Vanessa vivió 15 años en la calle como toxicómana y acabó en un «Woodstock cristiano»
| Vanessa empezaba a remontar en su vida cuando sintió la experiencia de Dios como Padre que escucha y concede. Fue la chispa que encendió su fe |
Vanessa creció en Nanterre, una ciudad en torno a los cien mil
habitantes a pocos kilómetros de París, así que se define como una chica “de
ciudad”. Vivió una infancia
muy dura, con un padre alcohólico, drogadicto, violento y maltratador: “Yo
misma, cuando crecí, pasé quince
años en la calle con una politoxicomanía y un alcoholismo severos”.
El trabajo y la oración
Su vida, sin embargo, dio un giro cuando, después de mucho tiempo
sin trabajar, un hombre le ofreció un empleo en una granja: “Eso me dio ganas de ‘renacer’”,
cuenta a Découvrir
Dieu. Pero la realidad es que, en su estado físico y
desacostumbrada a la vida laboral, la actividad resultaba agotadora para ella.
El jefe de Vanessa, un hombre “bueno
y católico”, al verla fatigada le dijo: “Necesitas unas vacaciones. Tómate una semana de descanso”.
“Como soy muy curiosa, y además estaba muy cansada, acepté sin
dudarlo”, explica Vanessa, diciéndose a sí misma que nada perdía con
probar. Se trataba del encuentro anual que organiza la Comunidad del Emmanuel en
Paray-le-Monial, donde se encuentra el santuario de las apariciones del Sagrado
Corazón de Jesús a Santa
Margarita María Alacoque (1647-1690).
Vanella llegó en un coche, acompañada por otras personas. Al
llegar, le sorprendió lo que vio: “No sabía dónde estaba. Había más de cinco
mil personas. Aquello parecía un
Woodstock para cristianos. ‘Pero esto ¿qué es?’, me pregunté. Pero, bueno,
ya estaba allí, y la verdad es que me sentía contenta, sin saber muy bien por qué”.
Un fuego devastador
Comenzó el encuentro de oración y discurría para ella con la
sorpresa de lo desconocido, cuando al día siguiente por la noche recibió una
llamada muy alarmante desde su granja. Se había declarado un incendio y los animales (burros y cerdos)
habían escapado. Se encontraban en la zona rodeada por las llamas y no
podían recuperarlos, y los bomberos no conseguían dominar el fuego, que se
había extendido por la colina cercana.
“No sabía qué hacer, así que corrí hacia la iglesia y me tiré al suelo rezando”, cuenta
Vanessa: “Como me habían iniciado en la oración y me hablaban mucho de
religión, dije: ‘¡Estás ahí para eso, haz algo!’ Luego avisé a todas las
personas de mi pasillo pidiéndoles que hiciéramos una cadena de oración, porque me habían dicho que las
cadenas de oración eran muy importantes: ‘¡Vamos, hagámoslo! ¡Los animales
tienen que sobrevivir!’, les animé”.
Desde el pueblo la mantenían al tanto de lo que pasaba. Y al cabo
de seis horas volvieron a telefonearla. No habían recuperado aún el cerdo, pero los burros se habían salvado.
A Vanessa también le preocupaba otra cosa: “¡La tierra! ¡Hemos perdido la tierra!”
En efecto, cuando dos días después permitieron al jefe volver las
tierras, con el fuego ya extinguido, pudo comprobarse que todo se había calcinado,
hectáreas enteras de bosque y un campo que había en medio. La sorpresa fue lo
que le dijo por teléfono: “¡Tienes que seguir ahí, sigue rezando porque ha
habido un milagro!” La
puerta que permitía la salida de los burros, salvándoles la vida, “¡había
quedado totalmente verde e intacta!”
Entonces Vanessa recordó que lo único que había gritado en el
templo era: “¡Deja que vivan los animales! ¡Toma todo lo demás, pero deja vivos los animales!”
La certeza de que el Cielo
ayuda
“Y es que había sido mi único deseo”, afirma: “A partir de ese
momento, me dije: ‘El Señor existe. El Señor concede lo que le pides’. Y quise
hablar con Él, y abrí la Biblia pensando: ‘¡Habla conmigo! Acabo de comprender que estás ahí, acabo de
comprender que existes. Ahora tenemos que seguir comunicándonos’”.
Vanessa tomó las Sagradas Escrituras y dice que en el texto que
salió al azar se hablaba de las
obras del poder de Dios como acicate de la fe. Al modo en el que Jesucristo alega ante los
judíos: “Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi
Padre, esas dan testimonio de mí… Si no hago las obras de mi Padre, no me
creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que
comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Jn 10, 25-38).
“Ese día llegué a un acuerdo con el Señor”, confirma Vanessa: “Le
dije: ‘Si, creo. Sí, me he hecho católica’. Nuestro Padre es Padre de todos: es una inspiración
espiritual, del corazón, es el Dios hecho Hombre que viene constantemente a
protegernos”.
De golpe, bromea Vanessa, se veía aceptando que un hombre la
protegiese: “Algo que antes jamás habría podido aceptar”.
“Sigo teniendo problemas”, concluye, “y ahora se los entrego al
Señor. Le digo: ‘Sola no puedo.
Necesito que me ayudes. Vamos a hacer esto mano a mano’. Y luego veo el
resultado: de repente, un apaciguamiento en mi interior, un bienestar… ¡y al
final otra vez un enfado, y digo que no lo conseguiremos! Pero lo conseguimos,
encontramos una solución. Sinceramente, creo que no estamos solos. El Cielo nos ayuda, esto es una
certeza. No pienso dar marcha atrás: el Señor existe y está ahí, no hay
duda”.
C. L.
Fuente: ReL





