El párroco ya es beato; 8 avanzan a los altares... la tapia del cementerio fue su puerta al Cielo
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Urna del beato mártir y párroco Francisco Solís en la parroquia de Mancha Real... pero hay más que fueron asesinados allí y van camino de los altares |
Rafael Higueras, sacerdote diocesano en Jaén, además de
amigo y promotor de la figura del beato Lolo, es
el postulador de la causa de 130
mártires de la diócesis asesinados por odio a la fe durante la Guerra
Civil Española.
En Roma ya tienen la
positio que preparó, 40.000 folios de información sobre estas personas
que pueden llegar a ser declaradas beatas por la vía del martirio.
"Muchos
de ellos tenían una vida tan entregada que podrían declararse beatos por sus
virtudes en grado heroico", comenta Higueras a ReL.
Él ha investigado sus vidas y las ha publicado en dos tomos gordos, de
unas 600 páginas cada uno, con el título "Proceso sobre el
martirio de los siervos de Dios Manuel izquierdo izquierdo y 129
compañeros".
"Entre ellos encontramos una religiosa de clausura, una mujer
viuda, la hermana del obispo Basurto con su marido, un joven de 18 años de
Acción Católica, un minusválido psíquico...", va enumerando Higueras.
En algunos pueblos recuerdan a los religiosos o fieles asesinados
por su fe, pero en otros los desconocen por completo, aunque fueron sacerdotes
o laicos en sus parroquias. "En el libro dedico unas 8 o 9 páginas a cada
mártir, y creo que habría
que ir a cada pueblo donde nació, murió o fue cura el mártir, hablar con la
parroquia de allí, presentarles su figura y que lo conozcan",
comenta Higueras. En 2019, a la ceremonia de clausura de la fase diocesana del
proceso, acudieron unas dos mil personas de todos los pueblos implicados.
Los mártires de Mancha Real:
su cementerio fue su puerta al cielo
Un ejemplo de los grupos de mártires que se quieren beatificar son
los de Mancha Real, una población de unos 11.000 habitantes. Su iglesia fue
construida entre el s.XVI y XVII, y participó en ella el arquitecto Andrés de
Vandelvira, principal responsable de la impresionante catedral de Jaén. Allí se
han bautizado infinidad de niños, convirtiéndose en "ciudadanos del Reino
de Dios". Pero, para
los mártires, la tapia del cementerio donde fueron fusilados se convirtió en su
puerta al Cielo.
En la parroquia, sobre el altar, están los restos de un mártir ya beatificado por el Papa Francisco en
2013, su párroco Francisco Solís Pedrajas.
El cura que impulsaba
sindicatos, comedores y escuelas
Francisco Solís Pedrajas nació en Marmolejo. Como el mismo Cristo, era hijo de carpintero y trabajó
en el taller de su padre, por lo que siempre se consideró obrero o
artesano. Con 36 años de edad y 13 como sacerdote, fue nombrado párroco de
Mancha Real.
Solís relanzó el Círculo Católico local y organizó un sindicato obrero, que era conocido como el
"sindicato católico". A los trabajadores les impartía el
Catecismo, y también la Doctrina Social de
la Iglesia. Esa actividad sindical le hizo chocar con los sindicatos de izquierdas y
revolucionarios, y también
con algunos terratenientes.
Ayudó a fundar un
colegio de la Institución SADEL (Sociedad Anónima de Enseñanza Libre), cuyo
administrador general era Luis Cubillo Valdés, natural de Mancha Real (padre
del arquitecto de parroquias Luis Cubillo Arteaga). Puesto
que la República prohibía
los colegios católicos y la enseñanza religiosa en la escuela, había católicos
laicos que se organizaban en entidades como SADEL para crear escuelas
de orientación cristiana. Así nació esta escuela en 1934, el Colegio de San
Juan de la Cruz, con dinero aportado por familias y simpatizantes y bonos. SADEL se extendió por toda España y
estuvo presente en varios pueblos de Jaén: Linares, Martos, Alcalá la Real,
Beas de Segura...
Solís también lanzó
un comedor en la parroquia que distribuía comida cada día, apoyado por
las Conferencias de San Vicente de Paúl y los feligreses.
"Muchos párrocos
de esa época era muy valientes denunciando abusos laborales o malos
salarios", señala Rafael Higueras. "Bastantes de ellos impulsaban
los comedores sociales, que eran las Cáritas de entonces. No daban dinero,
porque no había dinero. Pero sí comida. Algún político criticaba a los
comedores diciendo que eran 'rancios', pero la gente comía y daban lo que había
para todo el mundo. Hay
que recordar cómo era la pobreza de esos años. Yo mismo, en 1945, era un niño
en el seminario y nos daban pan de centeno", recuerda Higueras.
El martirio del padre Solís
Al poco de empezar la guerra civil, los milicianos le detuvieron y lo llevaron a la catedral de Jaén,
convertida en cárcel para muchos sacerdotes y fieles. Meses después,
en la madrugada del 3 de abril de 1937, se lo llevaron en camiones con otros
presos a Mancha Real, a la pared del cementerio. Él dirigía los cánticos de los presos en el camión y junto a la
pared, y absolvió a sus compañeros antes de ser todos fusilados. Esa noche
fusilaron junto a la tapia a 35 prisioneros.
