Durante el rezo del Ángelus dominical este 13 de febrero, el Papa Francisco explicó que el verdadero discípulo es aquel que con humildad se deja guiar por Jesús, “abriendo su corazón, escuchándole y siguiendo el camino”
| Ángelus del Papa Francisco. Foto: Vatican Media |
Desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo
Padre reflexionó acerca del Evangelio de San Lucas, centrado en las
Bienaventuranzas.
“Las Bienaventuranzas, de hecho, definen la identidad del
discípulo de Jesús. Pueden sonar extrañas, casi incomprensibles para quien no
es discípulo, pero si
nos preguntamos cómo es un discípulo de Jesús, la respuesta es precisamente las
Bienaventuranzas”, señaló el Papa.
Aprender cada día con humildad
El Papa Francisco comenzó la reflexión de este domingo comentando
lo que definió como “la base” de este Evangelio, el momento en el que Jesús
señala que aquellos que son pobres en la tierra, serán recompensados en el
cielo. “Son bienaventurados porque son pobres”, dijo el Santo Padre.
A continuación, el Papa destacó la importancia de la “gratuidad” y
de compartir todos aquellos dones que nos regala el Señor y defendió que el
verdadero discípulo “vive en la lógica de Dios” y es consciente de que “no debe
saberlo todo”, sino aprender cada día con humildad, “sin prejuicios ni
rigidez”.
El Santo Padre recordó el
Evangelio del domingo pasado, cuando Simón Pedro dejó todo y decidió
seguir al Señor, y aseguró que aquellos que siguen a Dios “solamente en algunas
cosas”, no son verdaderos discípulos, y esa es la razón por la que “caen en la
tristeza”.
“Se entristece porque las cuentas no cuadran, porque la realidad
se escapa de sus esquemas mentales y se encuentra insatisfecho. El discípulo,
en cambio, sabe cuestionarse, sabe buscar a Dios humildemente cada día, y eso
le permite adentrarse en la realidad, acogiendo su riqueza y complejidad”, dijo
el Santo Padre.
El Papa explicó que el discípulo de Dios acepta “la paradoja de
las Bienaventuranzas, que declaran que es dichoso, es decir, feliz. Quien es pobre, quien carece de
tantas cosas y lo reconoce”.
El Papa lamentó que en la actualidad se induce a pensar de otra
manera, y muchas veces se cree que solamente los ricos están llenos de bienes y
son aplaudidos y envidiados, son felices.
“Jesús, por el contrario, declara que el éxito mundano es un
fracaso, ya que se basa en un egoísmo que infla y luego deja un vacío en el
corazón. Ante la paradoja de las Bienaventuranzas, el discípulo se deja meter
en crisis, consciente de que no es Dios quien debe entrar en nuestras lógicas,
sino nosotros en las suyas”, explicó el Pontífice.
La verdadera felicidad: La Alegría del corazón
“Esto requiere de un camino, a veces fatigoso, pero siempre
acompañado de alegría. Porque, recordemos, la primera palabra de Jesús es:
dichosos. Esto es el sinónimo de ser discípulos de Jesús. El Señor, al
liberarnos de la esclavitud del egocentrismo, desencaja nuestras cerrazones,
disuelve nuestra dureza y nos abre la verdadera felicidad, que a menudo se
encuentra donde nosotros no pensamos”, defendió el Santo Padre.
Ante los fieles y peregrinos de la Plaza de San Pedro, el
Papa Francisco aseguró que Dios es “quien guía nuestra vida, no nosotros con
nuestros prejuicios, o con nuestras exigencias. El discípulo es el que se deja
guíar por Jesús. El que abre el corazón a Jesús, lo escucha y sigue el
camino”.
A continuación, el Papa invitó a mirar en el interior para hacer
las siguientes preguntas: “¿Tengo yo la disponibilidad del discípulo? ¿O me
comporto con la rigidez de quien se siente cómodo, bien y siente que ya ha
llegado? ¿Me dejo ‘desencajar por dentro’ por la paradoja de las
Bienaventuranzas, o me mantengo dentro del perímetro de mis propias ideas? Y
luego, más allá de las penurias y dificultades, ¿siento la alegría de seguir a
Jesús?”.
Por último, el Santo Padre quiso señalar el rasgo “más destacado del discípulo: la
alegría del corazón”.
“Este es el trato del discípulo, la alegría del corazón. No nos
olvidemos de la alegría del corazón. Esta es la clave para saber si alguna
persona es discípulo, porque tiene la alegría del corazón”, concluyó el
Papa.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa





