9 – Febrero. Miércoles de la V semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Marcos 7, 14-23
Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
«Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre». [«El que tenga oídos para oír que oiga»]
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola.
Él les dijo: «¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos).
Y siguió: «Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al
hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos
perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias,
malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo,
frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».
Comentario
Quizás no
exista un registro que lo demuestre, pero es factible que la nuestra sea la
época de las dietas. Es difícil creer que en otro momento histórico los libros
sobre nutrición sana y correctos hábitos alimenticios hayan tenido un índice de
ventas tan alto como actualmente.
Sin duda, esto
puede considerarse un avance. Los adelantos científicos y médicos han permitido
un conocimiento cada vez más detallado del cuerpo humano, de sus reacciones, de
lo que le hace bien y de lo que le hace mal. Ese conocimiento, probablemente,
ha mejorado la salud y la calidad de vida de mucha gente.
Sin embargo,
valdría la pena analizar cómo está la balanza: ¿cuántas de esas personas que
dedican dinero, tiempo y esfuerzo al mantenimiento de su cuerpo, están
dedicando al menos los mismos recursos al mantenimiento de su alma? ¿Intentan,
al menos, leer libros que los orienten en ese sentido?
En este pasaje
del evangelio, que va en continuidad con el que leímos ayer, Jesús está
intentando ayudar a las personas que le escuchan a fijarse en lo realmente
importante: en esa época, por la influencia de los fariseos, había una gran
preocupación por la pureza ritual, que incluía la prohibición de una serie
de alimentos que podían manchar a la persona.
No obstante,
el Señor quiere que se den cuenta de que hace falta invertir el movimiento: no
es de afuera hacia adentro como se mancha el alma, es de adentro hacia afuera
cómo surge la impureza.
A veces
podemos tener la tendencia a poner el énfasis en las circunstancias del
ambiente: la publicidad, las conversaciones de los amigos, la influencia
negativa de algunos medios. Pero Jesús insiste en que lo primero hacia lo que
debemos dirigir nuestra mirada en cada examen de conciencia es nuestro propio
corazón. ¿Realmente sabemos hacer dieta de lo que mancha nuestra alma?
¿Realmente sabemos purificar esa fuente de pecado que es nuestra propia
interioridad?
Vale la pena
que nos preguntemos si por tener el alma limpia hacemos al menos el mismo
esfuerzo que por tener el cuerpo sano. Para eso, es muy útil el trato continuo
con María Santísima: Ella, que es totalmente pura, irá limpiando con su amor
maternal todas estas cosas malas que proceden del interior y hacen impuro
al hombre, llevándonos por el camino de la contrición.
Luis Miguel
Bravo Álvarez
Fuente: Opus
Dei