Un seminarista y su padre contemplaron la llegada de los camiones
escondidos desde unos olivares, aunque no el fusilamiento en sí. Carmen Ruiz
Cano, su hermana e hija, que oyó los disparos de dos noches seguidas, lo
detalló en el proceso de beatificación de Solís.
Ambos habían estado escondiéndose en una casa de campo a 20 kms,
pero sus anfitriones, asustados, les habían pedido que se fueran. Esa noche
fueron a Mancha Real, a ocultarse a casa de una pariente cerca del cementerio.
La madre y la hermana, Carmen, los esperaban, despiertas.
"Oímos
ruido de camiones, por lo menos dos", dijo Carmen Ruiz Cano.
"En el silencio de la noche oímos
el canto de una canción mariana, conocida por 'Sálvame, María', que
procedía de los que iban en los camiones. En esos momentos llegaron mi padre y
mi hermano diciendo que se habían cruzado con los camiones, escondiéndose tras
unos árboles para que pasaran. Vieron una serie de milicianos con armas de fuego custodiando a los presos que
habían sacado de la catedral. Instantes después, escuchamos unas detonaciones muy seguidas, como descargas de
ametralladoras".
Según ella supo, el padre Solís fue el último en ser fusilado, fue
absolviendo a todos. "Cuando llegó el momento de matarlo a él, nadie se
atrevía a hacerlo; por fin, un
pobre lisiado llamado 'el jibaillo', que tenía fama de ser muy malo, disparó
sobre él", explica la mujer.
Solís ya es beato y la urna de sus reliquias la ven cada día los
parroquianos de Mancha Real en misa. Pero en proceso de beatificación hay otros
8 mártires asesinados allí, aunque habían sido detenidos en distintas
localidades.
Francisco de Paula Padilla
Gutiérrez, el Kolbe español
Otro de los sacerdotes fusilados ese 3 de abril en Mancha Real es
conocido como el
"Kolbe español", porque se ofreció en lugar de otro preso, por
un hombre de Jamilena llamado José, padre de seis hijos. El sacerdote era
Francisco de Paula Padilla Gutiérrez, de Marmolejo, de 44 años. (Higueras avisa
de que hay otro seminarista y sacerdote casi con el mismo nombre en esa misma
época en Jaén, y en su libro detalla cómo distinguirlos). Este sacerdote era
párroco de San Martín, en Arjona.
La matanza de presos del 3 de abril era una respuesta al bombardeo
de aviación nacional sobre Jaén el 1 de abril. La fuente de la positio cuenta
lo que le narró "un testigo presencial y compañero de celda llamado
Fernando de la Haza Vizcaíno".
Esta historia la recogió en 1994 el libro de Diego González
Chincolla 'Relatos de la historia de un pueblo,
Marmolejo', en Editorial Leo. Añade este libro que el piquete había decidido no
fusilarlos cuando "un miliciano conocido por 'El Jorobeta' dijo: 'Dejadme
a mí que yo lo haré', y disparó la ametralladora cayendo sus cuerpos
al suelo. Testigos que aún viven dicen: 'Lo oímos todo en el silencio de la noche: gritos
de dolor y perdón y ¡Viva Cristo Rey!' Al amanecer buscaron a otro hombre
de Mancha Real llamado 'El
Bolo' y como a otro Cirineo obligaron con su burra a llevar arrastrando los
cuerpos calientes de los mártires a la fosa común".
Al párroco de Villacarrillo
lo condenó a muerte un primo
Al sacerdote José Herrera Cano lo mataron con 40 años. Era hijo de
padres pobres, aunque su tío materno era sacerdote (él le bautizó). Estudió en
el seminario de Jaén y un par de años en Roma. Desde 1925 era párroco en
Villacarrillo.
Organizó un
comedor social "en el despacho parroquial donde diariamente daba de comer
a 250 parados en situación de miseria", explicó su sobrina. También
se negó, como presidente interino de mesa en las últimas elecciones, a que el
alcalde, de derechas, impidiera el voto de algunos votantes de izquierdas con
la excusa de que tenían deudas con el municipio.
A sus
catequesis acudían unos 1.500 niños. Organizó la Acción Católica e
implantó sus dos ramas juveniles en el pueblo.
Detenido al empezar la guerra, pasó medio año en la llamada "Villa Cisneros", una zona de
la prisión provincial de Jaén que los milicianos reservaban para clérigos y
gente religiosa. Por allí pasaron muchos mártires, que se confesaban unos a otros, rezaban y vivían
cristianamente esas semanas. Veían como se los llevaban en grupos y ya
no volvían.
Se da la circunstancia de que el "juicio" en Jaén contra
él -el 30 de enero de 1937- lo presidió un pariente cercano (un sobrino de primos hermanos), que podía
haberlo absuelto, pero por militancia ideológica lo condenó a muerte.
