El Papa Francisco dedicó su catequesis al viaje apostólico a Malta durante la Audiencia General de este miércoles 6 de abril
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Papa Francisco en la Audiencia General. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
“Como Obispo de Roma, fui a
confirmar a ese pueblo en la fe y en la comunión. De hecho, Malta es un
lugar-clave también desde un punto de vista de la evangelización. De Malta y
de Gozo, las dos diócesis del país, han salido muchos sacerdotes y
religiosos, pero también fieles laicos, que han llevado a todo el mundo el
testimonio cristiano. ¡Cómo si el paso de San Pablo hubiera dejado la misión
en el ADN de los malteses! Por eso mi visita ha sido sobre todo un acto de
reconocimiento, reconocimiento a Dios y a su santo pueblo fiel que está en
Malta y en Gozo”, señaló el Santo Padre.
A continuación, la catequesis
pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
El sábado y domingo pasados
estuve en Malta: un viaje apostólico que estaba programado desde hace tiempo.
Pocos saben que Malta, incluso siendo una isla en medio del Mediterráneo,
recibió muy pronto el Evangelio, porque el apóstol Pablo naufragó cerca de
su costa y prodigiosamente se salvó con todos los que estaban en el barco,
más de doscientas setenta personas.
Cuenta el
libro de los Hechos de los Apóstoles que los malteses les acogieron a todos
con «una humanidad poco común» (28,2), esto es importante, no lo olviden, con
una humanidad poco común.
He elegido precisamente
estas palabras: con una humanidad poco común, como lema de mi viaje, porque
indican el camino a seguir no solo para afrontar el fenómeno de los migrantes,
sino más en general para que el mundo se vuelva más fraterno, más vivible, y
se salve de un “naufragio” que nos amenaza a todos nosotros, que estamos – como
hemos aprendido – en la misma barca. Todos.
Malta es, en este horizonte, un
lugar-clave. Lo es sobre todo geográficamente, por su posición en el centro
del Mar que está entre Europa y África, pero que baña también Asia. Malta
es una especie de “rosa de los vientos”, donde se cruzan pueblos y culturas; es
un punto privilegiado para observar a 360 grados la zona mediterránea. Hoy se
habla a menudo de “geopolítica”, pero lamentablemente la lógica dominante es
la de las estrategias de los Estados más poderosos para afirmar los propios
intereses extendiendo el área de influencia económica, ideológica y militar.
Lo estamos viendo con la guerra. Malta representa, en ese cuadro, el derecho y
la fuerza de los “pequeños”, de las Naciones pequeñas pero ricas de historia
y de civilización, que deberían llevar adelante otra lógica: la del respeto
y de la libertad, de la convivialidad de las diferencias, opuesta a la
colonización de los más poderosos. Lo estamos viendo ahora, no solo en una
parte, sino en otras.
Después de la segunda guerra
mundial se ha intentado poner las bases de una nueva historia de paz, -pero
lamentablemente no aprendemos- ha ido adelante la vieja historia de grandes
potencias competidoras. Y, en la actual guerra en Ucrania, asistimos a la
impotencia de la Organización de las Naciones Unidas.
Segundo aspecto: Malta es un
lugar-clave en lo que se refiere al fenómeno de las migraciones. En el Centro
de acogida Juan XXIII encontré numerosos migrantes,
que desembarcaron en la isla después de viajes terribles. No hay que
cansarse de escuchar sus testimonios, porque solo así se sale de la visión
distorsionada que a menudo circula en los medios de comunicación y se pueden
reconocer los rostros, las historias, las heridas, los sueños y las esperanzas
de estos migrantes.
Cada migrante es único, no es un
número, es una persona, es único, como uno de nosotros. Cada migrante es una
persona con su dignidad, sus raíces, su cultura. Cada uno de ellos es portador
de una riqueza infinitamente más grande que los problemas que puede implicar
su acogida. No olvidemos que Europa fue formada por las migraciones.
