24 – Febrero. Jueves de la VII semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Marcos 9,
41-50
Y el que os dé a beber un vaso de
agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin
recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más
le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al
mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en
la vida, que ir con las dos manos a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y,
si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que
ser echado con los dos pies a la gehenna. Y, si tu ojo te induce a pecar,
sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los
dos ojos a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se
apaga. Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal
se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz
unos con otros».
Comentario
La sal añade sabor a la comida.
El discípulo de Jesucristo está llamado a dar sabor a la vida de la comunidad
con su forma de vida, por lo que está llamado a “tener sal”. Este sabor lo da
sobre todo el buen ejemplo, que se extiende por la comunidad mediante la
imitación y que impregna a toda la sociedad.
Jesús nos da el ejemplo de la
persona que da de beber a alguien un vaso de agua. La caridad que Jesús espera
de sus seguidores suele ser muy sencilla. Dios no olvidará tal acto de bondad;
ve, recuerda y recompensa a la persona que mostró compasión. Pero, por
supuesto, no debemos limitar nuestra caridad a los demás cristianos; debemos
compartir nuestra bondad con todo tipo de personas, y así seguimos el ejemplo
de Nuestro Señor, que fue compasivo y misericordioso con todos. Y así, los
cristianos establecen una norma que la gente de su entorno puede notar y
adoptar para sí misma.
Luego Jesús nos advierte que, por
otra parte, el mal ejemplo será castigado. Porque como los cristianos están
llamados a dar un estándar a los demás, si dan mal ejemplo pueden fácilmente
hacer tropezar a los demás. Las palabras de nuestro Señor son muy fuertes: “al
que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le
ajustaran al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y fuera
arrojado al mar” (Mc 9,42). Y todo lo que hay en nosotros que pueda llevarnos a
pecar ha de ser “cortado”, o “sacado”.
Lo que es cierto para el
individuo es también cierto para la comunidad. Aunque la sal en sí misma no se
estropea, los productos salados pueden estropearse; del mismo modo, el espíritu
cristiano dentro de una comunidad no puede darse por sentado; hay que
alimentarlo o existe el peligro de que se deteriore con el tiempo y acabe
perdiéndose por completo.
Por eso, en palabras de San Josemaría,
los cristianos deben trabajar continuamente para “llevar el fermento del
mensaje cristiano” a la sociedad (cfr. Conversaciones con Mons. Escrivá, 59),
dando testimonio en su vida cotidiana. El modo de actuar, de hablar, de mirar e
incluso de pensar debe reflejarle a Él y a sus enseñanzas.
Andrew Soane
Fuente: Opus Dei