Se consideró probado que en su comedor asistía a todos los pobres, de izquierdas y de
derechas; eso se consideraba un agravante, porque dificultaba la
revolución. Lo fusilaron la noche antes que al beato Solís, en la tapia del
cementerio de Mancha Real. Los cuerpos quedaron desfigurados por los tiros,
atados unos a otros con alambres.
El profesor de mística,
confesor de las monjas
Francisco de Asís Morales fue fusilado también en esa tapia de
Mancha Real el mismo día 3 de abril de 1937. Tenía 65 años. Nació en Jaén, de
donde era su padre. Su madre y familia materna eran gallegos, de Tuy. En el
seminario era profesor de ascética, mística y moral. Era confesor en varios
conventos de monjas. "No
os quiero monjitas de dulce, sino fuertes como la mujer del Evangelio", les
decía. Tampoco vivía en nubes espirituales: en los años 20 fue vocal de la
Buena Prensa y de la Liga para la Defensa del Clero.
Detenido el 6 de septiembre y fusilado el 3 de abril, pudo participar en la misa
clandestina de Jueves Santo en la catedral reconvertida en cárcel que
los supervivientes siempre recordarían (el 25 de marzo de 1937).
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La gran parroquia de Mancha Real, del s.XVI y XVII, en la que trabajó el arquitecto de la catedral de Jaén, Andrés de Vandelvira. |
Otro era Miguel Barberán Juan, de 53 años, el cura coadjutor San
Martín, en Arjona; era compañero, por lo tanto, de Padilla Gutiérrez, el
"Kolbe" español.
Los 3 curas asesinados en
Mancha Real en 1936
Antes de la matanza de abril de 1937, fueron asesinados a lo largo de 1936 otros tres sacerdotes en
el pueblo, a los que la diócesis quiere beatificar como mártires.
Ildefonso
Ortega González, de 63 años, también era de padre pobre (criado) y de hecho,
huérfano, pues su madre quedó viuda. Era uno de los capellanes de la capilla de
San Andrés, en la catedral de Jaén, un cargo peculiar con una fundación que
desde el siglo XVI financiaba estudios a jóvenes pobres y dotes para chicas.
Era muy miope y afable, le
llamaban "el cura Alfonsón".
Al empezar la persecución se escondió en casa de sus sobrinos en
Jaén, pero una patrulla
vino a buscarle el 30 de octubre de 1936, hizo un disparo al aire y el sacerdote
salió de su escondite. Esa misma noche le llevaron en camión a Mancha
Real. Otros dos detenidos saltaron
del camión en marcha y se fugaron, pero el sacerdote, ya mayor y con mala
vista, no tenía esa opción. Lo fusilaron en la entrada del cementerio
de Mancha Real.
José Ortega
Carrillo, hijo de labrador, tenía 58 años cuando lo mataron. De
1901 a 1936 fue capellán de las agustinas del Convento de Santa Úrsula en Jaén.
Su sobrina contó en 1941 los detalles de lo sucedido. Al empezar
la guerra Ortega se
escondió en su casa (de la sobrina). La mujer que llevaba la leche a
la casa, que era de izquierdas, sorprendió allí al sacerdote en noviembre de
1936 y de inmediato avisó a los milicianos, que asaltaron el piso. Uno de los
milicianos, Rafael
Rodríguez Castaño 'El Canijo' vio un crucifijo sobre la mesa e intentó
romperlo. Cuando la sobrina trató de impedirlo la detuvieron y El
Canijo amenazó con matarla, aunque otro miliciano evitó esto último. Al
sacerdote lo llevaron a la checa del ayuntamiento de Jaén. Al día siguiente lo
encontraron fusilado en el cementerio de Mancha Real.
El cura guapo de 30 años y
las milicianas
Juan Olid, de 30 años, es el último sacerdote de este grupo, el primero en ser asesinado y el
más ligado a Mancha Real: nació allí en 1906 y fue el sacerdote coadjutor allí desde
1931. Pero no murió en el pueblo ni tampoco pudo compartir prisión con otros
mártires.
Su lema sacerdotal, de 1929, fue: "En todo lugar se sacrifica
y ofrece oblación limpia, dice el Señor de los Ejércitos" (de Ml, 1-11).
Quizá fue una premonición.
Lo detuvieron en su casa del pueblo el 28 de agosto de 1936. Ese
mismo día le habían visitado en casa dos feligresas, las hermanas Emilia y
Josefa Aranda. Le preguntaron cómo estaba y respondió: "Preparándome para
morir". De hecho, un par de días antes había llamado a un seminarista,
hijo del sacristán, para que consumiera ante él y sus padres, todas las Hostias
consagradas que se guardaban para evitar profanaciones.
Cuando los milicianos lo detuvieron lo llevaron a la ermita de la patrona, donde ya habían destruido
la imagen de la Inmaculada. Lo encerraron en el camarín de la Virgen y lo
maltrataron e insultaron. Tenía 30 años y buena presencia física, así que unas milicianas le hicieron
proposiciones sexuales que él despreció. En la noche del 29 de agosto lo
asesinaron en la carretera hacia Baeza, junto al puente del río Torres.
Pablo J. Ginés
Fuente: ReL