Ciertamente, la acogida debe ser
organizada, es verdad, debe ser gobernada, y antes, mucho antes, debe ser
proyectada juntos, a nivel internacional. Porque el fenómeno migratorio no
puede ser reducido a una emergencia, es un signo de nuestros tiempos. Como tal
debe ser leído e interpretado. Se puede convertir en un signo de conflicto, o
en un signo de paz. Depende de nosotros.
Quien en Malta ha dado vida al
Centro Juan XXIII ha hecho la elección cristiana y por eso lo ha llamado “Peace
Lab”: laboratorio de paz.
Pero yo quisiera decir que ¡Malta en su conjunto es un laboratorio de paz!
Todo el país con su actitud, es un laboratorio de paz.
Y puede realizar esta misión
suya si, desde sus raíces, toma la savia de la fraternidad, de la compasión,
de la solidaridad. El pueblo maltés ha recibido estos valores junto con el
Evangelio, y gracias al Evangelio podrá mantenerles vivos.
Por esto, como Obispo de Roma,
fui a confirmar a ese pueblo en la fe y en la comunión. De hecho – tercer
aspecto – Malta es un lugar-clave también desde un punto de vista de la
evangelización. De Malta y de Gozo, las dos diócesis del país, han salido
muchos sacerdotes y religiosos, pero también fieles laicos, que han llevado a
todo el mundo el testimonio cristiano. ¡Cómo si el paso de San Pablo hubiera
dejado la misión en el ADN de los malteses! Por eso mi visita ha sido sobre
todo un acto de reconocimiento, reconocimiento a Dios y a su santo pueblo fiel
que está en Malta y en Gozo.
Sin embargo, también allí sopla
el viento del secularismo y de la pseudocultura globalizada a base de
consumismo, neocapitalismo y relativismo. También allí, por eso, es tiempo de
nueva evangelización.
La visita que, como mis
predecesores, realicé a la Gruta
de San Pablo ha sido como ir a la fuente, para que el Evangelio pueda
brotar en Malta con la frescura de sus orígenes y reavivar su gran patrimonio
de religiosidad popular.
Esta es simbolizada en el Santuario
mariano nacional de Ta’ Pinu,
en la isla de Gozo, donde celebramos un intenso encuentro de oración.
Allí sentí latir el corazón del pueblo maltés, que confía tanto en su
Santa Madre. María nos lleva siempre a lo esencial, a Cristo crucificado y
resucitado por nosotros, a su amor misericordioso. María nos ayuda a reavivar
la llama de la fe tomando del fuego del Espíritu Santo, que anima de
generación en generación el alegre anuncio del Evangelio, ¡porque la alegría
de la Iglesia es evangelizar! No olvidemos la frase de San Pablo VI: la
vocación de la Iglesia es evangelizar, la alegría de la Iglesia es evangelizar,
no olvidemos esto, es la definición más bella de la Iglesia.
Acojo esta ocasión para renovar
mi agradecimiento al presidente de la República de Malta, muy amable, un hermano,
muchas gracias a él, a su familia, al señor primer ministro y a las otras
autoridades civiles, que me han acogido con tanta gentileza; como también a
los obispos y a todos los miembros de la comunidad eclesial, a los voluntarios
y a los que me han acompañado con la oración.
Quisiera recordar también el
centro para migrantes Juan XXIII, allí aquel fraile franciscano que lo lleva
adelante tiene 91 años y continúa a trabajar así, con colaboradores de la
diócesis, es un ejemplo de celo apostólico y de amor a los migrantes que hoy es
tan necesario.
Nosotros, de hecho, sembramos,
pero es el Señor quien nos hace crecer. ¡Qué su bondad infinita conceda
frutos abundantes de paz y de todo bien al querido pueblo maltés! Gracias al
pueblo maltés por su acogida tan humana, tan cristiana, muchas gracias.
Fuente: ACI Prensa