3 – Febrero. Jueves de la IV semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Marcos 6,
7-13
Llamó a los Doce y los fue
enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les
encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni
alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una
túnica de repuesto. Y decía: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que
os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al
marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos». Ellos
salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con
aceite a muchos enfermos y los curaban.
Comentario
Los apóstoles son literalmente
los “enviados”, quienes han sido elegidos por Dios para llevar a todo el mundo
la buena noticia. En el evangelio de hoy encontramos las instrucciones para el
camino, una palabra que no indica solo el recorrido de un viaje, sino también
la experiencia del seguimiento de Jesús.
La primera regla que nos da el
Maestro es ir “de dos en dos”. La fe no es individual, sino un patrimonio de la
Iglesia: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos” (Mt 18,20). Desde los primeros siglos hasta hoy el apostolado cristiano
siempre ha sido compartido, como los misioneros en tierras lejanas que nunca
van solos.
En segundo lugar es importante
“no llevar nada para el camino”, ni comida o bebida ni dinero. Eso indica la
libertad de la entrega que nos permite cumplir la voluntad de Dios: “Para
llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a
la Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra”
(San Josemaría, Via Crucis n.10).
Lo único que tiene que llevar un
discípulo de Jesús es un bastón, que recuerda el apoyo y la protección de Dios:
“No temo ningún mal, porque Tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan”
(Sal 23,4).
Las instrucciones exigen confianza
tanto en Dios como en el prójimo y presuponen la práctica de la hospitalidad y
el apoyo característicos de las primeras comunidades cristianas. Los discípulos
durante su misión en una zona encontraban acogida en familias que le
proporcionaban todo lo que necesitaban porque “el que trabaja merece su
salario” (Lc 10,7).
Como a los primeros apóstoles,
también a los cristianos de hoy hacen falta pocas cosas para seguir al Señor:
un corazón libre, la familia de la Iglesia y la ayuda de Dios.
Giovanni Vassallo
Fuente: Opus Dei