Dios, para que progrese en la misión de llevar el gozoso anuncio del Evangelio
a todos”
El año
2024 una gran “sinfonía” de oración
El Santo Padre
también precisa en su Carta que, la Bula de convocación, que será publicada en
su momento, contendrá las indicaciones necesarias para la celebración del
Jubileo de 2025. En este tiempo de preparación, me alegra pensar que el año
2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran
“sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la
presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo. Oración, para agradecer a Dios
los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación,
que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y responsable para
salvaguardarla. Oración como voz “de un solo corazón y una sola alma” que se
traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día. Oración que
permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para
expresarle lo que tienen en el secreto del corazón. Oración como vía maestra
hacia la santidad, que nos lleva a vivir la contemplación en la acción.
“En
definitiva, un año intenso de oración, en el que los corazones se puedan abrir
para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del “Padre Nuestro”, la
oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus
discípulos”
Pidiendo a la
Virgen María que acompañe a la Iglesia en el camino de preparación al
acontecimiento de gracia del Jubileo, el Papa Francisco concluye su Misiva
agradeciendo a Monseñor Rino Fisichella y a sus colaboradores, a quienes
imparte su Bendición Apostólica.
Renato Martínez - Ciudad del Vaticano
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