11 – Marzo. Viernes de la I semana de Cuaresma
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 5,
20-26
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar
de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano
“imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”,
merece la condena de la gehenna del fuego. Por tanto, si cuando vas a
presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano
tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero
a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con
el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de
camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la
cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el
último céntimo.
Comentario
Jesucristo no ha venido a abolir
la ley, sino a darle plenitud. Con Él y en Él, la vida de un cristiano deja de
ser una vida llena de obligaciones, deberes y prácticas, y se convierte en una
vida llena de entrega y felicidad colmada.
Y así, el precepto de “no matar”
se enriquece. Es interesante notar cómo cuanto más pequeña es la ofensa, mayor
es el tribunal al que uno se enfrenta y el castigo que se impone. Llenarse de
ira conlleva ser reo de juicio, que era el tribunal previsto para quien
asesinaba; el que insulta es reo del Sanedrín, un juicio más severo que el
anterior; maldecir trae consigo el fuego del infierno; y, finalmente, tener
algo contra un hermano supone estar fuera de la comunión con Dios.
Jesucristo causaría estupor al
hablar de este modo. Pero lo hace para señalar la raíz del problema, lo que está
verdaderamente en juego: la comunión con Dios pasa por la comunión con los
hombres.
No matar no es no hacer mal al
otro, sino no buscar la comunión con el otro, entrar verdaderamente en su vida,
llevar la vida del otro sobre los propios hombros.
No hay una vía intermedia. O la
vida del otro es amada radicalmente o es aniquilada. O gozo de la presencia y
de la vida del otro, o la rechazo, la elimino, la quito de en medio.
Esa es la vida que nos ofrece
Jesucristo, esa es la plenitud: estar en la vida de los demás. Gozar de sus
éxitos, de sus talentos y capacidades, de sus alegrías, de sus proyectos;
caminar con ellos en sus fracasos, en su penas, en sus dolores. Abrazándoles
por completo; perdonándoles y aceptando su perdón.
Un nuevo vivir. Más allá de nosotros
mismos.
Luis Cruz
Fuente: Opus Dei





