23 – Febrero. Miércoles. San Policarpo, obispo y mártir
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Evangelio
según san Marcos 9, 38-40
Juan le dijo:
«Maestro,
hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido
impedir, porque no viene con nosotros».
Jesús
respondió:
«No se lo
impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal
de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Comentario
Desde muy
temprano, Jesús quiso comunicar a sus discípulos algunos poderes como el de
sanar enfermos o expulsar demonios. Ver al Maestro realizar estos signos
sorprendería a sus discípulos. Pero no menos admiración les causaba que
pudieran realizarlos ellos mismos y que hasta los demonios se les sometieran en
su Nombre (cfr. Lc 10,17). El Señor anticipaba, en cierto sentido, la eficacia
que iba a otorgar a su Iglesia a lo largo del tiempo, como partícipe y
dispensadora de su triunfo sobre el mal.
Aquellos
discípulos celosos, se habían adueñado de lo que tan solo eran dones recibidos
y juzgaron a otros indignos de recibirlos también. Tuvieron al menos el talento
de contarle al Maestro lo sucedido. La corrección de Jesús no se hizo esperar y
la lección tampoco: “nadie que haga un milagro en mi nombre puede a
continuación hablar mal de mí” (v. 39).
Todos podemos
tener cierta tendencia a mirar con recelo a quien no pertenece al propio grupo,
a quien no nos resulta familiar o cercano; a quien hace las cosas de otra
manera o con otro espíritu. Esto les pasó a los discípulos. Jesús nos enseña a
fomentar una mentalidad abierta, acogedora, universal.
La escena nos
invita a no ser intolerantes con los demás, “a no oponernos al bien, venga de
donde venga” (Beda, in Marcum 3,39), a no impedir que también otros
realicen obras buenas, precisamente porque con ellas ya tendrían algo en común
con nosotros, aunque no sean de nuestro grupo, familia o carisma. Por otro
lado, no tiene sentido minusvalorar lo propio o querer cambiarlo, por el
supuesto éxito espiritual ajeno.
San Josemaría
resumía la cuestión así: “«Alégrate, si ves que otros trabajan en buenos
apostolados. —Y pide, para ellos, gracia de Dios abundante y correspondencia a
esa gracia. —Después, tú, a tu camino: persuádete de que no tienes otro» (Camino,
n. 965).”
Pablo M. Edo
Fuente: Opus
Dei