Jacques Boisgard cuenta el increíble momento que Dios entró en su vida
Jacques Boisgard pasó décadas ejerciendo como adivino, hipnotizador y y curandero |
Jacques Boisgard es una persona nueva. Tras
muchos años de prácticas ocultas donde se había convertido en un hipnotizador y
curandero que vivía de ello se dio cuenta de que se había convertido en un
instrumento del diablo. Ha podido volver al catolicismo aunque ha necesitado de exorcismos para
poder sanar su alma, que aún así ha quedado con cicatrices, como él mismo
confiesa.
Este francés asegura que lo mejor que ha podido hacer en su vida
ha sido cambiar su péndulo por el rosario. Sin embargo, durante 35 años no fue
así sino que ganó dinero con estas prácticas ocultas. Durante años supuestamente curó enfermos y encontraba a personas
desaparecidas, leía el futuro en las cartas y se comunicaba con los
muertos.
“Me gané la vida con eso, incluso podía ayudar a la gente a distancia”, cuenta a Famille
Chretienne arrepentido tras haber abierto de par en par su alma al
demonio durante todo el tiempo y haber sido instrumento suyo para llegar a otras
personas.
Sin embargo, reconoce que nunca vio venir en sus adivinaciones que su propia conversión llegaría, y
que lo haría con tal potencia.
Boisgard relata que nació en una familia nominalmente católica y
practicante pero con una tradición de “siete generaciones de curanderos”.
Cuando tenía 10 años su padre le designó como sucesor en esta
familia de “curanderos”. “Me dijo: ‘tienes
el don’. En ese momento vino una paloma, la tomé en mis manos y mi
padre me dijo: ‘está bien’”, añade.
Desde ese momento fue
iniciado en las prácticas ocultas adquiriendo rápidamente numerosos
conocimientos. Los resultados aparentemente le avalaban, el boca a boca
funcionaba y los clientes acudían en masa.
Jacques afirma que políticos, empresarios, particulares de
cualquier tipo e incluso policías que buscaban a delincuentes huidos iban a él.
“Antes de que abrieran la boca,
yo sabía los motivos de su consulta. No tenía tarifas, la gente me
daba lo que quería. Me ganaba muy bien la vida, me reconocían y me invitaban a
lugares magníficos. Mi trabajo me fascinaba, me estaba yendo bien”, afirma el
exzahorí.
Pero fue cuando tenía 45 años cuando comenzó a hacerse preguntas,
pues hay que recordar que provenía de una familia católica. “Me di cuenta de que algo andaba
mal sin saber por qué”, reconoce.
Sin embargo, el verdadero punto de inflexión se produjo durante la primera sesión del cursillo
prematrimonial con el nuevo párroco de su parroquia en Amboise.
Jacques le dijo cuál era su profesión y entonces el sacerdote hizo una mueca.
“Me hizo darme
cuenta de que no estaba en el camino correcto y esto me sacudió”, asegura
Jacques. Mientras tanto, su futura esposa le dijo que no hiciera caso al
sacerdote, pues estaba demasiado cerrado para entenderlo.
Pero fue Jacques el que no pudo dejar de pensar en lo que le dijo
el sacerdote, pues algo en su interior se removió. Cuando regresó a su casa pidió al cielo que lo iluminase y abrió
la Biblia al azar.
La abrió por el libro del Deuteronomio y salió lo siguiente:
"No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el
fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún
encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es
una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones
desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti. Has de ser íntegro con
Yahveh tu Dios” (Dt. 18, 10-13).
Ante esta lectura de la Biblia –asegura Jacques Boisgard- "mi alma estaba destrozada por un
dolor indescriptible. Estaba devastado por haber permanecido tanto tiempo
en estas falsas creencias. ¿Cómo pude haberle hecho esto al Señor?”.
Este francés volvió
a la iglesia en busca de ayuda y para rezar con este sacerdote. Siguiendo
su consejo Jacques fue a un retiro con una comunidad religiosa en Mayenne en
presencia además del exorcista de la diócesis.
Pero no fue suficiente, pues acababa de dar un paso que no gustaba
a alguien que hasta ahora se mostraba oculto en su interior. Se trataba del
demonio. “No quería soltarme.
Pensamientos suicidas, agresividad, ataques físicos violentos…”, fueron los
síntomas que le daban cuando quería optar por Dios.
“Si dejas una
puerta abierta al diablo él entra, aunque la abertura sea muy pequeña,
y utiliza nuestras debilidades”, afirma desde su propia experiencia.
Tuvieron que transcurrir
dos años, a través de oraciones, exorcismos, confesiones y comuniones para
que finalmente pudiera ser liberado.
"Mi alma
todavía tiene cicatrices, pero soy un hombre nuevo. Dios
puede sanarnos de cualquier cosa. Si lo buscamos, Él siempre está ahí, lo
recibimos. Nos decimos: ‘Ya tuve derecho a ello una vez’, y Él vuelve a
darnos”, asegura.
Su teléfono sigue sonado para antiguos encargos. Pero a todos
ellos les dice que lo ha dejado todo por amor a Cristo y que “no hay magia blanca, la magia
siempre es mala”.
J. Lozano
Fuente: ReL