Una víctima del régimen trans revela la verdad: «Nadie me ayudaba, pero todos me animaban»
"Ahora he aceptado y admitido que la transición fue algo horrible que hice cuando era inmadura, irracional y no tenía esperanza", afirma Laura, "detrans" |
"Los detrans
estamos siendo silenciados y cancelados por contar la verdad. ¿Cómo puede
darse esta opción si la información necesaria no se expone?" Bajo esta
reflexión publicada en Twitter el
pasado sábado, día de la toma de conciencia "detrans", se esconde el
objetivo de Detrans Voices, un Think
tank que pretende convertirse en altavoz de un colectivo creciente al
comprobar en carne propia las consecuencias de la ideología transgénero: en
muchos casos no hay vuelta atrás y todo surge a raíz de un engaño.
Laura, de 24
años, es solo uno de los muchos casos que recoge este portal. Durante su
adolescencia pasó 5 años
antes de hacer la transición dudando sobre su sexo, consumiendo drogas y
pensando en el suicidio debido al "infierno" emocional
propiciado por la disforia.
Abusos, depresión, autismo... "No recibí ayuda"
"A medida que crecí prefería usar ropa de niño, odiaba lo femenino y sabía que era
diferente a otras chicas pero tampoco me sentía conectada con los
niños", explica. Sus amigos, las redes sociales y especialistas a los que
acudía le repetían que era
un cuadro de disforia de género, pero ella ha necesitado años de dolor para
conocer la verdadera causa: "Solo
se debía a que era autista".
"Me desarrollé físicamente a los 9 años y odiaba usar
sujetador y tener senos. Temía tener mi período", relata.
El comienzo de su adolescencia coincidió con los abusos emocionales y verbales de
su padre, lo que generó una falta
de autoestima agravada por la depresión, ansiedad y un autismo diagnosticado con 11
años. "Nunca recibí ayuda para
estos problemas", añade.
"Cada vez era menos femenina, mi depresión empeoró y me
sentía extremadamente sola. Estaba
empezando a tener tendencias suicidas y con 15 años comencé a probar todas las drogas
que podía", explica la joven, entonces estrechamente relacionada con
círculos LGTB.
"Siempre me gustaron los
chicos"
Sin embargo, ella misma reconoce que ninguno de sus problemas
estaba relacionada con su tendencia sexual: "Me preguntaban si era
lesbiana por cómo actuaba, pero siempre me gustaron los chicos".
Autismo, depresión, falta de una figura paterna estable... a la
joven le quedaban pocos ingredientes para entrar de lleno bajo la amenaza de la
transición. Las redes
sociales e internet eran dos de ellas que no tardaron en eliminar el
foco de su verdadero problema. "Con 15 años aprendí sobre la identidad de
género en internet y pensé
que era transgénero porque parecía cumplir con muchos de los criterios",
explica.
Entre los mencionados por la red como algunos de sus supuestos
"indicios trans" se encontraba la tendencia a parecerse a hombres
famosos, asumir roles masculinos en juegos, empatizar con los papeles de los
hombres en series y películas o la molestia con su cuerpo.
"Pensé que
mis conexiones con la sexualidad y los personajes masculinos en las
películas y la televisión, eran una prueba de que podía ser trans", explica, pero más
tarde sabría que "en realidad, solo estaba expresando la sexualidad
femenina normal hacia los hombres".
Entre los 16 y los 18 años, Laura se enamoró de dos amigos que eran homosexuales, lo que
incrementó el sentimiento de aversión por su propio cuerpo. "Pensé que
ellos me querrían y tal
vez podría ser feliz y no deprimirme o suicidarme si tuviese un cuerpo de
hombre. Mi disforia empeoró y me culpaba por ser una inadaptada que no
complacía a nadie y a la que nadie quería", menciona.
Abocada a la cirugía trans
La joven comenzó
a declararse transgénero ante la aceptación de su familia, que pensaba
"que era un bicho raro, que estaba hecho un lío y que no era gran
cosa".
Sin ayuda para solventar los graves problemas psicológicos que
padecía, Laura comenzó a
ir a terapia pensando que encontraría la solución en los
especialistas. "Todos fueron inútiles: nadie me ayudó en mis problemas, solo me decían que apoyaban
mi identidad".
El trastorno de estrés postraumático por los abusos paternos, los
problemas de autoestima, el autismo, la depresión severa, la ansiedad o las
tendencias suicidas eran solo algunas de sus patologías previas que nunca fueron escuchadas ni tratadas, en
contra de su voluntad.
"Expresé el
deseo de tratar la disforia de género con terapia, no con la transición,
pero en lugar de ayudarme con cualquiera de esos problemas, los terapeutas y
psiquiatras no me hablaron de aceptar y amar mi cuerpo y mi sexualidad ni me
sugirieron que buscase otras posibilidades además de la transición",
menciona.
Cuando lo mencionó a los especialistas, ninguno de ellos dudaron
en proporcionarle testosterona y al solicitar la cirugía no recibió ninguna evaluación por parte
de su psiquiatra para diagnosticar la disforia requerida y recomendar
la cirugía. "Mi médico general escribió una segunda recomendación sin hacer preguntas y la
envió a un cirujano", añade.
Tras salir de un ingreso por un intento de suicidio, reservó una
cita para extirparse el pecho en pleno tratamiento hormonal.
"Firmaron cartas a mi cirujano conociendo mis tendencias
suicidas, el odio que tenía hacia mí misma y las otras enfermedades mentales. Era demasiado fácil para una
persona suicida y dolida obtener hormonas experimentales que te
cambian la vida. Era demasiado fácil obtener una mastectomía doble y extirpar
órganos sanos. No estoy
triste. Estoy enfadada", sentencia.
El fracaso de la transición,
una constante
Pero ni la testosterona ni la cirugía le hicieron sentirse mejor.
"Me volví más imprudente, empecé a conducir borracha, cometer robos y
meterme en peleas. El
mismo día que tenía una cirugía superior tuve un intento de suicidio, pero
el cirujano hizo su trabajo porque insistí en que no estaba relacionado con el
miedo a la cirugía: no fui honesta", admite. Tras la operación, "no me sentía más `yo´ ni más completa o
mejor, como esperaba".
Laura no
tardó en saber que había cometido un error, especialmente conforme conocía
a mujeres como ella y multitud de casos "detrans" que se
arrepintieron de haber comenzado la transición de género. Meses después, era
una más de los miles de casos que páginas como Detrans Voices y
otros especialistas tratan de difundir.
Sola, con la transición completada y sin más ayuda que la búsqueda
de la verdad sobre sí misma, la joven de 24 años menciona que su disforia
"desapareció" cuando logró descubrir y poner en orden todos los
factores que le habían llevado a aquel escenario.
"Es un infierno ser una niña o una mujer deprimida, pero es aún peor estar deprimida
tratando de parecer y ser un hombre sabiendo que es imposible",
menciona.
"Ahora he aceptado y admitido que la transición fue algo horrible que hice cuando
era inmadura, irracional y no tenía esperanza", afirma. "Ahora
solo quiero ser la mejor versión de mí misma que pueda ser. Me siento
mentalmente sana y ya no tengo tendencias suicidas. Tengo un presente mejor y un futuro prometedor como mujer, y
tengo las cicatrices para probarlo", concluye.
José María Carrera
Fuente: ReL