Todo lo que podemos hacer es rezar. Y ayudar, cada uno a su manera. Todos debemos rezar. Levantar nuestra voz débil a Dios. Incluso los que piensan que son ateos pueden rezar
Fieles rezan en la catedral católica de ucraniana de Londres por la paz en su país |
Ante la
violencia abrumadora de la guerra, los pueblos del mundo, atónitos, no tienen
más remedio que rezar y ayudar a los que sufren. Hay miedo y desconcierto ante
la locura de un conflicto que puede llegar a ser mucho mayor. No podemos
permanecer indiferentes.
Todo lo que
podemos hacer es rezar. Ante la violencia inaudita y desbordante de la guerra,
ante las pesadillas de un conflicto mayor y más devastador, ante la locura y la
irracionalidad que hacen temblar al mundo, no tenemos más remedio que invocar a
Dios. La humanidad entera está angustiada por las noticias que llegan de
Ucrania. Hay incredulidad, miedo, desconcierto.
Algunos hablan
de signos apocalípticos: una pandemia, un trastorno climático, una guerra. Hay
quienes recuerdan cómo empezó la Segunda Guerra Mundial: el Anschluss, la
crisis de los Sudetes, Polonia. ¿Qué podemos hacer ante el gran misterio de la
iniquidad? Sólo levantar la vista al cielo y rezar.
¿Qué se quiere
ocupar? ¿Qué hay que destruir? ¿Qué armas se utilizarán? ¿Serán atacados otros
países? ¿Con qué estúpidas y falsas justificaciones? No queremos creer que haya
alguien tan loco como para arriesgarse a devastar el mundo para añadir un poco
de poder a su poder. El poder de este mundo pasará pronto. Y entonces vendrá el
juicio de Dios. Pero la historia nos enseña que, en estos casos, con frecuencia
llega primero el juicio humano.
Los soldados
van a la guerra. Ellos obedecen. Matan y son asesinados. Por un pedazo de
tierra que algunos poderosos quieren. ¿Se negará alguien a la orden de matar
inocentes? ¿Se rebelará alguien contra la orden de realizar bombardeos
indiscriminados y atroces? ¿O se sentirán todos orgullosos de aplastar al más
débil? Gigantes orgullosos de pisotear a los más pequeños.
Ante estos
acontecimientos uno se siente impotente, sin palabras. Todo lo que podemos
hacer es rezar. Y ayudar, cada uno a su manera. Todos debemos rezar. Levantar
nuestra voz débil a Dios. Incluso los que piensan que son ateos pueden rezar.
Sólo hace falta un pensamiento. El Creador escucha el clamor de todas sus
criaturas. Debemos estar todos unidos ahora, olvidando todas las divisiones, todos
los conflictos, todos los rencores, para poder decir juntos: "Señor,
líbranos del mal".
Sergio
Centofanti - Ciudad del Vaticano
Vatican News